Un equipo de 10 forenses, encabezado por el antropólogo Francisco Etxeberría, presidente de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, examinará las muestras óseas de la treintena de nichos hallados bajo la cripta del convento e identificará y seleccionará las pertenecientes al autor de El Quijote. Entonces, mediante análisis genéticos y biológicos, siempre que el estado de las muestras lo permita, se podrá determinar con mayor fiabilidad si Cervantes murió de diabetes o de cualquier otra causa desconocida hasta la fecha. Tal acontecimiento, con toda probabilidad, aportará un dato valioso que abundará en el conocimiento del genial escritor de nuestra lengua y motivará a quienes no lo hayan hecho a leer y descubrir el inmenso talento de “el manco de Lepanto”. Incluso podrán promocionarse, reubicando convenientemente en un lugar más accesible sus manoseados huesos, multitudinarias visitas turísticas a esa iglesia donde reposa Cervantes. No hay duda de que todo ello contribuirá a difundir su obra en mayor medida que la mera edición entre escolares de sus novelas, poesía y teatro, aún cuando El ingenioso hidalgo don Quijote de la Manchasea considerado una novela universal, la primera novela moderna que rompe moldes por su novedad y originalidad, y cuya lectura debiera ser obligatoria en la enseñanza del castellano, tanto a propios como a extraños que deseen aprender nuestra lengua.
Miguel de Cervantes fue un aventurero y un conflictivo personaje que, en su vida personal, tuvo diversos enfrentamientos con la justicia. Por ese motivo huyó a Roma donde se familiarizó con la literatura italiana. Allí se alistó como soldado en el tercio de don Juan de Austria y combatió en la batalla de Lepanto, resultando herido de dos arcabuzazos en el pecho y la mano izquierda, que quedó anquilosada, pese a lo cual fue tildado como "el manco de Lepanto”. De vuelta a España fue capturado por los turcos y estuvo cinco años cautivo en Argel, lo que se evidencia en datos autobiográficos en La Galatea, en el Persilesy en las comedias El trato de Argel y Los baños de Argel.
De ahí que, puestos a escoger entre dónde reposan sus restos y conocer su obra, yo prefiera lo segundo, y que todo el interés mediático, científico y cultural que despierta Cervantes fuera por su literatura, no su tumba. Será que, a semejanza del excéntrico hidalgo, a algunos nos da por combatir contra molinos de viento, transformados ahora en georradares: cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras, como nunca dijera don Quijote, sino cualquier otro.