Los asesinatos de la familia Manson en 1969 todavía fascinan por lo espantosos que fueron. Desde podcasts y series de televisión, hasta el libro más vendido de la temporada, The Girls, de Emma Cline, el horror hippy ha sido muchas veces materia de estudio y consumo.
El mesías de la contracultura
La historia de Manson continúa fascinando al público. En realidad Charles Manson nunca asesinó a nadie con sus propias manos aunque si con su cerebro, ya que él ordenó a sus seguidores más incondicionales a realizar uno de los más horrendos crímenes que se recuerdan en la historia del estado de California (EE.UU.). El mero hecho de ordenar los mismos, delatan claramente una mente de ‘psicokiller’ al que le divertía mucho más ver como otros hacían realidad sus perversiones.
La música jugó un papel fundamental en la trayectoria criminal de Manson. Estaba obsesionado con los Beatles; en particular con el llamado disco blanco, del que formaba parte la canción Helter Skelter. Creía haber desentrañado los mensajes ocultos de su letra que, según él, anunciaban la llegada de una guerra racial que desembocaría en la victoria de los negros sobre la raza blanca. Éstos, ante la imposibilidad de gobernar el mundo, acudirían a él en calidad de mesías. Debido a su poder de convocatoria y ciertos conocimientos de cienciología, Manson se había convertido en uno de los gurús más populares de San Francisco, y había conseguido convencer a un grupo de personas que se dedicaba a cumplir sus órdenes, a las que denominó “la familia”. Es sorprendente que los crímenes fueran cometidos mayormente por mujeres seguidoras de un líder masculino.
Los supuestos revolucionarios ‘hippys’ de los años 60 solamente recrearon las viejas estructuras patriarcales, con los hombres como dominadores y las mujeres como juguetes domésticos y sumisas sexuales. Como escribió Robin Morgan en ‘Adiós a todo eso’, su ensayo de 1970 sobre los años 60: “Manson es sólo el extremo lógico de la fantasía del hombre común estadounidense: dueño de un harén, las mujeres haciéndole el trabajo sucio, desde criar a sus hijos y cocinar hasta asesinar a gente siguiendo sus órdenes”. Fue una suerte para Manson que tantas de sus patologías encajaran tan bien en su época.
El crimen
Charles Manson hizo en los años sesenta muchas predicciones sobre su futuro a sus seguidores perturbados y drogados, pero nunca predijo que se pudriría en una cárcel hasta la vejez. Por el contrario, él decía que iba a ser una estrella de rock “más grande que Los Beatles”. Al fracasar ese plan, o quizás paralelamente, fantaseó con ser el líder ario de una triunfante revolución racial a nivel mundial. Pero lo que realmente quería, más que nada, era ser famoso. Y realmente logró cumplir ese propósito, aunque haya fallado en todo lo demás.
Este mes se cumplen 47 años desde que Manson y sus seguidores –en su mayoría mujeres– conocidos como ‘La Familia’ , cometieron los asesinatos que ya forman parte de la historia de Estados Unidos en el siglo XX, junto con el asesinato de JFK y el juicio a OJ Simpson. Sin embargo, a diferencia de esos crímenes, no hay dudas sobre los asesinatos de Manson. Sabemos casi con exactitud quién hizo qué, cuándo y por qué, incluso las últimas palabras de algunas de las víctimas.
La noche del 9 de agosto de 1969, siguiendo instrucciones de Manson, cuatro miembros de la Familia (Tex Watson, Susan Atkins, Linda Kasabian y Patricia Krenwinkel) dejaron el Rancho Spahn donde vivían, y que había sido utilizado a menudo como plató para películas del oeste, y fueron al número 10050 de Cielo Drive, una casa que había sido alquilada por Terry Melcher pero que en ese momento habitaban Roman Polanski y su esposa Sharon Tate.
Manson había conocido a Melcher a través de Dennis Wilson, un Beach Boy adicto a las drogas que equivocadamente pensó que Manson “tenía algo”. “Charlie es un hombre cósmico, tío. Es profundo. Escucha a los Beatles y en la música entiende mensajes sobre qué debe hacer”, le dijo Wilson a sus amigos. Melcher no quedó tan impresionado y se negó a firmar un contrato musical con Manson. A veces se dice equivocadamente que Manson envió a sus seguidores a Cielo Drive a matar a Melcher como venganza, pero en realidad Manson ya sabía que el productor se había mudado de la casa.
Así que en la antigua casa de Melcher, los seguidores de Manson asesinaron a cinco personas: Steven Parent, de 20 años, la heredera de una fortuna de café, Abigail Folger, y su novio Wojciech Frykowski; el estilista de famosos Jay Sebring; y Tate, que estaba embarazada de ocho meses y medio y murió implorando por la vida de su bebé. “Basta, zorra, tú no me importas”, dijo Atkins. Tate fue apuñalada 16 veces. Su hijo murió dentro de ella 20 minutos después.
