La historia sucede como sigue. Tras muchos años sin incrementar el número de afiliados, la ONCE contacta Blogger para articular un plan maquiavélico.
La organización de ciegos necesita de nuevos utilizadores de sus servicios, ya que el cupón ha bajado sus ventas y apenas ofrece beneficios. Para ello inventan un sistema de blogs donde inocentes ciudadanos se apunten con la finalidad de ser famosos y contar sus cuitas a todo el mundo. Los pobres incautos comienzan a escribir con todas sus energías, día a día, hora a hora, hasta que se dan cuenta de que sus capacidades visuales empiezan a disminuir. La letra del blog es tan pequeña que apenas se ve.
Al principio es una neblina ligera; después se convierte en una dioptría de nada; con el paso de las semanas comienza a perder su agudeza visual y ya no distingue ni a su suegra. Por fin, decide acudir asustado al oculista. Me estoy quedando ciego, doctor.
El doctor, confabulado también con la ONCE y Blogger, se frota las manos y le anima a seguir escribiendo en la bitácora como remedio de sus frustraciones literarias.
Además, le entrega su tarjeta de visita para sus colegas del ciberespacio. Todos ellos hacen de conejos de indias en esta perversa trama.
Los blogueros –anónimos hasta el momento– se reconocerán (o no) por las calles de todo el mundo con un bastón blanco y con unos cupones en el pecho.