En este tomo, sí podemos decir que llegamos al final de la trayectoria del autor en la serie, al igual que concluye la colección propiamente dicha. Aunque no será Jenkins el encargado de hacerlo, sino Zeb Wells; por lo que tenemos dos partes bien diferenciadas en este volumen, tanto por los autores como por el enfoque de las historias.
Comenzamos con la saga que da título a esta entrega. En ella, parece haber cierta predisposición al homenaje de cierto ilustre ciudadano de Gotham. Además, Jenkis abandona el relato intimista de las distancias cortas y se embarca en una aventura, de cuatro partes, para demostrar que Peter sigue sintiéndose culpable de la muerte de Gwen Stacy. Bajo esta premisa, tenemos el enésimo regreso del Duende Verde y un intento de profundizar en la relación tan turbulenta como dramática entre ambos antagonistas. Sinceramente, cualquier intento de dramatismo muere cuando Humberto Ramos se encarga del dibujo. Los protagonistas, lejos de impactar emocionalmente, son una simple caricatura esperpéntica que provoca más risa que otra cosa. Bueno, también producen auténtico pavor, ante el atentado al arte que es capaz de plasmar este dibujante. Todavía sigo sin entender que ve Marvel en él, y por qué sigue dibujando al buque insignia de la editorial hoy día; sobre todo con esos inicios tan horribles.
Con este inicio tan perturbador, nos adentramos en la siguiente historia, esta vez dibujada por Mark Buckingham, que nos da un pequeño respiro en el aspecto gráfico. En esta ocasión, Jenkins opta por la crítica hacia la alianza de las multinacionales y el gobierno, las cuales producen víctimas inocentes en países extranjeros. Los experimentos con armas químicas provocan multitud de muertes en Malpura, una ciudad situada en la India, pero también originan que una chica obtenga los poderes de la diosa budista Tara. De ese modo, en busca de una justicia mayor que una pírrica compensación económica, la misteriosa muchacha pide ayuda a nuestro amistoso vecino arácnido para que salga a la luz la terrible realidad.
Es una pena que todo el trabajo del autor en la serie quede empañado por una despedida tan mediocre. Sin embargo, al llegar al medio centenar de entregas, Jenkis utiliza el recurso que tan bien le ha funcionado en el pasado para dejarnos la mejor historia de todo este tomo: el relato autoconclusivo.
En Amazing Spider-Man, cierto autor de nombre impronunciable tuvo a bien dar un paso hacia el frente en la vida de tía May. Aquella mujer de una salud frágil y enfermiza, había dado paso a una jubilada a prueba de bombas que parece estar dispuesta a enterrar a medio Universo Marvel. Tanto es así, que la idea de que su débil sobrino sea en el asombroso Spiderman no parece hacer mella en ella. Pero, claro, esta nueva situación produce ciertas dudas, las cuales intentará revelar como pueda Peter en una conversación que le provocará más nervios que un enfrentamiento con cualquiera de sus enemigos más peligrosos. Y es que la señora May Reilly Parker por fin verá a Peter con otros ojos, convirtiéndose en otro hombro en el que apoyarse. Una relación de lo más interesante de la que no se supo sacar el suficiente partido hasta que la magia hizo de las suyas…
A continuación, tenemos el regreso de Búmerang, otro de los, ejem, grandes villanos del Universo Marvel, dispuesto a participar en una red de combates clandestinos, en los que se provoca el enfrentamiento de un villano contra un superhéroe, apostando sobre el resultado del mismo. Spiderman demostrará ser una atracción de lo más interesante, por lo que acabará enfrentando con Escorpión y Corredor Cohete. De entre toda la galería de villanos del Trepamuros, parece que el autor se empeñó en utilizar a todos los más desafortunados. No me extraña que muchos años después, algunos de ellos protagonicen su propia serie en un ambiente similar al que vemos en esta historias. Igual de lamentable, claro.
Para terminar, tenemos una historia en dos partes que cuenta con el arte de Sam Keith. Se trata de un autor que roza la genialidad, pero cuyo estilo produce cierto rechazo. Pero la verdad es que esa manera de retorcer la realidad encaja perfectamente con el análisis psicológico al que Zeb Wells somete al Hombre de Arena y sus diferentes facetas, cuyo regreso se produce en estas páginas. Nadie mejor que Spiderman para intentar recomponer una personalidad perdida en la arena. Ver para creer.
Pese a este interesante final, la valoración del tomo en su conjunto es bastante negativa. Al contrario que las anteriores entregas, la mediocridad y el horror han campado a sus anchas por estas páginas convirtiendo la lectura en algo soporífero, en lugar de hacernos disfrutar de momentos entretenidos. El completismo y el amor por un personaje, nunca fue tan perjudicial para la salud.