No esperaba una entrada tan buena en el Auditorio pese a tratarse de un "espectáculo gratis cueste lo que cueste" cuando se televisaba el partido España-Honduras del Mundial de Sudáfrica, pero para los que cambiamos fútbol por música realmente mereció la pena (en mi caso a costa de grabar el encuentro y evitar comentarios sobre el resultado para no "aguarme" la posterior visualización y fiesta).
El invento francés de celebrar el 21 de junio este día, es una buena disculpa para hacer aún más popular la llamada música culta, tras el adelanto coral del domingo, y tenía ganas de ver en acción la batuta de Óliver Díaz (sin su "OSGi") al frente de nuestra OSPA, como despedida oficial del curso musical, ya sin Valdés, y afrontando nada menos que el Triple Concierto beethoveniano con tres solistas hijos de músicos de la propia OSPA (abajo en las fotos de José Vallina en LVA ensayando y de Nacho Orejas para LNE al finalizar el concierto), sumando celebración, emoción y orgullo entre su filas que se hizo extensivo a todos los demás, incluyendo al que suscribe.
Y la segunda parte nos trajo una interpretación para recordar (lástima que no la grabase Radio Clásica, como es costumbre) de la conocida Sinfonía nº 9 en Mim., Op. 95 "Del Nuevo Mundo" de Dvorak. Como si los padres y madres de los solistas quisieran celebrar el éxito de sus vástagos en la primera parte, todas y cada una de las secciones orquestal dieron una lección de musicalidad, empaste y buen hacer en esta maravilla sinfónica donde el director carbayón dejó fluir las notas y a sus músicos como buen conductor, no limitándose a marcar los numerosos cambios de tempo o las distintas entradas sino a conseguir tensión y relajo, luces y sombras, agonía y esplendor, potencia con delicadeza, es decir todos los extremos que esta obra es capaz de reflejar en cada uno de sus cuatro movimientos, alcanzando una versión plena y más que digna desde el podio hasta la orquesta al completo, teniendo que saludar en varias ocasiones.
Perfecto final de curso con nota de Sobresaliente.