No quiero resultar agorero, pero seguro que habéis notado, o notaréis si aún no pasáis de los cuarenta, cómo con el paso del tiempo vuestras piernas y vuestro cerebro se han vuelto algo más perezosos. Y es que, por mucho que nos cuidemos, nuestras neuronas envejecen y mueren, de forma que las que aún resisten al pie del cañón deben hacer un esfuerzo cotidiano mayor que cuando eran jóvenes y estaban más acompañadas.
Sin embargo, también os habréis percatado de que todavía sois capaces de realizar muchas tareas complejas tan bien o incluso mejor que cuando erais unos veinteañeros. Esto es especialmente evidente cuando se trata de tareas que probablemente aprendisteis hace mucho tiempo y que se han ido afianzando con una práctica intensiva y repetitiva.
El motivo de esta resistencia obedece en parte a que con la práctica, las áreas del cerebro encargadas de una determinada habilidad motora, perceptiva o cognitiva se expanden. Al ser mayor la zona responsable, cualquier pequeño daño cerebral asociado al envejecimiento no afectará a toda el área, con lo que la competencia adquirida no se perderá, pues siempre sobrevivirán neuronas en esa extensa región que se harán cargo de la faena.
Otra justificación tiene que ver con que con la práctica disminuye la demanda metabólica de oxígeno por parte del tejido neuronal responsable de la tarea. Así, aunque con la edad vaya disminuyendo el aporte de oxígeno a nuestro cerebro, podremos realizar la tarea con un menor suministro, siempre que se trate de una competencia o habilidad bien consolidada. Es decir, aumenta la eficiencia de esas neuronas bien entrenadas, que necesitarán poco combustible para hacer bien su trabajo.
El efecto combinado de estos fenómenos contrarresta de forma eficaz las consecuencias que algunas enfermedades degenerativas o el simple envejecimiento neuronal tienen para nuestro rendimiento cognitivo. A pesar de la edad, salvo contadas excepciones, no perderemos nuestra pericia a la hora de ejecutar esas tareas de dominio bien asentado. Sin embargo, eso no ocurrirá con competencias y habilidades de reciente adquisición, que aún precisaran de una buena oxigenación y que se ubicarán en una reducida zona cerebral. En este caso deberemos realizar un esfuerzo mayor y practicar más que cuando éramos más jóvenes hasta que la competencia se encuentre bien consolidada, y aumenten las neuronas implicadas, que también consumirán menos O2.
Es decir, al igual que el mantenimiento de un buen tono físico a una edad avanzada precisa de un esfuerzo mayor que en la juventud, el aprendizaje de nuevas tareas requerirá de más práctica hasta lograr una consolidación que resista bien el paso del tiempo. De lo contrario seremos testigos de cómo esas competencias recién aprendidas se evaporan generándonos una intensa frustración, ya que tendremos que volver a empezar de nuevo.