Marshall McLuhan no se cansaba de repetirlo: la invención de la imprenta produjo muchos cambios, desde la consolidación del pensamiento cientifico moderno hasta el individualismo que terminó generando las democracias contemporáneas. Para el teórico canadiense había un antes y un después de Gutenberg. Sin caer en determinismos tecnológicos, creo que podemos acordar en que la tecnología de la palabra impresa, como mínimo, aceleró y dio una dimensión mayor a procesos que estaban “in nuce” dentro de la sociedad europea del siglo XV y XVI.
Las independencias de los países latinoamericanos y la difusión del pensamiento liberal -que se oponía a la decadente ideología monárquica- en el siglo XIX también latió al ritmo de la palabra impresa. Lo primero que hacían los intelectuales de ese siglo era fundar un periódico. La lucha política era una lucha de palabras escritas con la pluma y después difundidas con caracteres de plomo entintados. Y cuando se cansaban de escribir, dejaban la pluma y tomaban la espada… ¿Se acuerdan del Himno a Sarmiento? “Por ver grande a la Patria tu luchaste / Con la espada, con la pluma y la palabra”.
En el siglo XX la política dejó la palabra para volcarse progresivamente a la imagen. La videopolítica nació con el debate televisivo Kennedy-Nixon (1962) y llega hasta nuestros días, cuando nos gobierna una generación de dirigentes políticos formada en gran medida en la Corporación Dermoestética. De la videopolítica se ha escrito mucho, sigue siendo una de las principales herramientas para la construcción de hegemonías, pero algo está cambiando…
La pregunta sería: ¿Cómo se hace política en el siglo XXI? El libro “Comunicación y Poder” de Manuel Castells nos brinda el marco adecuado para responder a esta pregunta. En esa obra el sociólogo analiza cómo las nuevas formas de comunicación en red son utilizadas tanto para la construcción de hegemonías como para la transformación de las relaciones de poder. Los hechos de Túnez y Egipto de estas semanas vuelven a poner el tema sobre la mesa: ¿son las redes sociales un instrumento fundamental para la praxis política de este siglo? ¿O se trata simplemente de una moda pasajera?
En el 2002 Howard Rheingold llamó la atención sobre los flashmobs construidos a puro golpe de SMS. En España tuvimos un caso paradigmático de movilización política “flash” en los días posteriores al 11M. Poco a poco Twitter fue sustituyendo al SMS como medio informativo reticular (ver mi post Después del temblor: la movilización de las masas en la época post-SMS). En ese post escribí lo siguiente: “Es posible que estemos atravesando una transición desde una forma de movilización nacida en la Revolución Francesa -basada en el control de la Plaza para protestar frente al Palacio- a otra que se expresa de forma virtual pero no menos efectiva”. La situación se vuelve más compleja cuando, a las movilizaciones virtuales, se suma la presencia de las masas en las calles. ¿Cómo se relacionan ambos mundos?
Una referencia ineludible en este debate es el polémico artículo de Malcolm Gladwell titulado Small Change. Why the revolution will not be tweeted (publicado en octubre 2010). Según Gladwell a menudo se atribuye a las redes sociales la explosión de movimientos opositores (Irán, Moldavia, etc.) en los cuales el rol de Twitter o los emails es secundario. “En el caso de Irán -dice Gladwell- la gente que tuiteaba sobre las manifestaciones estaba casi toda en Occidente”. La historia vuelve a repetirse en Túnez y Egipto: ¿Hasta dónde las manifestaciones son un fenómeno nacido y auto-organizado desde las redes sociales?
Algunas opiniones de estos agitados días…
- It’s Not Twitter or Facebook, It’s the Power of the Network (Mathew Ingram): Después de pasar revista a los principales argumentos, desde los que sostienen la poca importancia de las redes en las movilizaciones hasta los ciberutopistas que defienden su centralidad, Ingram sostiene que los social media pueden ser importantes, tanto para difundir la palabra -lo cual brinda soporte moral o emocional dentro del propio país y permite conseguir apoyos externos- como para facilitar la organización gracias al poder de las redes.