Una matanza escalofriante que aturdió a los vecinos del elegante vecindario de Beverly Hills, en Hollywood. En la lujosa casa ubicada sobre la colina de Bel-Air, una empleada doméstica encontraba los cadáveres horriblemente mutilados de la bella Sharon Tate y de los cuatro invitados a la casa. Los policías que acudieron de inmediato apenas pudieron soportar esa visión: sobre el césped, entre charcos de sangre, yacían Abigail Folger , la hija del rico industrial junto a su novio Voyteck Frykowsky, escritor y cineasta amigo del dueño de casa. Un poco más lejos, dentro de un automóvil, se encogía el cuerpo inerte de Steve Parent, el joven de 20 años.
Pero la escena más macabra aguardaba en la sala principal de la villa: Sharon Tate de 26 años se bamboleaba, suspendida del techo por una cuerda de nylon; una enorme herida había vaciado su vientre. El otro extremo de la cuerda anudaba el cadáver de Jay Sebring de también 26 años, un cotizado peluquero que poseía salones en San Francisco, New York y Londres. En la pared, sobre la cabeza de Sebring —cubierta por una capucha oscura— la palabra “pig” (cerdo, en inglés) aparecía nítidamente escrita con sangre.
La noche siguiente, los mismos cuatro asesinos junto a Manson y los otros miembros de la Familia Leslie Van Houten y Clem Grogan, fueron al número 3301 de Waverly Drive y mataron a la pareja Leno y Rosemary LaBianca. En ambas escenas de los crímenes, la Familia escribió palabras y dibujó símbolos en las paredes que –según Manson– harían que la policía creyera que los asesinatos habían sido cometidos por los Panteras Negras, lo que daría comienzo a una guerra racial. Pero, en apariencia, la policía no reconoció vinculación alguna entre ambos hechos.
La investigación
Nueve meses después, la investigación culminó con el arresto de un grupo de extraños personajes: sobre ellos, su jefe, Charles Manson, ejercía una misteriosa forma de liderazgo religioso. Entonces, en todo el mundo se tejió, alrededor del caso, una espesa malla de explicaciones descabelladas, que adjudicaban la verdadera responsabilidad de lo sucedido a las más improbables fuerzas sobrenaturales. Ignotos demonólogos no vacilaron en ubicar el motivo de los asesinatos en la aguda sátira sobre los pálidos chupa-sangres que fue el celebrado film La danza de los vampiros, dirigida por Polanski.
Pero el proceso concluyó en marzo de 1971, con la condena a muerte de los implicados, sentencia que no se cumplió, pues el mismo año se abolió la pena capital en California . De todos los participantes en la sangrienta noche, sólo uno recuperó su libertad: Susan Atkins de 21años quien, además de brindar una amplia confesión, colaboró con la policía para capturar al resto de los integrantes del grupo.
“Éramos seis, cuatro hombres y dos mujeres, todos vestidos de negro —relató Atkins—; cada uno de nosotros llevaba un revólver o un cuchillo. Ese lugar, para Manson, era el símbolo de la humillación. A Sharon la mató Leslie Van Houten, hundiéndole su cuchillo en el vientre, fue impresionante, porque la pobre gritaba que le dejáramos tener a su hijo, que le permitiéramos vivir para eso”.
Después de la bella actriz, les llegó el momento a sus huéspedes quienes, en vano, ofrecieron dinero para salvar la vida. Esa noche en la casa había habido una reunión, y muchos de los invitados decidieron luego quedarse a dormir. Sharon prefería no estar sola, debido a su estado, mientras se prolongara el viaje de su marido por Europa.
El móvil del crimen
Sobre la historia conocida pesaba un interrogante: la motivación real del rosario de homicidios. Sin embargo unos años después una actriz de la televisión norteamericana, Melody Patterson, aportó conjeturas al tortuoso enigma: “Todos los motivos que se barajaron son ridículos y falsos —evaluó Patterson en una charla con Jacques Harvey, periodista del diario Los Angeles Times—; la verdad es que toda esa matanza fue para castigar a un vicioso”.
Las sorprendentes revelaciones de Melody acabaron de dar coherencia a toda la construcción. Sin duda, nadie mejor que ella para conocer la realidad de los hechos: además de amiga de los Polanski, había sido, durante algún tiempo, miembro del extraño clan Manson. “El nudo de todo el drama es Jay Sebring, el coiffeur —puntualizó—. Yo lo conocía bien y, como todas sus amigas, sabía que él era un perverso sexual: en el subsuelo de su casa, en Beverly Hills, había montado una verdadera sala de torturas. Aunque tal vez esa denominación sea un poco exagerada, pues, en verdad, sus obsesiones y depravaciones jamás causaron verdadero daño físico a nadie”.
