Mucho se ha escrito sobre el camino que condujo a la II Guerra Mundial y sobre la humillación y enorme error de cálculo que supuso la vergonzosa venta de Checoslovaquia a la Alemania Nazi a cambio de una paz que apenas duró un año. La reunión de Múnich de 1938 supone el culmen del apaciguamiento y, aún hoy en día, se sigue usando como sinónimo de claudicación ante regímenes brutales y se analiza sus fatales consecuencias. La mayor parte de la responsabilidad sobre lo acontecido en Múnich recae en le PM británico Neville Chamberlain que, favorable a la opinión pública y la prensa británica de la época, propició en varios viajes la liquidación de Checoslovaquia en aras de una "paz para nuestro tiempo". Cuando Hitler anexionó la totalidad de Bohemia, Moravia y convirtió a Eslovaquia en un Estado vasallo vinieron las lamentaciones y las justificaciones. Pero vamos por partes. La opinión pública británica, la prensa y el Partido Conservador (salvo notables excepciones como Sir Winston Churchill) eran proclives a la política de apaciguamiento con el régimen nazi. El portavoz de semejante postura fue el elitista diario The Times que desde sus editoriales marcaba la política a seguir por la bancada conservadora.
Mucho se ha escrito sobre el camino que condujo a la II Guerra Mundial y sobre la humillación y enorme error de cálculo que supuso la vergonzosa venta de Checoslovaquia a la Alemania Nazi a cambio de una paz que apenas duró un año. La reunión de Múnich de 1938 supone el culmen del apaciguamiento y, aún hoy en día, se sigue usando como sinónimo de claudicación ante regímenes brutales y se analiza sus fatales consecuencias. La mayor parte de la responsabilidad sobre lo acontecido en Múnich recae en le PM británico Neville Chamberlain que, favorable a la opinión pública y la prensa británica de la época, propició en varios viajes la liquidación de Checoslovaquia en aras de una "paz para nuestro tiempo". Cuando Hitler anexionó la totalidad de Bohemia, Moravia y convirtió a Eslovaquia en un Estado vasallo vinieron las lamentaciones y las justificaciones. Pero vamos por partes. La opinión pública británica, la prensa y el Partido Conservador (salvo notables excepciones como Sir Winston Churchill) eran proclives a la política de apaciguamiento con el régimen nazi. El portavoz de semejante postura fue el elitista diario The Times que desde sus editoriales marcaba la política a seguir por la bancada conservadora.