Jesús Silva R.
Al cumplirse los primeros sesenta años del nacimiento del hombre que transformó para siempre la historia de Venezuela, es más que oportuno hacer un breve recuento de su extraordinaria obra de vida, la cual servirá de ejemplo revolucionario para generaciones presentes y futuras. El auténtico compromiso con el legado de Chávez nos exige ser cada día más vigilantes de que todo aquel que lo invoque, más aún si ejerce funciones publicas, cumpla efectivamente con los mandamientos chavistas de lealtad al pueblo, al patriotismo y a la justicia social, alejándose de ambiciones personales, apegos materiales y sectarismos. Por eso decimos, cuando un revolucionario sienta que debe ser conservador o demasiado prudente, tema emprender cambios profundos, padezca el síndrome de “no podemos”, sea mordido por el gusanillo del miedo, o dude ante el coqueteo de la burguesía; debe inspirarse en la vida invicta y admirable de Hugo Chávez porque Venezuela hoy no sería libre si él no hubiera sido el héroe firme y valiente que siempre fue.
Si Chávez hubiera sido como otros: no habría salido de su amada Sabaneta para hacer realidad los sueños de su niñez porque Caracas suponía más riesgos; ni entrado a la Academia Militar ni organizado un grupo de oficiales bolivarianos para restituir la soberanía nacional porque los gobiernos fascistas y represivos del Puntofijismo podían meterlo preso o simplemente desaparecerlo.
No se habría jugado la vida en las épicas rebeliones de 1992, que conquistaron los corazones de millones de venezolanos esperanzados en salir del neoliberalismo y la corrupción atroz, porque era difícil un triunfo militar en Miraflores y morir fusilado era lo más probable.
Tampoco habría organizado un partido revolucionario (el primero de carácter triunfante en nuestra historia republicana) ni luchado por la Presidencia de Venezuela porque parecía un disparate desafiar a la derecha que ya había aplastado a todos los candidatos del antisistema en elecciones “libres y democráticas”. Además, según los consejos de la vieja izquierda domesticada, lucía conveniente postergar la revolución y “acumular fuerzas” siendo diputado al Congreso.
Menos aún habría promovido una Constitución Bolivariana, leyes habilitantes con sentido anticapitalista, ni rescatado Pdvsa ni la FANB, ni creado misiones, ni Socialismo del siglo XXI ni Poder Popular, ni unidad latinoamericana.
Otro, ante el golpe y el sabotaje petrolero de 2002, se habría entregado a la burguesía y al imperialismo pues casi todos los presidentes que se han alzado contra esos poderes fácticos han sido derrocados. Escritor, constitucionalista y militante marxista. Profesor de estudios políticos e internacionales en la UCV.
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