Revista Cultura y Ocio

¿Censura?: mi frustrado homenaje a José María Millares en el Cervantes

Publicado el 29 noviembre 2011 por Almargen
Siempre es bueno dejar pasar un cierto tiempo para valorar los acontecimientos con una perspectiva desapasionada y, por ello, más rigurosa que en caliente. En este caso, el acontecimiento sucedió hace casi un año. No es un asunto banal (no lo fue), aunque para evitar complicaciones y juicios interesados (y, todo hay que decirlo, para no perjudicar a una de las partes, el editor y creador de la prestigiosa editorial de poesía Calambur) preferí dejar que el tiempo pasara para reflexionar con calma sobre lo ocurrido y dejar que la distancia eliminara lastres emocionales.

¿Censura?: mi frustrado homenaje a José María Millares en el Cervantes

José María Millares Sall

Vayamos a la historia: el pasado mes de enero tuve no sé si la suerte o la desdicha de vivir, en primera persona, la experiencia de la censura o del veto. Fue con motivo del homenaje póstumo que la editorial Calambur, con Emilio Torné a la cabeza, organizó, en la sede del Instituto Cervantes de Madrid, en honor a la memoria del gran poeta canario José María Millares Sall y con motivo de la concesión, a título póstumo, del Premio Nacional de poesía 2010 a su libro Cuadernos (2000 - 2009). El homenaje se celebró el día 19 de enero (podéis verlo íntegro en Cervantes TV pinchando aquí) y contó con la presencia y la lectura de los siguientes poetas: Alejandro Céspedes, Jordi Doce, Ignacio Elguero, Olvido García Valdés, Ana Gorría, Antón Lamazares, Nieves Mateo, Miguel Ángel Muñoz San Juan y Ada Salas.  Una lista cerrada a última hora en la que faltaban dos nombres: el del autor de este blog, y el de Félix Grande. El primero, por haber sido eliminado el viernes previo a la celebración del homenaje (el 19 era miércoles); el segundo porque no acudió al homenaje por imprevistos problemas de salud, tal y como fue expuesto por Emilio Torné durante el desarrollo de acto.
¿Censura?: mi frustrado homenaje a José María Millares en el Cervantes
Lo descrito en el párrafo anterior, con la salvedad de lo escrito en las dos primeras líneas, es la historia conocida. Sin embargo, hubo una intrahistoria. La intrahistoria de un atropello, de un auténtico acto de censura que me afectó personalmente. La instrahistoria se inicia el 4 de enero de 2011, cuando el director de editorial Calambur me llamó para invitarme a participar en el homenaje. La razón de mi presencia, junto a mi condición de poeta y de conocedor de la obra de Millares Sall, era que yo había sido el autor de la critica al libro galardonado. Mi crítica apareció en el diario El País con el título "Pulso existencial" y fue  una de las pocas que se publicó en la prensa diaria (por no decir la única). Mi participación, como la del resto de los poetas, consistiría en la lectura, en la tribuna de la sede central del Cervantes, de un poema del autor canario por no más de tres minutos. Por supuesto, acepté encantado. A lo largo de los días posteriores, Emilio Torné me informó, en alguna conversación telefónica, de la marcha de la organización, de las características que tendría el acto y de los poetas que habían aceptado participar en él. La relación se puede leer en el párrafo anterior y, por ello, no me extiendo.
Pasaron unos días (que aproveché para releer la obra de Millares y para seleccionar un par de poemas para su lectura) y, a la espera del típico tarjetón y de la cita,  me olvidé del asunto mientras la editorial, con la institución anfitriona, organizaba el acto, las invitaciones y el resto de las actividades que exigía cumplir el objetivo que Calambur se había planteado. El día 14 de enero, casi a mediodía, recibí una llamada de Torné. La noticia fue clara y rotunda aunque comunicada con la desolación propia de quien sabía que, para salvar el homenaje, había tenido que tragar con una clara injusticia. Me dijo que las más altas instancias del Instituto Cervantes le habían comunicado, en la voz de su director de cultura de entonces  Rufino Sánchez, y en una conversación telefónica, que yo no podía estar en el homenaje póstumo a Millares. Es decir: debía ser borrado de la lista de lectores de poemas. No había explicación, ni razón alguna (le hablaron de horarios y otras excusas nada convincentes) que la justificara. Simplemente que Manuel Rico no podía estar. Mi primera reacción fue expresar públicamente mi protesta ante tan intolerable exigencia y llamar al Cervantes para que alguien me explicara las razones de la misma, pero Emilio Torné me dijo que eso pondría en peligro el homenaje, que en él estaba comprometida la familia del poeta y el resto de los escritores y que no podía arriesgarse a que todo se fuera al traste. Lo entendí e hice un monumental esfuerzo de racionalidad.
Estuve presente, entre el público, en el homenaje. No vi al citado director de cultura. La directora del Instituto intervino brevemente en la apertura y a los pocos minutos desapareció. Supe, al principio del acto, que el poeta Félix Grande, había excusado su asistencia por razones de salud. Me llamó aquella noche para expresarme su solidaridad y su desconcierto: me dijo que no podía entender lo que había ocurrido con mi exclusión. Digo más: añadió que era la primera vez que tenía noticia de semajante actuación en su ya larga relación con el Instituto. Ése era su problema de salud, estoy seguro.
Algunos amigos íntimos me aconsejaron en aquel momento escribir un artículo denunciando aquella actuación. "Si no en el periódico, al menos en tu blog", me decían. Sin embargo, opté por la responsabilidad y por salvaguardar el compromiso con Calambur. Sí trasladé al antes citado director de cultura (hoy, para vergüenza de quienes vivimos aquel episodio y para quienes creen en la libertad de expresión, es director en el Cervantes de Recife, Brasil) mi protesta por correo electrónico. Su respuesta, tras insistir mediante otro correo ante su silencio, fue elusiva, brevísima y vergonzante. Me decía que era una actividad organizada, cito textualmente, "con la misma normalidad que el resto de actividades que se realizan en esta casa". Aquel e-mail no hizo sino dar mayor gravedad al asunto: yo había trabajado 3 años en tareas de dirección en el Cervantes y nunca, bajo ningún concepto, se había vetado a nadie en ninguna actividad propuesta por editoriales u otro tipo de entidades con un mínimo de solvencia cultural. Su nota hacía todavía más incomprensible el despropósito. Pensé que si la "normalidad" era aceptar o excluir a escritores, una institución de tanto prestigio como el Cervantes tenía un director de cultura (y a quien por encima de él legitimaba su actuación) instalado en la anormalidad, en la excepción. Es decir, en la censura.
Pronto se cumplirá un año de aquel "insuceso". El Cervantes, con toda probabilidad, habrá cambiado, para entonces, en su máxima responsabilidad. Creo que sólo una concepción abierta, tolerante, plural e integradora de la cultura puede dar pleno sentido a una institución que este año 2011 ha cumplido un cuarto de siglo. Mi identificación con la izquierda política y con los movimientos sociales y culturales progresistas casi desde la adolescencia me hace desconfiar de que ello sea así tras el triunfo del Partido Popular. No obstante, trabajaré a fondo, en mi condición de escritor y con mis modestas posibilidades, para que un episodio como el que aquí he relatado no vuelva a tener lugar. En todo caso, mantengo desde entonces una incógnita que nadie ha resuelto: ¿por qué razón se produjo aquella exclusión? "The answer, my friend, is blowing in the wind", que diría Bob Dylan

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