Hace poco más de un mes aparecieron anuncios en varios portales ministeriales españoles llamando a los musulmanes de todo el mundo a regresar a Al-Ándalus para devolverlo al islam.
Una vuelta que no puede ser pacífica, aunque abunden aquí los obispos Oppas y los condes Don Julián, que facilitaron la invasión musulmana en 711.
El acto de piratería informática que desconcertó al Gobierno se unía a las crecientes campañas islámicas para reconquistar España, pacíficamente o por las malas.
Unas, por las buenas, son culturales y solamente de repoblación étnico-religiosa, otras directamente yihadistas.
Pero todas reclaman España como territorio del islam, centro de su brillante cultura medieval e inicio de su decadencia hasta hoy, cuando comienza a reverdecer, según afirman ambas visiones misioneras.
Hay diariamente nuevos programas de televisión en países árabes dedicados a Al-Ándalus, los presentadores de noticias hablan como si fuera suyo, y Al-Qaeda y los terroristas del Califato Islámico lo reclaman en agencias propias y distintos medios informativos; pero además en todas las redes de internet, desde las que llaman a los fieles a empezar ya una gigantesca yihad aquí.
Mientras, supuestos progresistas españoles defienden aquél Al-Ándalus tolerante de las leyendas románticas, cuando los historiadores serios advierten que en realidad el Califato de Córdoba era cruel, intolerante y brutalmente machista, parecido al actual Califato del Daesh.
Los pseudoprogresistas no condenan la yihad, y la justifican al acusar a occidente de provocar un terrorismo que en España no empezó con los 191 muertos de los trenes del 11M de 2004, sino en 1985, con los 18 asesinados de un bombazo en el restaurante El Descanso, también de Madrid..
Y olvidan que, además del yihadismo organizado, cualquier fiel enloquecido puede sentirse llamado por las huríes y suicidarse entre centenares de personas.
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