La segunda novela de Brenda Navarro empieza con un final: un suicidio. No has entrado en la primera página y ya estás atrapado en la lectura. Lo cuenta la hermana del suicida, una mujer que queda marcada para siempre por la muerte de su hermano, pero que ya lo estaba antes por otras circunstancias como ser mujer joven, inmigrante, empobrecida y unos condicionantes familiares. Pero la obra es más que un cuestionamiento, es un atragantamiento continuo, un tirar para adelante porque no queda otra, una amalgama de temas que atrapan. Suicidio y emigración son, a priori, las dos grandes tramas que enzarzan “Cenizas en la boca”, pero en realidad la novela aborda otra decena de trascendentales cuestiones: la maternidad sola, el desarraigo, el racismo, el trabajo precario, las trabajadoras de cuidados internas, los derechos laborales y el sindicalismo, el acoso en la escuela, la violencia en México. “Cenizas en la boca” se pregunta constantemente cuánto vale la vida, y cómo le asignamos valor no es nada difícil conectar con estas preguntas. Rabia, culpa, rencor, impotencia; pero también hay la voluntad de perdonar, de intentarlo, de vulnerabilidad. Es una historia personal, sí, pero es también la de muchos otros. Escribir desde el duelo, la pérdida y con unas preguntas sin respuestas. Lo difícil que resulta afrontar el que un familiar decida quitarse la vida. “Cenizas en la boca” magnífica imagen, poderoso correlato de la novela, es también una novela femenina y feminista en tanto que pone su mirada en el fenómeno migratorio visto desde las mujeres. No había toda una vida por delante, al contrario. Migajas, piezas de rompecabezas sueltas, un reloj con un tic tac avanzado y una serie de acontecimientos abollados. “Cenizas en la boca” está construida en cuatro partes que alternan periodos en México y en España. La memoria de la narradoraarticula un mosaico de situaciones que van del presente a la infancia, a las vivencias más recientes de ella misma, a su hermano Diego, eje del relato, y el entorno familiar y social. Formando ese círculo perfecto que empieza y acaba con la misma frase. Si el arranque de la novela ya impacta no lo hace menos la narrativa utilizada, callejera, versátil y mezcla del habla de lugares dispares. De lenguaje nutrido, vivo y cambiante, juega muy a favor de la narración, el recurso de la primera persona de la protagonista, a modo de dialogo interno y desordenado. Con una narrativa intensa, cruda, sincera y demoledora, Brenda Navarro os habla con valentía del desarraigo y la xenofobia. Todas las violencias posibles. La autora sabe del poder de las palabras, de cómo es preciso llamar la atención desde la primera línea. Sus novelas abren la realidad y muestran lo feo y lo difícil de estar vivas en un mundo cada vez más hostil. La escritora mexicana es aguda y penetra en los intersticios estrechos y se mueve en el filo de la navaja. En “Cenizas en la boca” hay una tremenda conversación de la protagonista con ella misma al tratar de otorgarle sentido a los acontecimientos que han signados su vida y que están marcados por el dolor y el sufrimiento. La protagonista necesita encontrar respuestas. A modo de crónica su personaje ofrece detalles sutiles para conectar esos recuerdos con el lector con una memoria reconstruida; pero funciona como una novela coral, porque es de alguna forma el relato de todos los personajes que la pueblan. La narradora sirve como hilo conductor de todas las historias de la gente que la rodea. Tiene alma y muchas voces. Con unos personajes agarradoscon alfileres. Dicho eso con sentido elogioso, porque la fragilidad con la que están construidos es la que realza la fortaleza literaria, la rotundidad de los mismos. Navarro describe, no juzga, muestra para que quien lee decida si quiere catalogar o no, si quiere entender o rechazar. Porque, en lugar de atosigarlos con estereotipos, os regala unos personajes magníficamente construidos en sus cualidades. La humanidad, por encima de todo. La protagonista encarna su propio síndrome de Ulises y recorre las viñetas de una vida errante dando tumbos por México, Madrid y Barcelona. Un viaje físico y emocional por un mapa de curros precarios, una madre distante, activismo para mujeres migrantes, la cruz de un hermano lleno de rabia y sobre todo de silencio, el vértigo de la desesperación y la perdida. Leerla es un viaje emocional intenso. Es un libro duro, mucho. Es desgarrador. Pero aun así es necesario. Hay que leer a Brenda Navarro.
CENIZAS EN LA BOCA. Brenda Navarro.
Publicado el 16 mayo 2024 por José Antonio Ribes Pérez @Josan_Ribes
La
escritora mexicana Brenda Navarro publica “Cenizas
en la boca”, más que una novela puro dialogo que escuece y calma.
