Pero no, no solamente no tiene relación alguna con la obra del realizador español que, a excepción, de que se sucede dentro de una cárcel, no se asemejan lo más mínimo, ni en calidad interpretativa, ni en entretenimiento.
El film abre con unos títulos de créditos bastante grunge, que apuntan buenas maneras en labores técnicas, casi de lo único que puede presumir un film con regusto a producto televisivo o directo a Dvd.
Tras una serie de espantosas circunstancias, el joven y engreído abogado defensor Michael Gray acaba recluido en la Penitenciaría Estatal de South River, acusado del asesinato de uno de sus clientes, y bajo la poco compasiva vigilancia del Superintendente Sands y del guarda de prisiones Ray Clement. Encerrado en la Celda 213, un lugar sucio y de pesadilla, comienza a rezar a las fuerzas antinaturales que compiten por su alma, mientras que la duda de su inocencia o culpabilidad pende de un hilo.
El guión escrito por Maninder Chana cumple con todos los tópicos de los géneros en los que el film se apoya, principalmente, el terror y el drama, pero no se decanta por ninguno en concreto. En cualquier caso, parece predominar un poco más el terror, aunque no lo consigue con efectos sonoros estridentes y molestos. Tampoco lo hace la banda minimalista banda sonora compuesta por Jonathan Goldsmith.
Un prólogo que únicamente sirve para justificar nuestro grado de empatía con Michael Gray, el personaje principal, llegados al desenlace. Ray, interpretado por Eric Balfour (Skyline), no destaca y se vuelve menos creíble en cada nueva secuencia, resiente el lado más dramático de su papel.
Bruce Greenwood (Star Trek) como el jefe de la prisión, me ha parecido bastante correcto en su papel. Bastante mejor que el sobreactuado Michael Rooker (Guardianes de la galaxia)
en el papel de guardia carcelario. Aunque éste último tiene más cuota de pantalla e importancia en la historia.
Bruce mantiene una entereza que ninguno de los otros personajes consigue. Ni siquiera la guapa Deborah Valente (Resident Evil 2: Apocalipsis), que nos brinda un escote precipitado en una escena bastante incoherente, sea dicho.
Mediante transiciones recargadas de filtros que le dan un tono excesivamente videoclipero al film, en ese aspecto, me ha recordado mucho a Session 9 de Brad Anderson, la película abandona una premisa que parecía mínimamente interesante. Además, no aportan nada a la historia, es más, la entorpecen.
Los saltos acaban por expulsarnos de la historia, en consecuencia, perdemos interés. Por el final de la película, te sientes hastiado. Una sensación, que los 100 minutos que dura la película, no ayudan a mejorar en un desenlace realmente extenso.
Celda 213 es un collage argumental que pasa por distintos géneros/referencias; el drama carcelario, el terror convencional, los asesinos en serie y el terror sobrenatural, que da cabida para las posesiones y los fantasmas. Demasiadas cosas en tan poco espacio, que la convierten en un galimatías bíblico de una profundidad más plana que una tabla de surf. La verdad, se ve de la misma forma que se olvida, rápidamente.