Citando a otro periodista Ingram concluye que las redes pueden servir como “aceleradores” del proceso, una hipótesis similar a la que deslicé al comienzo de este post (cuando me refería a la imprenta). Y cierra su artículo con estas palabras: “In the end, the real weapon is the power of networked communication itself. In previous revolutions it was the fax, or the pamphlet, or the cellphone — now it is SMS and Twitter and Facebook. Obviously none of these things cause revolutions, but to ignore or downplay their growing importance is also a mistake”.
- First thoughts on Tunisia and the role of the Internet: este artículo de Evgeny Morozov (autor del libro The Net Delusion, en el cual desmonta el mito de la democratización internetiana) refleja su escepticismo respecto a las movilizaciones nacidas al calor de las redes sociales. Según Morozov la red sirve para movilizar pero al mismo tiempo es un dispositivo de vigilancia ciudadana y de control bajo forma de entretenimiento.
Según sus propias palabras: “it’s wrong to assess the political power of the Internet solely based on its contribution to social mobilization: We should also consider how it empowers the government via surveillance, how it disempowers citizens via entertainment, how it transforms the nature of dissent by shifting it into a more virtual realm, how it enables governments to produce better and more effective propaganda, and so forth”.
- Manuel Castells, en La wikirrevolución del jazmín, propone una mirada opuesta: “Las masivas protestas que derrocaron al dictador tunecino Ben Ali muestran nuevamente el poder de los movimientos sociales espontáneos en un entorno de comunicación digital. El proceso, que en menos de un mes hundió un régimen sólidamente asentado desde 1987, ha seguido una pauta familiar…”. El recorrido es paradigmático: un hecho dramático desborda a las autoridades, la gente sale a la calle, la policía reprime… y las imágenes y mensajes de protesta dan la vuelta al mundo gracias a las redes digitales.
Apunta Castells: “Obviamente, no es la comunicación la que origina la revuelta. Esta tiene causas profundas en la miseria y la exclusión social de buena parte de la población, en la pantomima de democracia, en el oscurantismo informativo, en el encarcelamiento y tortura de miles de personas, en la transformación de todo un país en la finca de las familias Ben Ali y Trabelsi con el beneplácito de EE.UU., los países europeos y las dictaduras árabes.” Entonces, ¿por qué hablar de wikirevolución? Porque se trata de “una revuelta cogenerada sin estrategia central, por la simple indignación de miles de jóvenes dispuestos a arriesgar sus vidas”.
Estas lecturas eminentemente políticas se pueden enriquecer con otro debate: ¿Es Twitter un medio de comunicación en red o un medio informativo de “broadcasting”? Según Brian Solis los números demuestran que Twitter se encuentra más cerca de un medio tradicional que de una verdadera red social. En su artículo Is Twitter a Conversation or Broadcast Platform? (2009) Solis sostenía que Twitter seguirá siendo una “rapid-fire broadcast network” hasta que los usuarios aprendan a comunicarse y entiendan cómo participar y contribuir en un contexto más conversacional.
Solis se basa en estudios cuantitativos que permiten analizar el comportamiento de los usuarios de Twitter y cómo evoluciona el flujo de Tweets. En otro post más reciente (This is a Click to Action, 2010) los números parecen volver a darle la razón: un estudio de Sysomos confirma que Twitter funciona más como medio de broadcasting que como red social (ver infografías y el vídeo del estudio).
El dirigente argentino J. W. Cooke se reía de los querían “hacer la Revolución con tiralíneas y escuadras”… Los procesos de transformación social siempre fueron caóticos y estuvieron marcados por un alto grado de improvisación. Esto no ha cambiado, pero tampoco podemos negar que las cosas hoy pasan más rápido y adquieren una repercusión antes inimaginable. No resulta nada fácil teorizar o siquiera reflexionar “en tiempo real” sobre procesos sociales tan evasivos, veloces y caóticos como los que se están dando en Túnez o Egipto.
Como ya dijimos en este blog, necesitamos una teoría social post-Facebook para comenzar a comprender estos procesos (ver mi post El futuro de la teoría social (o la sociología después de Facebook). Una cosa es cierta: si estos procesos se presentan cada vez más evasivos, veloces y caóticos es gracias a las redes sociales.
enero 30, 2011 en 8:03 am
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Fuente: Hipermediaciones
Imagen: Egipto