SINOPSIS: Diego salta desde un quinto piso y desde entonces esa
imagen no deja de taladrarle la cabeza a su hermana: seis segundos y un cuerpo
estrellándose contra el suelo. Es ella quien echa la vista atrás y cuenta la
historia de los dos hermanos. Su llegada al mundo en un hogar en el que la vida
nunca fue justa. Los años que pasaron en México con sus abuelos, mientras su
madre se buscaba la vida en España, y era ella, aún niña, quien se hacía cargo
de Diego. La etapa en Madrid, una ciudad que no entendían y que tampoco los
entendía a ellos. La primera separación, cuando ella se marchó a Barcelona a
abrirse camino y su hermano se quedó en el lugar que más odiaba. Y el regreso
de ella, cargando las cenizas de Diego, a un México muy distinto al que
recordaba.
La segunda novela de Brenda Navarro empieza con un final: un suicidio. No has entrado en la primera página y ya estás atrapado en la lectura. Lo cuenta la hermana del suicida, una mujer que queda marcada para siempre por la muerte de su hermano, pero que ya lo estaba antes por otras circunstancias como ser mujer joven, inmigrante, empobrecida y unos condicionantes familiares. Pero la obra es más que un cuestionamiento, es un atragantamiento continuo, un tirar para adelante porque no queda otra, una amalgama de temas que atrapan. Suicidio y emigración son, a priori, las dos grandes tramas que enzarzan “Cenizas en la boca”, pero en realidad la novela aborda otra decena de trascendentales cuestiones: la maternidad sola, el desarraigo, el racismo, el trabajo precario, las trabajadoras de cuidados internas, los derechos laborales y el sindicalismo, el acoso en la escuela, la violencia en México. “Cenizas en la boca” se pregunta constantemente cuánto vale la vida, y cómo le asignamos valor no es nada difícil conectar con estas preguntas. Rabia, culpa, rencor, impotencia; pero también hay la voluntad de perdonar, de intentarlo, de vulnerabilidad. Es una historia personal, sí, pero es también la de muchos otros. Escribir desde el duelo, la pérdida y con unas preguntas sin respuestas. Lo difícil que resulta afrontar el que un familiar decida quitarse la vida. “Cenizas en la boca” magnífica imagen, poderoso correlato de la novela, es también una novela femenina y feminista en tanto que pone su mirada en el fenómeno migratorio visto desde las mujeres. No había toda una vida por delante, al contrario. Migajas, piezas de rompecabezas sueltas, un reloj con un tic tac avanzado y una serie de acontecimientos abollados. “Cenizas en la boca” está construida en cuatro partes que alternan periodos en México y en España. La memoria de la narradoraarticula un mosaico de situaciones que van del presente a la infancia, a las vivencias más recientes de ella misma, a su hermano Diego, eje del relato, y el entorno familiar y social. Formando ese círculo perfecto que empieza y acaba con la misma frase. Si el arranque de la novela ya impacta no lo hace menos la narrativa utilizada, callejera, versátil y mezcla del habla de lugares dispares. De lenguaje nutrido, vivo y cambiante, juega muy a favor de la narración, el recurso de la primera persona de la protagonista, a modo de dialogo interno y desordenado. Con una narrativa intensa, cruda, sincera y demoledora, Brenda Navarro os habla con valentía del desarraigo y la xenofobia. Todas las violencias posibles. La autora sabe del poder de las palabras, de cómo es preciso llamar la atención desde la primera línea. Sus novelas abren la realidad y muestran lo feo y lo difícil de estar vivas en un mundo cada vez más hostil. La escritora mexicana es aguda y penetra en los intersticios estrechos y se mueve en el filo de la navaja. En “Cenizas en la boca” hay una tremenda conversación de la protagonista con ella misma al tratar de otorgarle sentido a los acontecimientos que han signados su vida y que están marcados por el dolor y el sufrimiento. La protagonista necesita encontrar respuestas. A modo de crónica su personaje ofrece detalles sutiles para conectar esos recuerdos con el lector con una memoria reconstruida; pero funciona como una novela coral, porque es de alguna forma el relato de todos los personajes que la pueblan. La narradora sirve como hilo conductor de todas las historias de la gente que la rodea. Tiene alma y muchas voces. Con unos personajes agarradoscon alfileres. Dicho eso con sentido elogioso, porque la fragilidad con la que están construidos es la que realza la fortaleza literaria, la rotundidad de los mismos. Navarro describe, no juzga, muestra para que quien lee decida si quiere catalogar o no, si quiere entender o rechazar. Porque, en lugar de atosigarlos con estereotipos, os regala unos personajes magníficamente construidos en sus cualidades. La humanidad, por encima de todo. La protagonista encarna su propio síndrome de Ulises y recorre las viñetas de una vida errante dando tumbos por México, Madrid y Barcelona. Un viaje físico y emocional por un mapa de curros precarios, una madre distante, activismo para mujeres migrantes, la cruz de un hermano lleno de rabia y sobre todo de silencio, el vértigo de la desesperación y la perdida. Leerla es un viaje emocional intenso. Es un libro duro, mucho. Es desgarrador. Pero aun así es necesario. Hay que leer a Brenda Navarro.
