Cerámica andalusí del Castillo del río de Aspe
Castillo del río de Aspe.
Cerca de Aspe, en la margen izquierda del Vinalopó que por aquí ya está exhausto, hay un castillo sobre un alto, en un meandro del río donde entre carrizos anidan los patos. El cerro sobre el que se asienta está rodeado de lienzos de muralla de mampostería, semi arruinada, y conserva restos de doce torreones, algunos en peligro de desmoronarse del todo, delimitando un gran espacio que forma terrazas, el albacar de la fortaleza. Es un paisaje singular que rezuma historia, es una pena que las chumberas que colonizaban las ruinas estén afectadas por una enfermedad que afea el conjunto.
Fue excavado en parte, y nos dice Rafael Azuar que este recinto daría cobijo a unas trescientas personas, que habitaban casas de una altura con cubiertas de ramaje y barro y tenían sus animales y almacenes en ese gran patio común.
Recreación del interior de una vivienda andalusí en Algeciras.
Una de esas fuentes es el almeriense Al-Udri, geógrafo de Dalías que en el siglo IX hace mención de Ash o Asf, o sea, la alquería de Aspe, coincidiendo este lugar con el itinerario que describe en su trabajo sobre la Marca Superior de Al Andalus, centrado en la Cora de Tudmir.
Escaramuza entre árabes y cristianos, Museo de Alcoy.
A la fecha, los correspondientes enterramientos no han aparecido. Hay una importante necrópolis cerca, en Vistalegre, pero es cinco siglos más antigua, visigoda.de cuatro siglos. Tampoco sabemos dónde vivían estos visigodos ahí enterrados, por cierto, pues el poblamiento tardorromano está atestiguado en los alrededores sólo hasta el siglo VI, y las tumbas de vistalegre están fechadas en el VIII.
El caso es que este lugar se despobló, trasladándose la población al lugar del Aspe actual. Algo parecido podemos imaginar que pasó con los moros de Elche que ocuparon lugares estratégicos al norte de la actual población, como La Moleta o El Castellar de Morera, pienso, pero es algo por estudiar.
La fortaleza conocida como Ash, Asf, o Aspe el Viejo, fue por tanto ocupada durante un siglo aproximadamente. Pero las excavaciones nos confirman que los terrenos que ocupa fueron nivelados con tierras que contienen restos de habitantes mucho más antiguos. Si el espacio que ocupa la fortaleza lo encuadramos en uno más amplio, abriéndolo en superficie hacia el Tabayâ, constataríamos una ocupación ininterrumpida durante más de dieciséis siglos.
Don Daniel Jiménez de Cisneros, infatigable profesor que se interesó a principios del siglo XX por los fósiles, a menudo encontraba restos arqueológicos en sus excursiones, de los que daba cuenta en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural. Allí dijo que en el Castillo del Río de Aspe (donde residió) se encontraban restos de cerámicas micáceas, como él llamaba a la cerámica a mano con desgrasantes, además de celtibérica (ibérica) y barros saguntinos, es decir, terra sigillata. También Don Pedro Ibarra, el ilustre archivero ilicitano, recorrió este paraje, y a esas pastas micáceas las llamó, imprecisamente porque entonces no lo tenían fácil, “neolíticas”.
Don Enrique Llobregat, a quien tuve el honor de conocer, siendo yo adolescente, durante las excavaciones del Cabezo Lucero, menciona en su Tesis Doctoral sobre la Contestania Ibérica, el hallazgo de un lekythos ático, que da la cronología más antigua, un idolillo y una lápida romana junto a cerámicas pintadas ibéricas y sigillatas, “cerca“ del Castillo del Río.
Recientemente, recalzando una torre del castillo, se ha encontrado un muro de mampostería de una estancia con su pavimento, perteneciente a una vivienda de las postrimerías de la etapa romana. En el habitáculo los arqueólogos, se nos cuenta, han recuperado vajilla fina a molde, ánforas importadas de Túnez así como cerámicas comunes de cocina, según un diario local. Y ello de principios del siglo VI después de Cristo.Rafael Azuar había mencionado antes, entre la tierra revuelta de sus excavaciones, fragmentos de cerámica ática, campaniense e ibérica y, sobre todo, sigillata clara D, con sigillatas grises.
Carrizos del Vinalopó, al pie del castillo. es una zona de caza abundante.
Dice José Ramón García Gandía, en su Síntesis arqueológica de Aspe, y siguiendo a Alfredo González Prats, que en el Castillo del Río los niveles ibéricos, o bien fueron totalmente arrasados por las construcciones islámicas, o la cerámica ibérica formaba parte de las tierras utilizadas como tapial por las gentes que acondicionaron la zona ya en el siglo XII.
En resumen, antes de ser una alquería islámica que fue fortificada en el siglo XII, hubo, si no en el lugar exacto de la misma, sí en un espacio más amplio que comprendía éste, un poblado ibérico desde cuatro siglos antes de Cristo, que, romanizado, fue villa rústica. Esta villa se identifica hoy con la citada por el Itinerario de Antonino como Aspis. En todo caso, situada en el recorrido de la Vía Augusta.Nos describe la citada Síntesis de García Gandía, siguiendo a Reynolds, que los materiales aparecidos muy cerca de este lugar, en un punto donde aparecieron cuatro enterramientos expoliados, son tardorromanos, sigillata africana de entre los siglos VI y VII de nuestra era.
La cerámica andalusí, cuya descripción tomamos de Azuar, confirma esta ocupación de la fortaleza de en torno a un siglo. De una parte, dice su excavador, no aparecen cerámicas en verde y manganeso, ni cuerda seca, ni con esgrafiado o verdugón, es decir, no hay evidencias de cerámica califal o taifal. Tampoco algunas de las cerámicas características de los siglos X y XI, como candiles de piquera, o ciertas formas típicas de redomas o marmitas, por lo que adscriben la ocupación desde la segunda mitad del XII a fecha límite 1.268, período que el autor denomina “africano”.
arqueológica también.
Finalmente, acompaño el resumen descriptivo de las cerámicas hispano árabes que han proporcionado las sucesivas excavaciones: ataifores vidriados en verde claro o turquesa, redomas piriformes de base plana en verde interior y exterior,jarras de cuello alto (tipo cántaro) en barro claro decoradas con manchas o goterones de óxido de hierro, jarritas pintadas en manganeso con decoración geométrica, otra de cuatro asas pintada al manganeso con falsa epigrafía sin esgrafiar, otras jarritas de base plana algo convexa y cuello recto algo abierto y asas rectas con base en el cuello decoradas con tres pinceladas de manganeso cruzadas en la panza y tres en el cuello, cazuelas planas de base convexa con borde moldurado para tapadera y dos asas en pasta roja con desgrasantes y vedrío melado interior, tapaderas cóncavas de pedúnculo central y labio plano, alcadafes con abundante desgrasante vegetal, sin marcas de torno, y peinados en la panza, marmitas globulares de cuello alto y recto, labio biselado al interior y dos asas, de pasta roja vidriada al interior y goterones, tinajas con decoración de ondas, peinados y ungulados, algún estampillado degenerado.