En una ocasión, hace ya muchos muchos años, mi padre recibió el siguiente mensaje en su teléfono móvil:
Bajando por la escalera
le pisé la cola al gato
entonces me di cuenta
que hoy era tu santo
Esta obra cumbre de la lírica hispánica no procedía de su sobrino de diez años sino de un compañero de trabajo de su misma edad, es decir ya talludito, al que llamaremos Juan Alberto. Tan jocosos encontramos mi hermano y yo el surrealismo del poema y la mente privilegiada de la que surgía, que cuando llegó la navidad decidimos felicitar a Juan Alberto, desde un número anónimo, de la forma que él se merecía.
Paseando por la era
me encontré con un rebaño
que baló que te dijera
Juan Alberto feliz año
La cosa era demasiado graciosa para abandonarla sin más en ese punto. Así que al año siguiente repetimos faena y desde entonces no ha habido navidad en la que Juan Alberto no haya recibido su felicitación anónima de rigor. Siempre con la misma estructura, cuatro versos con rima ABAB preferiblemente empezando con -era que puedan encajarse en un mensajito de móvil (eso sí, con la métrica un poquito más cuidada que en el original de Juan Alberto). Conforme pasaban los años y nuevos amigos se unían a su elaboración los mensajes se tornaban cada vez más rebuscados (y divertidos, no nos vamos a engañar)
Robándome la cartera
un chacho en la pubertad
rajaba a quién no dijera
Juan, ten feliz navidad
Sin embargo, durante todas las navidades que pasé componiendo estos poemillas de tradición propia, jamás imaginé que estaba sin saberlo siguiendo otra tradición navideña mucho más antigua: Los poemas de sinterklaas en Holanda, país al que, por esas extrañas vueltas que da la vida, me mudaría en el futuro.
Para comenzar, si el nombre Sinterklaas no te suena de nada lee primero este otro artículo. Porque el presente, que no es más que su segunda parte, se ocupará de describir la fiesta que los holandeses dedican a tal ilustre personaje. Ya habíamos explicado que Sint y su tropa llegan a mediados de noviembre a tierras holandesas para desempeñar a conciencia su labor de investigación y permanecen en ellas hasta el cinco de diciembre, cuando se celebra la fiesta principal. ¿Pero qué es lo que se dedican a hacer por su parte los habitantes del país durante todo este periodo?
Mi primer contacto con el universo sinterklaaseño coincidió con la primera vez que salí por la noche tras haberme mudado a Holanda para trabajar. Estando ya de retorno, en ese autobús que tardaba casi una hora en deshacer el camino de Amsterdam a Aalsmeer, hicieron su entrada en el vehículo unos tipos con ropas carnavalescas y rostros pintados de marrón que cantaban, reían y repartían al resto de pasajeros puñados de pienso para perros. Como no podía ser menos, a mitad de su eufórico espectáculo terminaron acercándose al asiento en que dormitábamos yo y mi recién estrenada compañera de piso para preguntarnos de dónde procedíamos. Fue contestar España y estalló el regocijo general:
- ¡¡Nosotros también!!! JOOO JOOO JOOOOOOOO
(canción: Spanje Spanje lalalaaaaaa)
¿¿¿¿Qué acababa de suceder???? En el centro de Amsterdam ves muchas despedidas de soltero, especialmente protagonizadas por británicos disfrazados de alguna tontería, pero esta era con mucho la más bizarra del lustro. En cuanto se fueron los espontáneos personajes mi amiga me lo explicó todo: el Sinterklaas, los black Peters... incluso que lo que aún sostenía en la mano con estupor era comestible, ya en realidad que se trataba de unas galletitas holandesas navideñas llamadas pepernoten. Y dado que esta chica venía de Zimbawe, habíamos resultado a a los ojos del pintoresco grupo un calco de Sint y Piet, sólo que en versión femenina y portando, en vez de regalos, una considerable borrachera.
Básicamente esto es lo que se dedican a hacer los holandeses adultos (algunos holandeses adultos) mientras Sint recorre el país. Los niños por su parte no les van a la zaga, pues desde la misma llegada del obispo dan comienzo a una rígida rutina: todas las noches (toooodas las noches), tras ponerse su pijamita, colocan junto a la chimenea zapatos o calcetines destinados a recoger algún pequeño obsequio de Sint y, como pago, unas cuantas zanahorias para el caballo. Esta acción en si es demasiado cotidiana, no tiene magia. Falta aderezarla con la guinda del pastel: Es menester cantar un par de villancicos o sinterklaasliedjes para invocar al santo. Como imaginaréis durante estos días los infantes están tan emocionados (en casa no se hace otra cosa que especular sobre Sinterklaas y lo que andará escribiendo en su libro) como desesperados los padres, que pasan casi un mes entero rellenando los calcetines de chucherías y presenciando con impotencia como los niñitos cantan cada noche mirando hacia una pared.