La segunda novela de Brenda Navarro empieza con un final: un suicidio. No has entrado en la primera página y ya estás atrapado en la lectura. Lo cuenta la hermana del suicida, una mujer que queda marcada para siempre por la muerte de su hermano, pero que ya lo estaba antes por otras circunstancias como ser mujer joven, inmigrante, empobrecida y unos condicionantes familiares. Pero la obra es más que un cuestionamiento, es un atragantamiento continuo, un tirar para adelante porque no queda otra, una amalgama de temas que atrapan. Suicidio y emigración son, a priori, las dos grandes tramas que enzarzan “Cenizas en la boca”, pero en realidad la novela aborda otra decena de trascendentales cuestiones: la maternidad sola, el desarraigo, el racismo, el trabajo precario, las trabajadoras de cuidados internas, los derechos laborales y el sindicalismo, el acoso en la escuela, la violencia en México. “Cenizas en la boca” se pregunta constantemente cuánto vale la vida, y cómo le asignamos valor no es nada difícil conectar con estas preguntas. Rabia, culpa, rencor, impotencia; pero también hay la voluntad de perdonar, de intentarlo, de vulnerabilidad. Es una historia personal, sí, pero es también la de muchos otros. Escribir desde el duelo, la pérdida y con unas preguntas sin respuestas. Lo difícil que resulta afrontar el que un familiar decida quitarse la vida. “Cenizas en la boca” magnífica imagen, poderoso correlato de la novela, es también una novela femenina y feminista en tanto que pone su mirada en el fenómeno migratorio visto desde las mujeres. No había toda una vida por delante, al contrario. Migajas, piezas de rompecabezas sueltas, un reloj con un tic tac avanzado y una serie de acontecimientos abollados. “Cenizas en la boca” está construida en cuatro partes que alternan periodos en México y en España. La memoria de la narradoraarticula un mosaico de situaciones que van del presente a la infancia, a las vivencias más recientes de ella misma, a su hermano Diego, eje del relato, y el entorno familiar y social. Formando ese círculo perfecto que empieza y acaba con la misma frase. Si el arranque de la novela ya impacta no lo hace menos la narrativa utilizada, callejera, versátil y mezcla del habla de lugares dispares. De lenguaje nutrido, vivo y cambiante, juega muy a favor de la narración, el recurso de la primera persona de la protagonista, a modo de dialogo interno y desordenado. Con una narrativa intensa, cruda, sincera y demoledora, Brenda Navarro os habla con valentía del desarraigo y la xenofobia. Todas las violencias posibles. La autora sabe del poder de las palabras, de cómo es preciso llamar la atención desde la primera línea. Sus novelas abren la realidad y muestran lo feo y lo difícil de estar vivas en un mundo cada vez más hostil. La escritora mexicana es aguda y penetra en los intersticios estrechos y se mueve en el filo de la navaja. En “Cenizas en la boca” hay una tremenda conversación de la protagonista con ella misma al tratar de otorgarle sentido a los acontecimientos que han signados su vida y que están marcados por el dolor y el sufrimiento. La protagonista necesita encontrar respuestas. A modo de crónica su personaje ofrece detalles sutiles para conectar esos recuerdos con el lector con una memoria reconstruida; pero funciona como una novela coral, porque es de alguna forma el relato de todos los personajes que la pueblan. La narradora sirve como hilo conductor de todas las historias de la gente que la rodea. Tiene alma y muchas voces. Con unos personajes agarradoscon alfileres. Dicho eso con sentido elogioso, porque la fragilidad con la que están construidos es la que realza la fortaleza literaria, la rotundidad de los mismos. Navarro describe, no juzga, muestra para que quien lee decida si quiere catalogar o no, si quiere entender o rechazar. Porque, en lugar de atosigarlos con estereotipos, os regala unos personajes magníficamente construidos en sus cualidades. La humanidad, por encima de todo. La protagonista encarna su propio síndrome de Ulises y recorre las viñetas de una vida errante dando tumbos por México, Madrid y Barcelona. Un viaje físico y emocional por un mapa de curros precarios, una madre distante, activismo para mujeres migrantes, la cruz de un hermano lleno de rabia y sobre todo de silencio, el vértigo de la desesperación y la perdida. Leerla es un viaje emocional intenso. Es un libro duro, mucho. Es desgarrador. Pero aun así es necesario. Hay que leer a Brenda Navarro.