Análisis previo:
Hace tiempo esta cerveza fue mi primera experiencia con las IPA. Por alguna extraña razón me resultó hiper desagradable. Son cervezas potentes, amargas, florales y/o herbáceas... pero sobre todo amargas.
Y claramente ésta me debió de parecer muy amarga, porque acabó yéndose por el fregadero y no le hice cata porque no se me ocurría nada que decir sobre ella salvo "amarga". El caso es que teníamos un algo pendiente y cuando la vi no pude resistirme a cogerla dado que ya tengo algo de experiencia con IPAS.
Como todo lo de Flying Dog, esta botella destaca por el diseño de su etiqueta. Un perro cuya cabeza se transforma en una serpiente. Perturbadora y rojiza etiqueta para una cerveza peculiar como todas las suyas.
Esta botella, de 355ml, nos ofrece la misma poca información de composición de siempre: agua, cebada, lúpulo. Lo que sí que se agradece es que nos informe de sus 60 IBUs (amargor alto, pero tampoco "demasiado") y de su 7'1% de alcohol.
Para finalizar la revisión externa (no hay mucho más de donde rascar), una frase: "good people drink good beer".
La cata:
Abrimos la botella y olemos. Malta, olor a tostada, muy agradable y caramelosa. Esperemos que no nos traicione como la otra vez.
Vertemos en el vaso y miramos. Marrón clarito ámbar tostadito de ligera espuma blanca y consistente de burbuja fina que desaparece quedando una ligera capa en el vaso.
Miramos a contraluz y vemos que es clarita, limpia, con un montón de burbujitas salvajes subiendo permanentemente.
Eso sí, no esperes que esas burbujas revolucionen tu boca... nada más lejos de la realidad. Esta Snake Dog es muy meneable en la boca. Lo justo y necesario y suficiente para poder sacarle todos los matices.
¿Y qué matices son esos? Un pronunciado sabor amargo y un ligero toque maltoso. El amargo no llega a ser claramente identificable como herbáceo ni como frutal, aunque si tuviera que elegir me quedaría con "herbáceo".
Herbáceo puro, una vez más. Hierba del campo fuertecita que nada tiene que ver un ambientador con olor a "campo".
Sobre el amargor la verdad es que es bastante soportable. Esto nos lleva a ver cómo puede un mapache (o un ser humano, seguro que también) adecuarse a cierto tipo de sabores. Hace tiempo fuimos incapaces de tomarla, hoy nos la bebemos como si fuera agua. Bueno vale, quizás no tanto, pero la verdad que no se nota tanto ese toque repelente que notamos aquella vez.
Lo que sí que se nota, y mucho, es el tema de la burbuja en boca. Y de verdad que no es porque te llene de espuma la boca. Más bien es porque es fina, rabiosa, picante y muy refrescante.
Seguimos ante una cerveza potente no apta para cualquier paladar, pero lo mismo sí que se deja beber. Remarquemos que cuando la probamos por primera vez, el amargo no era uno de nuestros sabores más explorados (al menos culinariamente).
La sensación alcohólica no se nota, si acaso la maltosidad, que deja cierta sensación de pegajoso en la boca. El alcohol nada de nada, ni parece que se suba demasiado. Esto hace que sea más fácil de beber, pero desde luego por el resto de características, estamos ante una cerveza para degustar.
A estas alturas de la vida, no podemos decir que sea una gran cerveza. De hecho, es más bien normaluja. No tiene demasiados matices extraíbles, lo cual es una lástima. En general las Flying Dog suelen ser bastante buenas (y no sólo por sus etiquetas), pero aquí estamos ante una cerveza que simplemente es amarga y ligeramente herbácea y maltosa.
Para rematar la jugada, comentaremos que esta cerveza te deja la boca ligeramente seca y áspera. No sé si por el alcohol o el lúpulo, pero el caso es que se nota cierto poder "zapatilla".
En conclusión, esta cerveza no es para todos los públicos. Tampoco para la gente que busque ipas hiperlupuladas con millones de matices. Si te gustan las cervezas amargas, ésta cerveza te gustará. En cualquier otro caso, no te molestes demasiado en probarla: te defraudará y pensarás que es una tomadura de pelo.