Tras la larga y pegajosa noche, Luis recibe un mensaje de Sara en el que le pide que la llame. Parece que por fin el joven va a tener la oportunidad de conseguir lo que lo ha empujado a atravesar el país de norte a sur, pero ¿por qué Sara ha tomado la decisión de quedar con él? La respuesta, en este capítulo 22 de Centrifugando recuerdos.
Durante estos meses de escritura me ha acompañado música muy diversa, desde REM a Triana, pasando por Pearl Jam, Moby y The Corrs, pero estos últimos días, con la acción desarrollándose entre las paredes del piso de Sara y Tere, o en la pensión donde se aloja Luis, con el recuerdo especialmente punzante, el calor, el vino, la noche…, la banda sonora ideal la pone alguna de las baladas oscuras de Garbage. Por ejemplo, ‘It’s all over but the crying’.
(Los capítulos anteriores los puedes leer aquí)
La mano que sostiene el móvil tiembla. «Llámame. Dice que la llame». Luis siente todo el cuerpo revolucionado. «¿Por qué reaccionas así? Es ridículo», le reprocha una voz en el cerebro, pero él no escucha porque Sara le ha pedido que la llame. Lee el mensaje una y otra vez mientras con la mano libre, sin darse cuenta, arranca trocitos de servilleta, que va apilando en un montoncito junto a la taza.
—¿Qué quieres, Sara? ¿Has cambiado de opinión? —murmura en el momento en que la perrita regresa y se tumba bajo la misma silla de antes. Se lo queda mirando con esos ojos semiescondidos que parecen de un muñeco de peluche— Dice que la llame —le comunica Luis. El animal levanta la cabeza, como si estuviera realmente interesado en los asuntos sentimentales del humano—…
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