Pero a pesar de este pequeño contratiempo, que no hace sino añadir más interés y ganas de repetir el viaje dentro de un año, la salida que hicimos fue una de las mejores salidas en barco que hice en mi vida. Esta vez, no optamos por salir en un barco turístico atestado de gente, sino que preferimos hacer una salida más familiar, en un grupo pequeño a bordo del velero Aroha Rahi y la decisión no pudo haber sido mejor. Pepe Fernández el patrón, hizo que nos sintieramos como en casa, en el barco dormimos dos noches y estuvimos un día entero navegando, disfrutando de la buena compañía, de una mar en calma y de unos avistamientos de delfines y calderones increíbles.
Al salir del puerto de Barbate nos encontramos con la almadraba, en la que una vez cubierta la cuota de capturas, los pescadores de esta localidad tienen permiso para mantener un cupo de atunes durante un tiempo para venderlos posteriormente. En el interior de la almadraba los alimentan y los mantienen vivos hasta su venta. En los alrededores de las redes de la almadraba varios grupos de gaviotas y pardelas cenicientas se aprovechaban de los restos de los peces con los que cebaban a los atunes. En la mar nada se desperdicia.
Las pardelas cenicientas nos acompañaron durante toda la travesía y balsas de estas aves se agrupaban cerca de la costa y varias millas mar adentro, siendo junto a la gaviota patiamarilla, la especie más abundante en la zona. No nos detuvimos y seguimos navegando en dirección a la zona donde en días anteriores se habían visto varios grupos familiares de orcas.
Cuando llevábamos una hora y media navegando, aparecieron los primeros cetáceos. Un enorme grupo de delfines listados (Stenella coeruleoalba) de probablemente más de 300 ejemplares, se acercaron al barco y comenzaron a dar los saltos y cabriolas característicos de esta especie.
En ese momento, Pepe nos confirmó que estaban viendo a las orcas a unas millas de donde estábamos, junto a los barcos de pesca de la flota de Tarifa y hacía allí nos dirigimos. Al llegar pudimos ver como los pescadores capturaban con palangres gran cantidad de besugos y caballas, y al poco tiempo vimos unos cetáceos oscuros que nos hicieron dar un salto sobre la borda. Al acercarnos pudimos comprobar que no eran orcas sino un grupo familiar de calderones (Gobicephala melas), comunes en esta zona y con los que nos quedamos un tiempo comprobando que había varias crías recién nacidas entre ellos.
Pero las orcas seguían sin aparecer, según nos comentaron se habían marchado hacía poco tiempo, así que decidimos seguir navegando hacia donde los pescadores marroquíes capturan los atunes cuando estos realizan el viaje de vuelta después del desove. La flota marroquí no tiene nada que ver con la que veíamos unas millas antes, no hay grandes barcos ni carretes eléctricos. En barcas de madera de no más de 4 metros de eslora, tres o cuatro pescadores calaban sus anzuelos con la única ayuda de sus manos.
Si se producía una picada, un atún rojo que puede pesar más de 400 kilos podía arrastrar la pequeña barca durante varios metros antes de que pudieran sujetarlo. Luego, con ayuda de las manos izarán el sedal con el enorme pez hasta la superficie. Pero de vez en cuando, las orcas, atraídas por los espasmos del pez capturado se lanzan sobre la captura pudiendo llegar a devorarla por completo.
Y no deja de resultar curioso, como entre lance y lance, con la mar moviendo las barcas a un lado y a otro, hacen un alto en la jornada para orientarse en dirección a La Meca y realizar uno de los cinco rezos que todo musulmán debe hacer diariamente según predica el Islam.
Pero no sólo hay cetáceos y aves marinas en el estrecho, este punto geográfico es el último obstáculo que tienen que pasar una gran cantidad de aves terrestres para acceder a África, por eso cuando los vientos son propicios, miles de aves, desde pequeños paseriformes hasta grandes rapaces se congregan en la zona de Tarifa para dar el salto. En este caso, un grupo de cigüeñas pasó sobre nuestras cabezas rumbo a su lugar de invernada, unas pocas de las miles que habrán pasado ya y de las que aun seguirán pasado durante las siguientes semanas.
