Los autores sitúan la frontera entre los celtas de Iberia y los habitantes del país de los escarpes en la provincia de Guadalajara. Se mantuvo estable desde la fase final de estas culturas hasta su integración en Roma (entre los siglos III y I a. c.). Muchos enclaves celtíberos y carpetanos tienen su origen a finales de la Edad de Bronce y casi todos en la I Edad del Hierro. Las diferencias entre los oppidas carpetanos y los castros celtibéricos estriban en el tamaño y la presencia-ausencia de estructuras defensivas (fosos y/o murallas). Los celtiberos, situados en los valles del Jarama, Henares, Tajo y Tajuña, donde el clima es más benigno y la tierra es fértil, se dedicaban a la agricultura.
Los romanos encontraron la frontera ya establecida y la mantuvieron, como se observa en Complutum. Su territorio por el noroeste coincide con el límite entre celtíberos y carpetanos. Y casualmente coincide con la linde entre Campiña y Sierra Norte, por donde cabalga La Ribera.
Lar-ami
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