Charles Dickens y las falacias de la macroeconomía (según Martha C. Nussbaum)

Por Harendt

"Tiempos difíciles", de Charles Dickens
Una falacia típica de la ciencia estadística: Dos personas entran en un restaurante. Una de ellas pide dos platos de comida, dos frutas de postre, una botella de buen vino, otra de agua y un cafe. La segunda pide solamente un café. Pues bien la estadística nos dirá que cada una de esas dos personas ha pedido un plato de comida, media botella de vino, media de agua, una fruta de postre y un café.  Así funcionan algunas ciencias. Yo no entiendo gran cosa de economía, de denunciar falacias, un poco más... 

Hace unos días entré en un "chino" de la ciudad de Telde, mientras mi mujer estaba en la consulta de su dentista, para comprar unas plantas que me había encargado. No encontré las plantas, pero si una estantería con una buena tanda de libros que se vendían a 68 céntimos de euro cada uno. Para mi sorpresa, entre ellos uno de Martha C. Nussbaum, una profesora estadounidense, reciente Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, y una de mis filósofas favoritas, titulado "Justicia poética" (Ed. Andrés Bello, Barcelona, 1997). Ni que decir tiene que lo compré, aunque sigue siendo un misterio para mí que hacía un libro como ese en un lugar como aquel.

La tesis de Nussbaum, que comparto, es la de que la literatura -la buena literatura, claro- es un antídoto necesario contra en cientificismo superficial de tantos escritos de ciencias sociales (como el derecho o la economía) que inundan las librerías y las páginas revistas y periódicos. Y para ello va a centrar su análisis en el comentario de una las obras maestras de la literatura universal: "Tiempos difíciles", de Charles Dickens (1812-1870). Obra que, por cierto, pueden descargar legal y gratuitamente desde este enlace.Una de las falacias que denuncia Martha C. Nussbaum en su libro citado es el de la medición de la riqueza nacional expresada en cifras brutas como son las del PIB (producto interior bruto nacional) o la RPC (renta nacional per cápita). Y lo hace en uno de los capítulos del mismo titulado "La lección de economía de Sissy Jupe"que toma de uno de los personajes de la obra de Dickens. La tosquedad de esas mediciones, dice Nussbaum, no habla de distribución de riquezas ni de ingresos, ni de la calidad de vida de una nación. Al centrarse solo en el aspecto monetario no dice como funcionan los seres humanos cuyas actividades económicas no están bien correlacionadas con el producto nacional bruto. No hablan de expectativas de vida, ni de hambre o mortandad infantil, ni de salud, educación o derechos fundamentales. Además, añade, ignoran las individualidades personales, y utilizan una versión burda de las personas como contenedores de satisfacción, ignorando la maleabilidad de los deseos y satisfacciones, y que la gente infeliz acaba adaptándose a las circunstancias en que vive, pues las privaciones despojan a las personas de sus aspiraciones y del propio sentido de dignidad.De lo que se trataría -añade citando al también economista y filósofo Amarthya Sen, es de preguntarse por el bienestar de la gente inquiriendo en que medida su forma de vida le permite funcionar en áreas diversas como la movilidad, la salud, la educación, la participación política o las relaciones sociales. Pero todo elll sin reducir la calidad a la cantidad."Tiempos difíciles", dice la profesora Nussbaum, es un paradigma de esa situación. Brinda la información requerida para evaluar la calidad de vida y compromete al lector en la tarea de realizar su propia evaluación. "Tiempos difíciles", continúa diciendo, ofrece perspectivas para el mejoramiento de la vida humana. De nosotros depende, dice, que tales cosas sucedan o no. En todo caso, concluye, está claro que la imaginación literaria es parte esencial de la teoría y la práctica de la ciudadanía.

Sean felices, por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt



La filósofa Martha C. NussbaumEntrada núm. 2102http://elblogdeharendt.blogspot.comPues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)