Ché Guevara: De guerrillero burgués y asesino a pacotilla de mercadillo

Publicado el 10 octubre 2017 por Yusnaby Pérez @yusnaby

La célebre imagen del Che Guevara que inmortalizó Korda se replica en cada esquina de Cuba, en sedes de instituciones oficiales y escuelas en honor a quien fue “guerrillero heroico” de la Revolución, convertido también, a los 50 años de su muerte, en un icono pop que se vende en tiendas de “souvenirs”.

En la emblemática Plaza de la Revolución de La Habana, el protagonismo es para la efigie de Ernesto “Che” Guevara (1928-1967) sobre el edificio del Ministerio del Interior: él acapara las fotografías de los turistas, a los que a menudo se ve pasear por Cuba con réplicas de su mítica boina negra con la estrella al medio.

Esa boina, camisetas con su imagen, pinturas y postales se venden por doquier en los mercadillos de La Habana Vieja, el casco histórico de la ciudad, a los que acuden miles de turistas que visitan la isla en busca de recuerdos de su viaje.

“Su imagen vende tanto como los carros americanos o la Bodeguita del Medio”, aseguró a Efe Freddy, un artesano que vende sus obras -collages en los que pinta esos símbolos de Cuba sobre ejemplares de Granma- en los Almacenes San José de La Habana Vieja.

El pintor Juan Manuel Hernández Fuentes pone a la venta en esos almacenes sus obras “Pop Art”, inspiradas en piezas de Andy Warhol, donde las sopas Campbell’s son rebautizadas como “Revolution” y el Che comparte espacio en el olimpo “pop” con figuras como Mickey Mouse, Marilyn Monroe o Barack Obama.

“En Cuba, el Che es un héroe, una figura histórica. Pero en el mundo entero es también un icono pop”, aseveró.

“Como un homenaje a su legado y no con fines comerciales”, también Neida, una veterana artesana que lleva 20 años en el negocio, vende a un “precio razonable”, unos 15 dólares, carteles con el rostro del Che pintado a mano.

Más allá del uso mercantil de la instantánea que en 1960 le tomó el cubano Alberto Díaz “Korda”, en la isla todavía hoy se utiliza la figura y legado del Che -erigido como un “Santo de la Revolución” a quien venerar- como ejemplo para las nuevas generaciones.

No en vano, los escolares cubanos cada mañana antes de empezar las clases, cantan el himno de Cuba, izan la bandera y corean el lema “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”.

También es frecuente que cuando los estudiantes cubanos culminan la enseñanza primaria, secundaria o universitaria, reciban como regalo obras clave de la literatura revolucionaria, como “Pasajes de la guerra revolucionaria” o el “Diario del Che el Bolivia”.

Para preservar y difundir su legado y pensamiento, trabaja desde 1983 el Centro de Estudios Che Guevara, con sede en La Habana y dirigido por Aleida March, que fue su segunda esposa.

Como ejemplo vivo de las múltiples maneras en las que se honra al Che en Cuba, los Ernestos y Ernesticos son una plaga en la isla, sobre todo entre la generación nacida en las décadas de los sesenta y setenta, los años gloriosos de la Revolución, por la que él luchó desde el nacimiento del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra.

Alejado del aura mesiánica y heroica que le impregna el relato oficial de la Revolución, biografías bien documentadas como “Che Guevara”, del escritor y periodista Jon Lee Anderson, reflejan a un hombre de personalidad conflictiva, asiduo de las discusiones y amante de lo poco ortodoxo.

La versión oficial en Cuba apenas habla de su vida personal, ni del abolengo burgués de su familia en Argentina -aunque ya venido a menos cuando el nació en 1928-, ni mucho menos de las diferencias que mantuvo con Fidel Castro durante la lucha en la Sierra Maestra.

De hecho, la edición cubana de “Diario de un Combatiente”, que se publicó póstumamente en 2011, omite los tres primeros meses de la lucha del Ejército Rebelde contra el régimen de Fulgencio Batista porque Guevara cuestionaba las estrategias de guerra de Fidel, al que acusaba de ser poco disciplinado, según cuenta Anderson.

Al margen de lo controvertido de su figura, lo cierto es que la Cuba comunista no habría sido lo mismo sin Ernesto Guevara, ni él se habría convertido en el “guerrillero heroico” si no se hubiera iniciado en la lucha revolucionaria en la isla, donde pronto se reveló como un combatiente valiente, audaz y un tanto temerario.

De hecho fue el cubano Ñico López quien le puso el mote de “El Che” cuando se conocieron en la convulsa Guatemala de 1954, y bajo esa nueva identidad lo presentó un año después en Ciudad de México, primero a Raúl Castro y poco después a su hermano Fidel.

Solo hizo falta una cena con Fidel Castro para que Ernesto Guevara, ya convertido en “El Che”, hallara al fin la causa política en la que volcar su espíritu revolucionario y se embarcara en la expedición del yate Granma a Cuba, un viaje que cambió el curso de su vida y de la historia.

Con información de EFE.

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