Puede haber múltiples motivos para escribir un blog; sin duda, la vanidad es el principal en la mayor parte de los casos. En este, como ya he explicado, también tuvo que ver bastante el aburrimiento y la falta de talento para granjearme otra ventana desde la que perorar. Luego ya, si uno es medio decente y constante se las apaña para aparentar por escrito que en su vida suceden cosas apasionantes, que está a la última en los temas que hay que estar y que parte la pana y si no está forrado es porque la sociedad premia a los mediocres y tal y tal... el caso es que el blog es una obligación. Una obligación con la propia vanidad que nos impide reconocer que nuestras vidas son comunes, aburridas y pasan los días como trenes de ceracanias sin que seamos capaz de distinguir uno de otro. De tal modo, el blog termina por darnos la medida de nosostros mismos: el día que rumbo al tajo te vas preguntando ¿de qué escribo hoy? y miras alrededor...
Supongo que lo habré escrito por aquí en varias ocasiones porque lo pienso a menudo: lo peor de las crisis es que el mundo no se detiene para ti. Demasiado a menudo, la vida se asemeja a un ring de boxeo en que cuanto más noqueado vas, más golpes recibes; y el arbitro encargado de lanzar la cuenta atrás se ha ido de cañas... Deberíamos tener opción a solicitar un tiempo muerto en nuestras vidas. Un espacio-tiempo en que permitir cicatrizar a las heridas antes de infligirnos otras nuevas. Tantas veces deberíamos colgar en la puerta de nuestras vidas el cartel de "cerrado por reflexión" antes de seguir errando hacia delante.