Cervantes, entre su obra y sus huesos

Publicado el 11 junio 2014 por Daniel Guerrero Bonet
El autor clásico de la literatura española, Miguel de Cervantes Saavedra, murió en Madrid en 1616, alos 68 años de edad, después de una vida azarosa que queda reflejada en apuntes biográficos en sus obras. Por su expreso deseo, fue enterrado en el Convento de la Trinitarias Descalzas, donde desde 2011 se buscan sus restos para, en teoría, localizar la tumba e investigar las causas reales de su muerte.
Un equipo de 10 forenses, encabezado por el antropólogo Francisco Etxeberría, presidente de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, examinará las muestras óseas de la treintena de nichos hallados bajo la cripta del convento e identificará y seleccionará las pertenecientes al autor de El Quijote. Entonces, mediante análisis genéticos y biológicos, siempre que el estado de las muestras lo permita, se podrá determinar con mayor fiabilidad si Cervantes murió de diabetes o de cualquier otra causa desconocida hasta la fecha. Tal acontecimiento, con toda probabilidad, aportará un dato valioso que abundará en el conocimiento del genial escritor de nuestra lengua y motivará a quienes no lo hayan hecho a leer y descubrir el inmenso talento de “el manco de Lepanto”. Incluso podrán promocionarse, reubicando convenientemente en un lugar más accesible sus manoseados huesos, multitudinarias visitas turísticas a esa iglesia donde reposa Cervantes. No hay duda de que todo ello contribuirá a difundir su obra en mayor medida que la mera edición entre escolares de sus novelas, poesía y teatro, aún cuando El ingenioso hidalgo don Quijote de la Manchasea considerado una novela universal, la primera novela moderna que rompe moldes por su novedad y originalidad, y cuya lectura debiera ser obligatoria en la enseñanza del castellano, tanto a propios como a extraños que deseen aprender nuestra lengua.
Sin cuestionar el interés antropológico de los investigadores por hallar los restos de una de las más ilustres figuras españolas de la literatura de todos los tiempos, habrá que ponderar que, entre los huesos y la obra de Miguel de Cervantes, debería prevalecer el conocimiento y difusión de su obra a la hora de dispensar recursos públicos. La ciencia ha de explorar todo lo ignoto y desconocido para encontrar las causas que explican la realidad, siempre y cuando ello acarree un enriquecimiento al caudal de conocimientos adquiridos. Identificar la tumba de Cervantes entre los nichos que alberga el convento donde está enterrado el genial escritor poco añade, aparte de la exactitud física del lugar y de sus restos osteológicos, al legado literario que lo hace brillar con luz propia en la cultura universal.
Miguel de Cervantes fue un aventurero y un conflictivo personaje que, en su vida personal, tuvo diversos enfrentamientos con la justicia. Por ese motivo huyó a Roma donde se familiarizó con la literatura italiana. Allí se alistó como soldado en el tercio de don Juan de Austria y combatió en la batalla de Lepanto, resultando herido de dos arcabuzazos en el pecho y la mano izquierda, que quedó anquilosada, pese a lo cual fue tildado como "el manco de Lepanto”. De vuelta a España fue capturado por los turcos y estuvo cinco años cautivo en Argel, lo que se evidencia en datos autobiográficos en La Galatea, en el Persilesy en las comedias El trato de Argel y Los baños de Argel.
Quiere decirse que, más allá de las circunstancias de su vida o muerte, la importancia histórica de Miguel de Cervantes es su obra literaria y su influencia en la literatura universal, a la que aporta la originalidad de su escritura y la crítica satírica que hace de la sociedad de su época. Ello es lo que vuelve clásicos a El Quijote y las Novelas ejemplares -doce narraciones breves-, obras de un interés permanente que trasciende fronteras. El secreto, según el profesor Francisco Rico, filólogo y académico de la lengua, estriba en que Cervantes “escribe como habla, con una gran naturalidad y, aunque la sintaxis ortodoxa no lo admita, es de una eficacia y de una clarividencia extraordinarias”.
De ahí que, puestos a escoger entre dónde reposan sus restos y conocer su obra, yo prefiera lo segundo, y que todo el interés mediático, científico y cultural que despierta Cervantes fuera por su literatura, no su tumba. Será que, a semejanza del excéntrico hidalgo, a algunos nos da por combatir contra molinos de viento, transformados ahora en georradares: cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras, como nunca dijera don Quijote, sino cualquier otro.