Hace ya mucho tiempo que los Usa mandan en el mundo y, por lo tanto, aquí también. Y no lo escribo sólo por el dominio que se lleva a cabo en las llamadas “bases militares de utilización conjunta”, en las que los militares españoles sólo se ocupan de las labores subalternas, sino también porque Zp, en el inicio de su mandato, consideró ineludible realizar una acto simbólico pero muy importante, quizá demasiado importante, vistas las consecuencias, que demostrara que él no estaba en modo alguno dispuesto a seguir con la claudicante sumisión a los Usa del mandato de Aznar: la retirada de nuestras tropas de Irak.
Pero hay una abismal distancia entre aquel Zp, que ni siquiera se levantaba de su asiento al pasar la bandera de las barras y estrellas, a éste que se cambia radicalmente de chaqueta política cuando recibe una llamada si no de su amigo George sí de su admirado Obama.
El difunto Carlos Mendo no se cansaba de anunciarlo, con toda la retranca del mundo, en las tertulias de la Ser, cuando decía “vamos a ver lo que hace este machote cuando lleve nada más que un año en La Moncloa”.
El viejo zorro ultraconservador, que dedicaba gran parte de su tiempo a justificar el execrable “statu quo” en Palestina, sabía de qué va realmente la cosa porque siempre ha estado muy cerca de donde se ejerce el poder real en este mundo y estaba seguro de que los Usa no tolerarían por mucho tiempo esa independencia aparente de Zp, porque en este puñetero mundo las apariencias también tienen su imperio.
De modo que, ahora, ya lo hemos visto, no somos sino un monaguillo más del Sumo Sacerdote que habita en la Casa Blanca que, por cierto, les parece un desaforado comunista a muchos de los habitantes de aquel enloquecido país, esos peligrosísimos orates que están fundando células absolutamente fascistas allí, los llamados “tea partys”.
Del mismo modo, aquí, a este fidelísimo seguidor de Obama, no ya sólo admirador, sino incluso imitador de él, le han empezado a salir “café partys”, debajo de sus mismas barbas, vease, si no, lo que ocurre con Cercas.
Javier Cercas es un buen novelista que tiene, creo, carnet del partido socialista. Ahora, le han dado no sé qué premio nacional por una novela, “Anatomía de un instante”, en la que narra los intríngulis del golpe de Estado del 23 F, libro que estoy deseando leer porque yo, hace ya muchos años, en 1988, publiqué otro, “Secuestros”, en el que trataba el mismo tema.
Pues, bien, éste, que podríamos llamar intelectual orgánico del Psoe, acaba de dar un paso decisivo en su carrera, apoyando ultralímites al ultraderechista Vargas Llosa, llegando incluso a decir, en su defensa de este singular retrógrado, que a él, Cercas, le borren de la lista, con todas las consecuencias, de los que critican a dicho paladín, según él, de todas las libertades. ¿Por qué?:
1) ¿porque existe una mafia no reconocida entre todos los escritores de éxito, en la que impera eso de “hoy por ti, mañana, por mí”, y que se pone de evidente manifiesto en la concesión de los premios literarios, de cuyos jurados forman parte siempre los más famosos de todos ellos, de modo que es sumamente peligroso, si uno quiere prosperar en ese camino, demostrar que es capaz de infringir esa norma que impone “perro no come perro”?;
2) ¿porque Cercas es columnista habitual de El País, cuyo Dios Supremo literario es precisamente Vargas Llosa y, espontáneamente, o convenientemente exhortado por Cebrián, ha creído necesario salir en defensa de un individuo que ha pasado de ser un comunista desaforado a un ultraliberal capitalista neocon, más desaforado aún?;
3) no lo sé, no lo puedo saber pero lo cierto es que el autor de una entrañable novela en la que se cantaban las excelencias de aquellos republicanos ¿y marxistas?, “Soldados de Salamina”, ha pasado a liderar un movimiento intelectual en defensa de un tipo que hoy es, sin duda, el abanderado de la peor de las revoluciones conservadoras que se producen en el mundo, con tal fuerza que ha obligado a los rectores del premio Nobel a dar un giro copernicano en su “política”, que ha pasado de otorgárselo a reconocidos comunistas como Gabriel García Márquez y José Saramago, a este singular defensor de ese nuevo fascismo que representan los usa, con sus famosos “tea partys”, premio que se ha resistido mucho años a concederle precisamente por su conducta política ultraconservadora;
4) ¿cuánto vamos a tardar nosotros en ver proliferar por aquí grupos fascistas de este tipo que, seguramente, elegirán para su denominación el eslogan “café partys”, por ese irresistible mimetismo que sentimos por todo lo usaniano?