Cees Nooteboom.El Bosco.Un oscuro presentimiento.Traducción de Isabel-Clara Lorda. Siruela. El Ojo del Tiempo. Madrid, 2016.
"¿Qué tienen en común un escritor del siglo XXI y un pintor del siglo XV?", se pregunta Cees Nooteboom cuando rememora, sesenta años después, su primer contacto con la pintura del Bosco en el Museo del Prado.
Y ahora, cuando ha cambiado su forma de mirar desde aquel lejano 1954, persiste el misterio en torno a ese mundo inquietante e imposible que aparece en las tablas del Bosco: en Las tentaciones de San Antonio que visita en Lisboa, en El Jardín de las Delicias que tenía Felipe II en su habitación, en La Adoración de los Magos o en El carro de heno.
Un ensayo del escritor e hispanista Cees Nooteboom, que hace una propuesta sobre cómo leer la pintura de un artista de imaginación desbordada por oscuros presentimientos que atraviesan la mirada de alguien que, como El Bosco, “no nos ha dejado palabras, sólo imágenes. ¿Tuvo un presentimiento de cómo serían los tiempos venideros?”
Nooteboom explora así la médula de la actividad artística, la relación de la pintura con el espectador y con el artista, porque “el Bosco ha desaparecido. El cuadro se ha despedido de él, él ya no puede alcanzarlo como tampoco podría alcanzarlo a él ninguna de las personas que están frente al cuadro. Medio milenio lo separa ahora de su obra.”
¿Cuándo se desprenden los cuadros /de su pintor. ¿Cuándo se torna esa misma materia / en otro pensamiento?, escribió Nooteboom en unos versos que se preguntaban por la pintura y la mirada cambiante del tiempo.
Porque es evidente que hay una mirada anterior al Renacimiento, otra anterior a la Revolución Francesa, a las guerras mundiales o al nazismo en relación con El Bosco y su pintura visionaria y futurista en la que imaginó monstruosos peñascos que nunca vio, porque no hay peñascos en los Países Bajos.
Al cabo de los siglos esa pintura sigue irradiando la fuerza de sus imágenes del horror, las formas inclasificables, híbridas de lo vegetal y lo mineral, el infierno musical y las aves de cuatro cabezas, las plantas imposibles y los animales imaginarios, las pieles transparentes y los cascarones de huevo, las conchas y las sirenas, las fantasías arquitectónicas y los peces voladores, los hombres-árbol y los juguetes absurdos, los cristales azulados pintados con el color del miedo desde un mal sueño.
Hay en esas tablas inquietantes una violencia latente o explícita que convive con un mundo de luminosa transparencia y de pesadillas delirantes: "¿Tuvo Hieronymus Bosch un oscuro presentimiento sobre esta creación?", se pregunta de nuevo Nooteboom ante estos cuadros en los que coexisten las desemejanzas, el bien y el mal, la culpa y el fuego, los rostros y el silencio, los misterios alquímicos y las pulsiones sexuales, la visión imposible y las escenas cotidianas, la gracia y el descaro.
Quinientos años después, el misterio de esa pintura sigue planteando preguntas y sugiriendo respuestas, sigue provocando la fascinación y el desconcierto del espectador actual ante la obra de un autor cuyo “rastro se encuentra en los catastros, archivos, escrituras de compra, pero de su arte no dijo nada. Él pintó. Pocas veces un hombre invisible ha dejado tantas cosas visibles".
Para conmemorar el quinto centenario de la muerte del Bosco, Siruela publica este bellísimo volumen, magníficamente ilustrado con detalles normalmente invisibles, que será sin duda uno de los libros mejor editados de este año.
Santos Domínguez