Y esto lo demostró el consumado maestro suizo nada más salir al escenario de la Sala Argenta del Palacio de Festivales con una lectura vibrante, enfática, sumamente vitalista, de una obra dificultosa en lo técnico como es la obertura de El Corsario Op. 21 de Hector Berlioz, a la que imprimió un sonido tan vigoroso como flexible, y donde traslució el espléndido trabajo virtuosístico de la cuerda en mezcolanza con las maderas, aunque se acusó un tanto efectista la aportación de los metales.
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