La fortuna no quiso acompañarnos a nosotros esta vez y las orcas seguían sin aparecer. En un momento, mientras Jesús y yo mirábamos hacia la mar en busca de algun indicio, de repente, a menos de 100 metros del barco aparecieron dos cabezas con un diseño inconfundible, las marcas blancas del costado no dejaban lugar a dudas, pero muy a nuestro pesar, se calaron para no volver a aparecer y nos dejaron con la miel en los labios.
A pesar de la pequeña desilusión, aun quedaban muchas horas de navegación y los demás habitantes del estrecho no quisieron defraudarnos. Poco después del intento fallido de las orcas, un grupo de Delfines mulares (Tursiops truncatus) decidió quedarse junto a nosotros y nadar a nuestro lado. Durante más de media hora, un grupo familiar compuesto por varias hembras y crías y entre ellos un enorme macho más claro que el resto, nadaron junto al barco y me permitieron verlos como nunca los había visto antes. En ese momento decidí probar un invento casero y até una cámara GoPro al bichero del barco y lo introduje bajo la superficie del agua asomándome por la borda. No fue hasta llegar a casa cuando pude comprobar el resultado, que tengo que admitir que fue mejor de lo que me esperaba. Aqui os dejo un fragmento de la grabación en la que si os fijáis se les puede oir como se comunican entre ellos.
Es toda una experiencia estar junto a estos increíbles animales y darse cuenta de que tienen la misma curiosidad por nosotros que la que sentimos nosotros por ellos. Se acercaban a la cámara y la miraban sorprendidos e incluso había veces que parecía que estuvieran paseándose por delante para buscar los mejores planos.
Después de casi media hora de juegos y miradas recíprocas desaparecieron bajo las aguas azules del océano, quizás cansados de vernos. Es evidente que son ellos los que deciden si se acercan y quieren nuestra compañía y que se irán si les surge algo más interesante.
Al poco tiempo de que los delfines nos abandonaran, apareció un nuevo grupo de calderones, que casi tan confiados como aquellos nadaron alrededor del barco dejándonos observarlos a placer. Uno de ellos mostraba sobre el dorso las enormes heridas causadas por la hélice de un barco. Esta zona tiene un intenso tráfico marino y no suele ser raro que algún barco choque con estos animales mientras descansan en superficie. Por eso es necesario mantener la distancia de seguridad y dejar que sean ellos los que decidan acercarse si quieren.
La tarde ya estaba cayendo y se levantó un poco de viento de levante, lo que nos permitió izar las velas y navegar sin necesidad de motor hasta llegar al puerto de La Línea, donde haríamos noche. Pero cuando parecía que todo había acabado y que ya no avistaríamos más cetáceos, al entrar en la bahía de Algeciras observamos como el agua hervía cerca de unas barcas a unos 300 metros de distancia.
Rápidamente se fueron acercando a nosotros, era un grupo enorme de varios cientos de delfines comunes (Delphinus delphis), entre los que había muchos jóvenes de corta edad. Durante casi 15 minutos estuvieron con nosotros y aunque sus piruetas no eran tan espectaculares como las de los delfines listados, nos deleitaron con sus saltos y carreras hasta que se perdieron mar adentro.
No pudimos despedir el día de navegación de mejor manera. Después de cenar el el puerto dormimos la última noche antes de emprender el viaje de vuelta hacia el norte. Las orcas tendrán que esperarnos un año más, pero mientras tanto nos quedará el recuerdo de este día.
Los que queráis hacer una salida como esta sólo tenéis que contactar con Pepe en la página web Kolibri Charters, os aseguro que no os defraudará.
NOTA: como siempre, haced click en las fotos para verlas a mayor tamaño.