MURO ESTE
Esperaos. No atino ahora cómo empezar. Esperaos. Ya.
Apuntad aquí, donde apoyo la yema del dedo más largo
de mi zurda. No retrocedáis, no tengáis miedo. Apuntad no más. ¡Ya!
Brrrum...
Muy bien. Se baña ahora el proyectil en las aguas de las cuatro
bombas que acaban de estallar dentro de mi pecho. El rebufo me
quema. De pronto la sed aciagamente ensahara mi garganta y me
devora las entrañas...
Mas he aquí que tres sonidos solos bombardean a plena soberanía
los dos puertos con muelles de tres huesecillos que están
siempre en un pelo ¡ay! de naufragar.Percibo esos sonidos trágicos
y treses, bien distintamente,casi uno por uno.
El primero viene desde una rota y errante hebra del vello que
decrece en la lengua de la noche.
El segundo sonido es un botón; está siempre revelándose siempre en
anunciación. Es un heraldo. Circula constantemente por una suave
cadera de óvoe, como de la mano de una cascara de huevo. Tal
siempre está asomado, y no parece trasponer el último viento nunca.
Pues él está empezando en todo tiempo. Es un sonido de entera
humanidad.
Y el último. El último vigila a toda precisión, altopado al remate
de todos los vasos comunicantes. En este último golpe de armonía
la sed desaparece (ciérrase una de las ventanillas del acecho),
cambia de valor en la sensación, es lo que no era, hasta alcanzar
la llave contraria.
Y el proyectil que en la sangre de mi corazón destrozado
cantaba
y hacía palmas,
en vano ha forcejeado por darme la muerte.
— ¿Y bien?
-- Con ésta son dos veces que firmo, señor escribano.
¿Es por duplicado?
De "Cuneiformes" en Vallejo, narrador de Miguel Gutierrez Correa.2004