Lo que tienen en común niños y mayores es todos ellos esperan con ansia el pakjesavond, la noche cúlmen de todo el asunto. La velada principal dedicada a Sinterklaas se celebra, como decíamos, el 5 de Diciembre de cada año. Y al contrario que nosotros, para quienes el meollo de la cuestión radica simplemente en dar y recibir regalos, para llegar al momento cumbre de rasgar el papel en los Países Bajos es necesario haber superado antes una suerte de yincana que fusiona la tradición del amigo invisible, una clase de pretecnología y los poemas de Juan Alberto. Vamos a explicarla con detenimiento:
- Fase 1 - El amigo invisible
La cosa empieza como el amigo invisible de toda la vida: A cada integrante del grupo se le asigna en secreto una única persona a la que ha de obsequiar con un regalo. En teoría el resultado del sorteo ha de permanecer en secreto hasta la entrega de presentes, maximizándose así la intriga. ¿El toque neerlandés? En Holanda lo de acumular trastos inútiles por casa como que no tira mucho, recordemos el marktplaats. Así que cada participante en el juego redacta a priori una lista con los objetos que le gustaría recibir. El dinero tampoco es tabú por estos lares, no sin razón "go dutch" significa ir a un restaurante y que cada uno pague su porción de la cuenta. No es pues de extrañar que para evitar cualquier tipo de confusión o desequilibrio monetario se acuerde también de antemano el precio exacto de los regalos; todos han de costar lo mismo.
Para simplificar este proceso inicial los holandeses, tan internáuticos ellos, tienen por supuesto una web especial para el pakjesavond que se encarga de emparejar a los participantes y avisarte cuando tu persona asignada ha rellenado su lista de regalos. Pero pensemos: si ya sabes lo que te van a regalar e incluso cuánto va a costar, ¿dónde narices queda la intriga? Para solventar este problema los holandeses han añadido al proceso las fases 2 y 3 de las que hablaremos a continuación.
- Fase 2 - Poetas por un día
La fase dos consiste en escribir un poema dedicado al receptor del regalo, preferentemente narrando sus hazañas destacables en el último año. Si añades a tu obra una pizquita de mala leche mejor que mejor, pues de todos modos el poema viene firmado por Sint y Piet y nadie debe tomarlo a mal. Y como ya dije muchas veces, estos holandeses tiene páginas web para todo... para TO-DO. No podían faltar en su elenco multitud de generadores del poema de Sinterklaas o sinterklaasgedicht como éste mismo, que os recomiendo encarecidamente no utilizar. ¡Vivan los genuinos poemas de escarnio navideño!
- Fase 3 - ¡Manos a la obra!
¿Envolver todo lo anterior en papel de regalo? ¡Venga ya! Estamos en Holanda y aquí desde los tiempos del ilustre Italo Calvino un trabajo no es trabajo si no te manchas las manos. Todavía queda la parte más difícil del proceso que no es otra que construír un receptáculo que contenga tu regalo y tu poema. Debes armarte de tijeras, pegamento, cartones, cartulina o lo que buenamente se te ocurra para elaborar un paquete de temática relacionada con la persona que recibirá el presente. ¡Toma ya!
Planificación, ahorro, trabajos manuales, páginas web por doquier y chascarrillos para meterse con el de al lado. Si quieres experimentar Holanda en dos horas lo mejor es que te cueles en una fiesta de Sinterklaas. Este festejo es principalmente familiar, pero no falta gente que lo repite varias veces: primero en su casa, luego con un grupo de amigos, con colegas de trabajo... Con tanta celebración existen holandeses que pasan el mes de noviembre entero haciendo manualidades. No es de extrañar, pues éstas son las primas pequeñas del bricolaje, deporte nacional por excelencia. Y quiso el destino que en cierta ocasión, cuando llevaba ya un año viviendo en Aalsmeer, mi persona se viera envuelta en una de estas pakjesavonds secundarias que, organizada por una compañera a la que llamaremos Raimunda, se celebraría entre todas las ocupantes de la vivienda. Tenemos pues oportunidad de ilustrar el proceso descrito con anterioridad con un ejemplo empírico.
La cosa empezó como empieza siempre, sorteando las papeletas. Virtualmente claro, pues utilizamos el website que os comentaba más arriba. Y a mi me tocó de amigo invisible la propia Raimunda. Por un lado había tenido suerte pues me había tocado la compañera más característica y que por tanto debía ser la más fácil de agasajar (bueno, teníamos otra todavía más evidente que se caracterizaba por la cantidad y variedad de tipos que traía a la casa, pero ¿qué le vas a construír? ¿un pene?). Mas por otro lado me hallaba en un brete. Holandesa de pura cepa, Raimunda había organizado la velada con ilusión, dándonos instrucciones precisas para cada etapa del proceso. También nos contó que su madre, desde su granja de en Enschede, tenía la costumbre de correr escaleras arriba cada vez que uno de sus vástagos hacía cualquier cosa fuera de lo común para anotarlo en una libretita, que yo imaginé granate como el libro mágico de Sint, de modo que a final de año se encontraba siempre en posesión de una colección de anécdotas jugosas con las que rellenar cada poema. Con este trasfondo las expectativas de Raimunda respecto a la velada no debían de ser precisamente modestas.
