Chappie, divertimento poco novedoso

Publicado el 10 marzo 2015 por Cineenserio @cineenserio

Es imposible empezar cualquier crítica sobre Chappie no hablando de District 9. Viene en el manual de crítico de cine amateur, lección primera. Pero aunque todos hablemos de lo mismo, es por un buen motivo: no se puede olvidar que Neill Blomkamp entró cual trolebús en la industria del cine con una película original, emocionante, diferente y con nuevos aires edificantes. ¿Por qué nombrar District 9? Porque Chappie es, básicamente, todo lo contrario: una película complaciente, formulaica, poco arriesgada y demasiado parecida a cosas que hemos visto una y mil veces antes.

Lo que Blomkamp ha hecho, básicamente, es una tarea de rechapado y puesta a punto de Cortocircuito, poniendo por el medio un poco de crítica machacona a la sociedad actual y añadiendo por la cara un innecesario extra de personajes con personalidades planas y tópicas. Al menos, sí que ha acertado en algo a la hora de poner en marcha esta remodelación: el propio Chappie. Y es que el robot protagonista resulta, por momentos, tan entrañable como Número 5 y, desde luego, mucho más creíble que el resto de humanos que le rodean. Desde su diseño (sencillo pero eficaz) hasta su forma de hablar y moverse, Chappie, con todo su CGI y su voz robotizada, resulta el único personaje al que queremos creer y querer en esta pseudo-fábula en la que los malos son muy malos, los buenos son muy buenos y los regulares son malotes con buen corazón.

Deon (Dev Patel, el chaval de Slumdog Millionaire, ese que lo iba a petar pero al final no) es un científico que ha creado un buen puñado de policías robóticos que han acabado con la criminalidad de una ciudad futurista decadente. Todo es alegría para la empresa de Deon, si no fuera porque en las sombras, malvadamente, el malvadísimo y desdibujadísimo Vincent (Hugh Jackman, con el piloto automático activado en un ratillo que tuvo entre rodajes de X-Men) prepara un mega-robot llamado Alce y que, pese a su nombre ridículo y su poco parecido con un alce real, es poco menos que un arma de destrucción masiva que no termina de ser aprobada por la policía de la ciudad por considerarse demasiado peligrosa.

Deon, que pese a haber creado a los súper-robots que han salvado la civilización sigue siendo un currito mileurista más, consigue algo extraordinario: una inteligencia artificial que hará que los robots sean tan sensibles como un humano, si no más. Este invento no impresiona a su jefa (porque esta película va de personajes muy polarizados y más simples que el mecanismo de un botijo) y Deon decide tomarse la justicia por su mano insertando la inteligencia artificial en un robot no apto para el uso como policía. ¿El problema? Que este robot, Chappie, acabará en las manos de un grupo de maleantes sacados directamente de Mad Max y los programas de reinserción social de la Comunidad de Madrid, que intentarán enseñarle a atracar bancos y cometer crímenes, comenzando así una batalla entre el bien y el mal en el interior de Chappie.

Aunque el argumento pueda parecer interesante, no os confundáis: llevado a la práctica, no lo es. Y no lo es porque, aunque algunas partes son llevadas de forma brillante, la gran mayoría miserablemente, desde el desdibujamiento del “malo” de la película hasta un final que, de tan edulcorado, podría estar patrocinado por Natreen. Definitivamente, el guión necesitaba un par de revisiones más antes de ser rodado.

Entonces… si las interpretaciones tienen la profundidad de un folio en blanco, el guión no aguanta por sí mismo, los personajes son tópicos andantes y la dirección repite técnicas de District 9… ¿No hay nada que se salve de Chappie? Claro que sí: pese a todos sus puntos flacos, hay que reconocer que la puesta en escena, aún sonándonos a otras películas, es plausible, los efectos especiales funcionan sorprendentemente bien y la historia, aún siendo un manual de tópicos, plantea algunas preguntas interesantes sobre el hombre y la máquina (mejor planteadas en otras películas, eso sí).

En resumidas cuentas: Chappie es un divertimento que intenta tratar temas complejos sin conseguirlo, con unos personajes que no pasan de tener cuatro trazos de personalidad (exceptuando al propio Chappie) y la dirección de un Blomkamp que parece negarse a avanzar, quedándose estático en el camino que abrió con District 9 y que ya no vemos ni tan novedoso, ni tan repleto de nuevos aires, ni tenemos ganas de seguir recorriendo.

Para esto, me pongo Cortocircuito otra vez, qué queréis que os diga.




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