La monarquía española está destapando su verdadero rostro y deja al desnudo su propia naturaleza antidemocrática, al imponer la censura a periodistas y redactores en actos que sólo tengan prevista cobertura gráfica, es decir la mayoría. Todo un ejemplo de respeto a la libertad de información y expresión, que a la casa real tanto le incomoda porque ha construido su imagen sobre la tergiversación de su pasado, la complicidad, cuando no sumisión, de los medios de comunicación y la opacidad sobre sus ingresos millonarios, finanzas, negocios turbios y amistades peligrosas. Juan Carlos I está molesto porque la prensa especula con su estado de salud y en lugar de asumir este debate con naturalidad, como debe ser, arremetió el pasado martes contra periodistas y redactores, en un alarde de intolerancia, que se transforma ahora en un veto abierto, que recuerda a viejas prácticas, que están, ¿casualidad?, en el origen de la monarquía de los Borbones. La casa real española ha gozado y goza de un trato de favor, del que no disfrutan sus colegas europeos, y por ello esta actitud es aún más difícil de entender. Ojalá la respuesta de la prensa a tanta prepotencia sea abordar la información de Zarzuela con transparencia, normalidad y crítica legítima, al igual que cualquier otra institución. Y, por favor, que no nos repitan nunca más que el rey es un “tío campechano“. Suena tan cortesano, pelota y servil que avergüenza. SALUD Y REPÚBLICA