En el viejo continente, el joven Charles Chaplin sobrevive como buenamente puede, pero no es suficiente para él. No tardará en emigrar a Estados Unidos en busca de un futuro mejor, y efectivamente se dará a conocer como uno de los grandes actores cómicos del cine mudo. Tras el gran éxito que demostraba su carrera profesional, su vida personal estaba llena de desdicha y tristeza, todo lo contrario de lo que podíamos ver en la gran pantalla.
Attenborough trata de cargar de dramatismo de una forma excesiva y torpe su relato. El film avanza con dificultad, sin fluidez alguna, pesadamente, un fárrago que consigue que olvidemos el interés que podría tener la idea inicial de contar la vida del gran Charles Chaplin. Tanto a nivel de dirección como de guión son un despropósito, un intento desesperado por ganar algún Oscar sin importar realmente el resultado del producto en sí. Robert Downey Jr. es buen actor, aunque está demasiado encasillado en hacer de sí mismo a día de hoy, pero en Chaplin está torpe, como si no se sintiese cómodo con el papel, el papel no debería haber sido para él. Las excesivas dos horas y media de duración se hacen casi insoportables, ya que con tantos fallos la película aburre prácticamente desde su inicio. Lo mejor sin duda alguna son las breves apariciones de Anthony Hopkins como el corrector de la autobiografía de Chaplin, es excelente actor consigue dar lo mejor de sí lo poco que está en escena y se come la pantalla además de eclipsas al propio Downey Jr, con un horrible maquillaje que le acartona aún más las expresiones.
El crítico Carlos Boyero escribió refiriéndose a este film que Chaplin no se merecía esto, y tenía razón. Una aburrida larga y tonta película que no alberga prácticamente ninguna bondad entre sus innumerables fallos.
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