Desde que vi y leí el título de la nueva novela de Mónica Ojeda tenía un pálpito en mi interior que me hacía orbitar de maneras inimaginables hacia ella. Era como un hechizo, invocado por seres del más allá y voces en la sombra, que me llamaban con sus tambores hacia ese volcán efervescente de la portada y unos Chamanes eléctricos en la fiesta del sol. Las corazonadas existen, y la mayoría de veces están para seguirlas. Dice Antonio J. Rodríguez en su vídeo sobre el libro que estamos ante la primera GRAN novela del año, y de verdad que no podría estar más de acuerdo con él. Mónica Ojeda no es ninguna desconocida para el público hispano. Ya desde Nefando (2016, Candaya) y Mandíbula (2018, Candaya) se posicionó como una de esas voces latinoamericanas a seguir, y los cuentos de Las voladoras (2020, Páginas de Espuma), recorriendo el camino desde los valles poblados hasta el páramo, no hicieron más que confirmar. Sin embargo, Chamanes eléctricos en la fiesta del sol eleva la apuesta habitual de la autora, por que aunque sigue uniendo la tradición oral y el horror de una geografía repleta de leyendas y mitos ancestrales, sube más alto que nunca y brilla a una altura casi inexplicable e inalcanzable: donde lo sobrenatural, lo lisérgico y lo real se dan la mano en un hechizo telúrico y apocalíptico irrevocable.
Nos vamos de macroconcierto
Es el año 5540 del calendario andino cuando Noa se escapa de Guayaquil con su mejor amiga, Nicole, para asistir por primera vez al Ruido Solar, un macrofestival de música experimental de ocho días y siete noches que anualmente congrega a músicos, bailarines, artistas, poetas, chamanes y miles de jóvenes en las laderas de uno de los numerosos volcanes de los Andes ecuatorianos. Las dos solo piensan en dejar todo atrás, el horror y las familias, los muertos y las narcobandas, para sumergirse en un paisaje alucinado que celebre la vida. Noa y Nicole recorren el festival, van del escenario a las carpas, hacen nuevos amigos y bailan inmersas en los sonidos del noise chamánico, los tambores post-andinos y la tecnocumbia espacial.
Sin embargo, a medida que pasan los días del festival, Noa inicia una transformación que la aleja más y más de su amiga, pareciendo conectarse con un canto ancestral que pervive en ella desde generaciones anteriores. Noa querrá seguir su travesía para ir en busca de su padre, que la abandonó cuando era una niña y desde hace años habita en una casa en los bosques altos que crecen por encima del páramo. No obstante, antes de ir al reencuentro de ese hombre, hay que hacer una última parada. Una parada que lo cambiará todo: el Altar y sus nueve picos. Entre glaciares, cantos, viajes alucinógenos y cráteres volcánicos, Nicole, que desconfía de la exaltación colectiva, no está dispuesta a dejar sola a su amiga aunque entre ellas se haya abierto una grieta que parece insalvable.
Una de las peculiaridades más destacables de Chamanes eléctricos en la fiesta de sol es como esta construida su narración. Noa, que es la absoluta protagonista, es la columna vertebral de toda la novela. Sin embargo, es un personaje que nunca nos habla directamente a los lectores. Lo hacen, sin embargo, un coro de voces compuesto por personajes que orbitan en torno a ella y tienen un extraño magnetismo. La historia nos llega en fragmentos, narrados en primera persona, que funcionan como el testimonio de otros. Desde el grupo de amigos que encuentra en el Ruido, pasando por unas Cantoras, su amiga Nicole o los cuadernos de su padre. Mónica nos sumerge en un caleidoscopio imposible, que nos sacude por completo con cada frase y formula una especie de hechizo telúrico de psicodelia que no te suelta una vez te has zambullido. De esta manera, se sustenta un misterio insondable e indescifrable que coge forma mientras pasan las páginas, porque ponerlo en palabras duele demasiado.
Así, estos chamanes eléctricos construyen un viaje descorazonador a las montañas, a los cráteres volcánicos y a la propia naturaleza, que arañan la carcasa emocional de cada uno y son capaces de dejar una huella indeleble marcada como un reguero de lava. Mónica lo hace con un prosa que roza la poesía, que rezuma intensidad y hiere en lo más hondo de nuestros sentimientos. Porque cuando el ritmo de la fiesta del sol te embauca, solo queda subir y subir, ahogar ese lamento que llama en la montaña. Así es la historia de un grupo de jóvenes a los que la violencia empieza a quitar su juventud antes de tiempo. Es el testimonio de un mundo en el que la vida consiste en sobrevivir un día más, donde el futuro ya no se puede imaginar ni construir. Es un lugar donde el ascenso a la cordillera representa tanto una huida como una travesía hacia la búsqueda de una identidad, de una vida propia. Este grupo solo busca un modo de salvarse, aunque todo refugio parezca efímero, y al final del viaje unos y otros descubran que solo queda aceptar lo perdido y descubrirse a través del miedo, la palanca más potente que existe.
Hay dos motivos que hilvanan y construyen estos Chamanes eléctricos en la fiesta del sol, y los dos tienen que ver con un solo término: el abandono. El primero, y el más claro, es la historia paterna de abandono de Noa, que nos cuenta la propia Nicole y que remata al lector, todavía más, en los cuadernos testimoniales de su padre. Y todo comienza con rememorar una turbulenta escena que Noa vivió de niña, un episodio que precede a la partida de su padre rumbo a la casa de los bosques altos. Sin embargo, hay un segundo tipo de abandono en la novela, y es el de la realidad. Subir al Ruido Solar quiere decir dejar atrás el trágico entorno urbano que las envuelve y volcarse tanto en la música como en el disfrute. Vida y muerte recorren la novela y a sus personajes mientras entrevemos un cuadro de violencia urbana entre viaje y viaje lisérgico. Aunque la historia bordea siempre lo sobrenatural y se nutre de la mitología andina, es la violencia que sacude Ecuador, la violencia que sacude el mundo, la que cimenta la historia. Todo arte es político, ya lo dice el lema, y Mónica lo representa, no haciendo una denuncia ni tampoco dictando un alegato, si no simplemente dando una descorazonadora perspectiva.
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