Pero empezar de nuevo en la Escuela de Hostelería me ha "reactivado" y aquí me veo hoy, rescatando una de las recetas que más me gustan: Cheesecake de arándanos....
Este segundo año no pintaba muy bien, demasiados alumnos en una cocina y muy pocos profesores (tan sólo 5 para unos 350 alumnos, tirando hacia abajo.... uffff!!!!). La crisis, los recortes y el momento actual en la educación han hecho mucho daño. Sin material, sin utensilios, sin ingredientes y, lo que es peor, sin apenas profesores, el panorama es desolador.
La semana pasada me encontraba en cuarto frío ejerciendo de cuasi-profesor de los nuevos alumnos. La idea era mezclarnos para que fuésemos sus "responsables". No es algo que me importe en absoluto, pero nos quedan tan sólo unos meses para las prácticas y lo que realmente apetece es aprender. Además, con tan sólo un año de formación a mis espaldas, no me creo suficientemente capacitada como para "enseñar" o rectificar a otro compañero.
"Peleas" por meter la mano en una masa en pastelería (y amasarla), por coger una sartén, por empezar y acabar elaboraciones.... acaba siendo la tónica del día. El hastío se ha adueñado de muchos compañeros que, decepcionados por no poder aprender, empiezan a dejar de ir a clase.
Contemplar a los profesores cómo tratan de atender a un mínimo de 18 alumnos por partida (en pastelería somos unos 26...), ideando recetas de crisis diferentes (Ajustar al máximos los gastos es la norma), tratando de llegar (y atender) a todo el mundo, recuperando género, haciendo relevés conjtinuamente, etc... te hace valorar aún más su trabajo.
Yo mantengo la suerte que tengo con mis compañeros. Lees opiniones sobre el mal ambiente en las cocinas, los gritos, insultos y hasta peleas y, viviendo la experiencia que estoy teniendo yo, no puedo acabar de creer que eso realmente suceda. Al final de la mañana han sido tus compañeros los que han hecho el día aún mejor y hasta, a veces, los que han hecho que merezca la pena entrar a cocina, aunque sólo hayas podido ver cómo otro amasaba. Eso es un lujo, de verdad.
La semana pasada veía entrar a cocina a los nuevos alumnos, con sus nervios, su inseguridad, sus vueltas por la cocina sin saber muy bien a dónde dirigirse, perdidos completamente.... Todas estas escenas me hacían darme cuenta de que, al final, sí había aprendido más de lo que pensaba. Había aprendido a tener seguridad, a desenvolverme con autonomía (cierta autonomía, jeje), a tener (cierta) iniciativa y sentirme en mi entorno. Caer en la cuenta de todo esto ha sido muy importante, me ha dado un empujón moral y ha incrementado mis ganas de seguir a pesar de todo, a pesar de los recortes, a pesar de que este año no podré aprender lo que años atrás aprendieron otros alumnos, a pesar de todo.
Uffff!! Son muchas cosas, ¿verdad? Seguiremos otro día y así os voy contando cosillas (estilo serial, jaja!!!). Ahora a mi dulce.....
INGREDIENTES:
1.- Base:
300 gr. de galletas tipo digestive
75 gr. de mantequilla
50 gr. de almendras
una cucharadita de canela
2.- Crema:
2 tarrinas de queso de untar (tipo Philadelphia)
10 cucharadas de azúcar
2 cucharadas de Maizena
ralladura de 1 limón
4 huevos
1.- Comenzamos triturando las galletas.
2.- Pasamos las galletas molidas a un bol amplio para incorporar el resto de ingredientes.
7.- Mezclamos bien todos los ingredientes.
18.- Apagamos el horno y dejamos enfriar dentro con la puerta entreabierta.