En la Feria del Libro de Madrid de 2013, una tarde de sábado que paseaba por El Retiro, me acerqué a la caseta de la editorial Salto de Página dos veces. Una para comprar el libro Últimos días en el Puesto del Este y que me lo firmara Cristina Fallarás, y alguna hora después (entre medias me senté en el césped a leer) para comprar Cenital de Emilio Bueso (Castellón, 1974). Estaba por aquel entonces muy metido en el mundo de las novelas apocalípticas, de las que Salto de Página ha publicado bastantes. Ese verano leí la novela de Fallarás (AQUÍ está la reseña), y entre unos libros y otros me fui olvidando del de Bueso. Le ha llegado ahora el turno, en noviembre de 2014, dentro de mi campaña “no debería comprar más libros hasta que no lea ese centenar que están aún por leer en la parte más alta de mis estanterías”.
Dentro de los desastres que podrían ocurrir para llegar a un mundo apocalíptico, Bueso elige la variante del agotamiento de los recursos, y más concretamente la del agotamiento del petróleo.
Destral, recibe una beca, para controlar los mandos de un satélite en órbita geoestacionaria. Desde su trabajo solitario observa la Tierra hasta que toma conciencia de la inminencia del apagón total. Por eso abre un blog desde el que expone sus teorías catastrofistas sobre el agotamiento del petróleo. Su objetivo es contactar con otras personas y junto a ellas abandonar la civilización para crear una ecoaldea autosuficiente. Lo que va a llevar a cabo no mucho antes del hundimiento definitivo. Cuando éste tiene lugar en el mundo, los habitantes de la ecoaldea Cenital ya están preparados y deberán hacer frente durante una larga temporada al asedio hambriento del mundo exterior.
El primer capítulo, fechado en 2007, es previo al Hundimiento (como se denomina en el libro al momento histórico en el que la sociedad occidental colapsó por el agotamiento del petróleo), y en él asistimos a la toma de conciencia de Destral. Después se irán alternando capítulos, fechados en 2014, en los que una vez pasada la época del asedio de los que huyen de las ciudades, la ecoaldea de Destral -y de los que se unieron a él- está a punto de sufrir un nuevo percance, con otros capítulos que son entradas del blog de Destral, y citas de diferentes personalidades sobre el tema del agotamiento de los recursos y el capitalismo no sostenible.
Las citas de personas tan diversas como Guy McPherson, Pedro A. Prieto, Thomas Friedman, Kenneth S. Deffeyes, el rapero Ali G o los cantantes de Siniestro Total, nos acercan al tema del agotamiento de los recursos desde una perspectiva ensayística, como un remanso de seriedad dentro del contexto de una novela que acaba siendo eminentemente gamberra. Las entradas del blog de Destral resultan también ensayísticas, pero aquí se nos incita a reflexionar sobre la crisis mundial de 2008 y más concretamente sobre su incidencia en España, con comentarios sangrantes sobre la actuación de los bancos, los políticos, y sobre la imposibilidad de que se sostenga una sociedad basada en la idea del consumismo continuo de usar y tirar.
El cuerpo principal de la narración se sitúa en 2014, como apunté, con una ecoaldea de cien habitantes, acostumbrados al frío, a la comida escasa y a las privaciones, pero que debido a su capacidad de previsión no ha tenido que recurrir al pillaje o al canibalismo, como saben que ocurre fuera de sus muros de adobe. En el tiempo narrativo de la novela, la ecoaldea va a enfrentarse a dos situaciones que pueden modificar su precario equilibrio: las cosechas que han sembrado para el invierno no parecen dar sus frutos, y están a punto de recibir la visita de una pareja de jóvenes, que se están acercando hasta sus murallas con un coche que todavía parece funcionar con gasolina. Destral abandonará la ecoaldea para acompañar a los jóvenes, que han solicitado ingresar en la comunidad y para la que quieren ser útil. Con ellos tratará de conseguir semillas para una nueva siembra. Este viaje puede dar lugar a más de una situación peligrosa.
Los capítulos en los que se narra la salida de la aldea de Destral con los dos desconocidos, de los que tal vez no debería fiarse, están intercalados con las entradas del blog comentadas, las citas sobre el agotamiento de los recursos, además de por otros capítulos en los que se habla de cómo algunos de los principales habitantes de la ecoaldea llegaron a ella. Estas historias suelen arrancar de las fechas previas al Hundimiento para acabar con la incorporación de esa persona (Agro, Marko, M1gue1, Simsim, Saig´o…) a la colonia.
El tono que ha elegido Emilio Bueso para escribir su libro es eminentemente gamberro. En muchas de sus frases se emplea un lenguaje muy callejero, en apariencia poco literario: “darle la vara”, “apollardar”, “alucinaba bellotas”, “la barbarie se quitó los gallunbos y nadie se sorprendió al ver lo empalmada que iba.”, etc.; pero combinado con frases cortas y precisas, no exentas de metáforas imaginativas, acaban creando un lirismo desencantado, de poesía cenital (por seguir con los juegos planteados en el libro). También, aun usando este lenguaje directo, callejero, se plantea aquí una reflexión sincera, profunda, sobre el tema del agotamiento de los recursos, sobre el que Bueso parece haberse documentado bastante: en dos ocasiones se hacen llamadas a pie de página para explicar términos propios de las personas preocupadas con el fin de la civilización: “picolero” o “Peak Oil Aware”. Además la novela también está bien documentada a la hora de hablar de cómo se puede crear una ecoaldea, usando un vocabulario muy específico: “filtrando agua con zeolitas para lavar la ropa”, leemos, por ejemplo, en la página 25.
El principal de defecto que puedo encontrar en un libro como Cenital es que la historia principal, la que hace mover la trama (salida de Destral de la ecoaldea), ocupa más o menos un tercio del número total de páginas, y el resto estará ocupado por las entradas del blog, las citas y la historia de los personajes relevantes, que son casi relatos independientes de la historia. Posiblemente lo más difícil al crear una historia como ésta sea alzar ante el lector un mundo sugerente y poder contar en él una historia, haciendo que la trama avance, y que ese avance suponga cambios para los personajes. Entre las páginas que han de narrar esa evolución el autor irá explicando cómo se ha llegado hasta ahí, pero sin perder nunca la perspectiva de que lo que le importa al lector es la historia principal. En este sentido una novela apocalíptica como Plop, del argentino Rafael Pinedo, me resulta más lograda que Cenital (Plop sigue siendo para mí el referente moderno de la novela apocalíptica, por encima de La carretera de Cormac McCarthy, como ya he apuntado en más de una ocasión). Con esto no quiero decir que Cenital no me haya gustado, que lo ha hecho y bastante. El mundo propuesto aquí por Emilio Bueso es poderoso, sugerente y poético, pese a tratarse de una poética de la destrucción, aterrador por lo cercano y real de lo narrado, y la novela se lee en todo momento con interés (de hecho, la leí en poco más de dos días), y tan sólo podría lamentarme de que no haya decidido desarrollar más la trama principal.
Me he quedado con ganas de más Emilio Bueso.