Celebración

Por Javier Ribas
Imagínate que ayer estuviste lejos, que en ese lugar te has dejado la ropa sucia. No tienes ganas de volver allí. Así que coges la lavadora, te asomas a la ventana y tiras por ella el aparato. Total, sólo tiene que recorrer quinientos millones de kilómetros, llegar a un astoroide y posarse sobre él.  Esto, bromas aparte, es para mí una de las noticias destacadas de la semana. Hemos enviado un satélite (del tamaño de una lavadora) a esa distancia y tras 20 años  de viaje y recorrer los 500 millones de kilómetros, ha aterrizado en un astoroide llamado Cari, de 4 mil millones de años de antigüedad y nos ha enviado fotos. ¡Increíble!

Lógicamente se ha celebrado bien. La operación ha sido un éxito. Pero nos hace quedar a las personas de a pie como algo minúsculo. Las enormes distancias, la edad de la roca, la enormidad del espacio. Vamos, que particularmente no somos nada, que lo nuestro, nuestra presencia aquí es cero, pura casualidad. Y al mismo tiempo este fin de semana he estado en una fiesta  en la que se celebraba el 40-1 cumpleaños de una persona cercana.  Allí  hubo alegría, emoción, sentimientos a flor de piel, risas, regalos, y todo lo que se puede dar en una buena celebración. Salí de esa fiesta y me acordé del asterisco. ¡Qué feliz he sido con algo tan pequeño como la celebración y qué bien me sentí llegando hasta Cari.

Así que he decidido celebrarlo todo. Con más o menos intensidad pero todo. Desde mi pequeñez quiero hacer partícipe a los demás de mis alegrías y sobre todo, quiero ser partícipe de las de los demás. Con mayor o menor intensidad pero todo tendrá su reconocimiento.  Sí, ya sé, que es una locura pero pensar en lo pequeños que somos frente a la enormidad de lo que nos rodea me hace sentir que debo dar las gracias permanentes al universo por compartir y disfrutar de estos instantes tan mínimos.