Según relató Patterson, ese tenebroso sótano contaba con todos los refinamientos a los que puede aspirar un sádico perfecto: cadenas con esposas que colgaban de las paredes, ruedas sobre las que ataba a sus víctimas —por lo general, más o menos voluntarias, convencidas gracias al pago de unos cuantos dólares—, látigos, máscaras y toda una larga serie de increíbles utensilios. “En Hollywood, muchas chicas estaban al corriente de los gustos de Jay —aseguró Melody—; yo misma he ido varias veces a su casa. En esa época yo vivía con el grupo de Manson, pero, a pesar de las reglas que nos prohibían tener relaciones con el jet-set de Hollywood, a veces iba de visita a casa de Sharon o de Jay”.
Poco faltó para que la misma Patterson participara, de uno u otro lado, en los salvajes crímenes: “En esa secta de hippies, medio mística, medio religiosa, yo procuraba reencontrar la paz que había perdido cuando mi novio murió en un accidente de aviación —memoró—. Alrededor de diez días antes de la matanza dejé la siniestra familia y retomé mi vida habitual. Pero el día de los asesinatos yo había sido invitada por Jay para ir a casa de Sharon, lo que no pude aceptar, pues Frank Sinatra, que daba una fiesta, me esperaba”.
Al día siguiente se enteró del drama de la villa Polanski y, poco después, del asesinato del matrimonio La Bianca, dos crímenes que se le revelaron vinculados: los esposos muertos eran, nada menos, el padrino y la madrina de Jay y quienes le habían prestado el dinero para abrir su primer salón de peinados.
“El 11 de agosto, aterrorizada por todas esas muertes, le telefoneé a Eddy, un amigo mío que también conocía a Sharon y a Jay. Pero él no me quiso escuchar en ese momento, y me dijo que hablaríamos otro día”. Recién dos meses después del proceso, Melody logró enterarse de la verdad: “Cuando volví a hablar con Eddy, me dijo que, tres días antes de su muerte, Jay le había contado que en el barrio hippie de Los Ángeles se había topado con dos chicas completamente drogadas. Eran, las seis de la tarde; por veinte dólares a cada una, se las llevó a lo que él llamaba su pequeña pieza, donde las tuvo hasta medianoche”.
Naturalmente, Jay Sebring no había olvidado sus peculiares manías sexuales: durante seis horas flageló y humilló a las chicas y se burló incansablemente de ellas. Antes de devolverles la libertad, las había hecho transitar por todas las variantes del sadismo. “Entonces, me di cuenta de la verdad; para mí, ya no quedaban dudas acerca del motivo —asegura Melody—. Es que esas dos chicas eran Patricia Kerwinkel y Leslie Van Houten, dos integrantes del grupo de Manson, que también participaron en los asesinatos. Es muy claro que, cuando ellas le contaron su experiencia con Jay, Manson se enfureció y decidió organizar una expedición punitiva“.
El operativo se preparó rápidamente. Charles Watson —uno de los acólitos de Satán— se encargó de cortar los cables telefónicos de la residencia. Durante la noche, el grupo irrumpió en la casa, donde Manson quiso infligirle a Jay los mismos vejámenes que él había propinado a las jóvenes. “Sin duda, creyó que Sharon era su amante y, como él, una pervertida —deduce Melody—, por eso le hizo ver cómo la mutilaban y, después, la ató a él con una cuerda. Finalmente, cubrieron el rostro de Jay con una capucha, y escribieron sobre la pared, cerca de su cuerpo, la palabra cerdo“.
Para Patterson, los otros pasos del grupo son también claros: “Del 7 al 9 de agosto siguieron a Jay, esperando el momento de castigarlo junto a sus amigos. Finalmente, para completar su venganza, el 10 mataron al matrimonio La Bianca, la única familia que Jay Sebring tenía en el mundo; allí también, sobre la puerta del refrigerador, se encontró la palabra pig, escrita con sangre. Seguramente, Manson supo de la existencia del matrimonio cuando seguía al desafortunado peinador”.
Las declaraciones de Melody cambiaron el sentido de la historia: no fue la hermosa dueña de casa la verdadera protagonista, sino el personaje aparentemente secundario que la acompañaba. El fue el destinatario central de la venganza de un pequeño dios, que no pudo tolerar la ofensa hecha a dos de sus acólitos.
Mientras los asesinos se han podrido en la cárcel Susan Atkins murió en 2009; a Leslie Van Houten de 66 años de edad, le negaron la libertad condicional por vigésima vez este año.
Han sido multitud los grupos y músicos de rock que han tomado la figura de Charles Manson como inspiración para sus obras. Nine Inch Nails montaron un pequeño estudio casero en la célebre casa de Cielo Drive, donde fue asesinada Sharon Tate, para grabar parte de su disco The Downward Spiral. System of a Down escribieron el tema ATWA sobre él, además de citarle en los agradecimientos de su disco Toxicity. Brian Warner eligió a Manson como emblema del lado oscuro de EE.UU, y a Marilyn Monroe como emblema de belleza, cuando se puso de nombre artístico Marilyn Manson.
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