* Este artículo fue publicado originariamente en mi antiguo blog (El (viejo) glob de Manuel) el 1 de mayo de 2006, bajo el epígrafe Grageas de cine.
Varios años después de su primer visionado, vuelvo a ver Celos (1999), la última película "no histórica" que dirigió Vicente Aranda -tras ella, vendrían Juana la Loca, Carmen y Tirante el Blanco- y un ejercicio demostrativo de la comodidad con que se desenvuelve este veterano director en historias de este corte: tórridas, pasionales, y con el sexo como motor de la acción (y no me refiero a la mayor o menor explicitud -siempre suele ser mayor...- con que se muestra en pantalla, sino al peso que el mismo cobra como elemento determinante en las decisiones de los personajes que hacen avanzar la trama). Y, al igual que ya sucediera en Amantes -film con el que muestra concidencias numerosas, tanto en lo sólido de su pulso narrativo como en los elementos argumentales que comparte con él (triángulo de personajes implicados en una relación -aunque, en este caso, a diferencia de aquél, en planos temporales diferenciados-, maniobras y engaños de unos y otros en pos de sus particulares objetivos...)-, también en Celos el rubro interpretativo es de un primerísimo nivel: Daniel Giménez Cacho hace una interpretación soberbia, y, al igual que su compatriota Arturo de Córdova en la mítica Él (1952), de Luis Buñuel, aunque con un puntito menos histriónico, consigue trasladar a la pantalla toda la angustia enloquecedora que los celos incontrolados pueden provocar en un hombre inseguro, tímido e introvertido; Aitana Sánchez-Gijón le responde a idéntica altura, componiendo una Carmen que alterna sus arrebatos salvajemente pasionales -lo cual, por otro lado, nos brinda unas exhibiciones físicas que nada tienen que envidiar a las tan celebradas por los mitómanos eróticos de las mucho más "habituales" Maribel Verdú o Victoria Abril- con una cotidianidad cuya templanza y sencillez rutinaria hacen difícilmente imaginables los anteriores; y los secundarios -especialmente, María Boto, con un trabajo deliciosamente solvente, pero también, en papeles bastante más reducidos en presencia y extensión, Alicia Sánchez y Luis Tosar-, que no desmerecen en lo más mínimo a los dos protagonistas.En suma, una propuesta interesante y digna de atención, a la cual, si hay que ponerle algún pero, es la de un final excesivamente truculento, cuyas pretensiones (especialmente, en lo que se refiere a su resolución desde el punto de vista visual) se le escapan por completo al autor de estas líneas, aunque le resultan excesivamente grandilocuentes, y, en consecuencia, poco congruentes con el tono general de la película. Un borrón que no empaña la valoración global, positiva, pero que deja un regusto desagradable en el momento más inoportuno. Aun así, muy recomendable, amigos lectores. Tengan feliz semana...
* Antecedentes penales (El (viejo) glob de Manuel) XX.-
* Grageas de cine XII.-