Cerrando el círculo en la Plaza del Rey

Por Manugme81 @SecretosdeMadri

Algunos de mis primeros, y vagos, recuerdos que se diluyen en Madrid están unidos a la Plaza del Rey. La conocí hace 10 años cuando vine de visita un fin de semana, ahora el destino nos ha querido juntar de nuevo y vivo a dos escasos minutos de ella. Una oportunidad única para perderme, una y otra vez, por sus secretos y pasado.

Uno de los primeros recuerdos que tengo ligados a Madrid es el de estar en uno de los bancos de la Plaza del Rey, supongo que en torno al año 2005 más o menos. Olvidado su nombre y casi su fisionomía, mucho tiempo después me volví a encontrar con este lugar. Lo reconocí en un primer vistazo, como quien se vuelve a cruzar con un antiguo compañero del colegio tras una larga ausencia. Tantos años después ahí seguía, rodeada de la Calle Infantas y la Calle Barquillo y a poquísimos pasos de la Gran Vía. Teniéndola bien localizada, a ese segundo encuentro le sucedieron unos cuantos más y, por supuesto, varias sesiones de lectura, indagando en la historia de este acogedor espacio.

La Plaza del Rey es uno de esos lugares en los que nada más poner un pie encima tienes la sensación de estar en un escenario que tiene mucho que contar y aportar al visitante. Su nombre se debe a la proclamación en 1808 de Fernando VII como Rey de España, hasta este hecho la explanada recibía el nombre de Plaza del Almirante.

También se le conoció mucho tiempo como "la plaza del circo" ya que en ella, hacia 1841, se ubicó el Teatro Circo de Paul, un espectáculo situado en los números 5 y 7 de la Calle Barquillo, donde había números de saltimbanquis y equilibristas. Su fundador fue Paul Laribeau y estuvo haciendo las delicias de los madrileños hasta que desapareció en 1879 por culpa de un incendio. Pero aquí no termina la tradición circense de este lugar ya que luego fue el Teatro Circo Price el que ocupó su lugar hasta que cerró en la década de los años setenta, antes de su reapertura.

En la Plaza del Rey si hay un elemento que destaca por encima de los demás es la Casa de las Siete Chimeneas, hoy en día sede del Ministerio de Cultura de España. Construida en el Siglo XVI, siempre ha caminado de la mano de oscuras leyendas, relacionadas con el más allá. Por su cornisa superior son muchos los que aseguran haber visto al fantasma de Elena deambulando por la noche, con aire lánguido y apesadumbrado. No hay ruta de misterio que transcurra por Madrid y no haga un alto en esta casa, cuyas siete chimeneas algunos piensan que representan a los siete pecados capitales. Además, esta casa fue uno de los escenarios donde se vivió con más crudeza el Motín de Esquilache en 1766.

En el lado opuesto de la plaza hay una presencia mucho más tangible que el espectro de Elena, me refiero al Monumento al Teniente Ruiz, otro de los héroes del levantamiento del 2 de mayo. Este militar, nacido en Ceuta, tiene un calle que lleva su nombre en el divertido barrio de Malasaña como homenaje, además de esta magnífica escultura realizada por Mariano Benlliure en 1891.

Otro aspecto al que toca dirigir nuestra atención en esta cautivadora plaza es la presencia de un gran reloj solar que permanece casi en el anonimato y en el que muy poca gente repara. Para verlo debemos alzar la mirada y buscar en lo más alto del Ministerio de Cultura. La unión de numerosas placas de granito forma este reloj que los árboles de la plaza de encargan de ocultar con recelo.

Como podéis observar, a pesar de su reducido tamaño, la Plaza del Rey es un lugar de una fuerza extraordinaria, al que salpican numerosos secretos y que nos ofrece una mirada peculiar al pasado de Madrid. Sinceralmente, jamás lo imaginé cuando la conocí hace ya una década.


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