El regalo no fue problema, pues la lista de Raimunda se encontraba diligentemente cubierta desde el primer día con varias alternativas que costaban exactamente los diez euros estipulados. El poema tampoco. Hablar no es lo mío pero como sabéis, bolígrafo en mano, las palabras me salen. ¿Pero qué manualidad podía yo construírle a esta mujer? Pensé en una pequeña granja de cartón, con vaquitas felices alrededor. Pero no, no era lo suficientemente gracioso. Y bajar así el listón, aunque sea diseñando un recortable, no es algo que me agrade. Sin embargo la respuesta me vino dada pronto en una conversación con una amiga a través del skype. Ella había estado de visita en la casa hacía no mucho tiempo y no había olvidado el momento en que conoció a Raimunda. Nos encontrábamos en el último piso, donde sólo estaba mi habitación y por tanto rara vez aparecía nadie, cuando de pronto una voz aguda y un sonido de pasos empezaron a escucharse ascendiendo a través de la escalera. Segundos después por el hueco emergió Raimunda indignada, con una pernera del pantalón arremangada y una rodilla chorreando sangre. Había ido, como cada semana, a dar clases particulares a la niña de una vecina y en aquella ocasión al maldito perro de la familia le había dado por ponerse agresivo y lanzarle una señora dentellada en toda la pierna.
- ¿Y sabéis lo peor de todo?
- ¿Qué?
- ¿Sabéis cómo se llamaba el perro?
- ¿Cómo?
- LuuuuuuuuuckyyyYYYYyyyyyyyYYYYY
Lo dijo de tal manera, con una mezcla de odio y recochineo, que este fragmento de conversación quedó grabado a fuego en nuestras mentes. Nosotras no entendíamos qué aportaba exactamente a la historia que el perro se llamara lucky, pero precisamente éste detalle le otorgaba la singularidad que estábamos buscando: El regalo de Raimunda había de estar por fuerza relacionado con el demoníaco can. Así que un par de semanas y un par de botes de pegamento más tarde éste fue el resultado final de mis tribulaciones (y las del resto de mis compañeras):
Detengámonos unos instantes a analizar la foto porque aquí hay material de sobra. Huelga decir que el individuo aleatorio sin camiseta recortado de una revista y estampado sobre un cartón a base de pegamento pritt fue perpetrado por una extranjera y destinado, como no, a quién estáis suponiendo. Y por cierto, el regalo contenido en este envoltorio fue súper súper original. En serio, es que no os lo imagináis. El momento en que fue abierto resultó uno de los más sorprendentes de mi vida, elevando para siempre mi listón en lo que a sorpresas concierne. No era otra cosa que.... un miembro viril de chocolate (suspiro). A la derecha podemos ver a Lucky vigilante dentro de su caseta, tosca pero bienintencionada, sosteniendo entre sus dientes un trocito de pantalón ensangrentado. Y ahora centrémonos en los dos paquetes restantes, ambos elaborados por auténticas nativas. Aquí, amigos, se notan tablas. Para tener semejante dominio de las tijeras y la cartulina es preciso ser un estudiante modelo de preescolar. O una holandesa. El hello kitty futbolista fue ensamblado por Raimunda para una compañera a quién gustaba mucho hello kitty... y el fútbol. Y por último ese barco de Sinterklaas cargado de regalos vino a parar a quién suscribe. ¿Que qué tengo yo que ver con el mítico obispo? En principio sólo el país de procedencia, pero es que al parecer el pakjesboot 12 es el regalo estándar que debes hacer en el fatídico caso de que te sea asignada una persona a la que básicamente no tienes ni puñetera idea de qué regalarle. Y por razones evidentes yo y la chica de los penes no habíamos conversado demasiado.
Total que al final la fiesta salió bien y todos quedamos satisfechos con nuestros presentes. Lucky tuvo mucho éxito y Raimunda, a pesar de haberse deshecho de la aparatosa caseta, aún conserva al perrito (que por si no lo habías advertido no es otro que Goofy, ¿o es Pluto? camuflado) con su pedazo de tela negra en la boca. Además quedó impresionada de la calidad de mi primer poema sinterklaaseño. Lo que ella no sabía era que trataba con alguien con más de diez años de mensajes de Juan Alberto a sus espaldas....