Sergio Chejfec.La experiencia dramática.Candaya Narrativa. Barcelona, 2013.
No hace mucho, un párroco quiso graficar en la misa dominical la idea que tenía de Dios. Explicó que siempre se ha dicho que Dios está en todas partes y que acompaña a todo el mundo en todo momento. Lo difícil, sugirió, es hacer tangible esa presencia, ofrecer ejemplos prácticos que no dejen lugar a dudas. Hizo silencio y enseguida agregó que Dios es como los mapas en línea (dijo textualmente “Google Maps”). Puede observar desde arriba y desde los costados, es capaz de abarcar con la mirada un continente o enfocarse en una casa, hasta hacer zoom sobre el patio de una casa. Y así, como todos los presentes en ese momento podían imaginar, nada escapaba a su vigilancia. Ahora bien, agregó, Dios funcionaba como los mapas digitales, pero mejor, porque no estaba reducido a la representación visual y sus distintas modalidades (mapa, relieve, tránsito, etc.): estaba en condiciones de abarcar literalmente todo, desde las voces y sonidos en el aire hasta los sentimientos más inconfesables, de un modo tal que podía prescindir de la visualización sin mayor problema, cosa imposible para Google Maps. El párroco dibujó con la mano un gesto de advertencia, o aclaración, y siguió diciendo que ello no significaba que los mapas digitales fueran equivalentes a Dios, sino que eran un ejemplo del, como dijo, funcionamiento divino de Dios. En ese momento se hizo nítido un murmullo, como si los asistentes repitieran para sí las últimas palabras del cura. Después, al igual que siempre, al término de la misa se formaron grupos en el pequeño atrio; y entre quienes conversaban algunos de cuando en cuando dirigían la vista hacia el cielo como si temieran lluvia.
Desde ese llamativo comienzo hasta un desenlace en el que Félix, el protagonista, imagina que llegará el momento en que Rose le pregunte por su experiencia dramática, la última novela de Sergio Chejfec (Buenos Aires, 1956), que acaba de aparecer en Candaya, vuelve a confirmarle como el interesante novelista que ya demostró ser en Mis dos mundos, que apareció en este mismo sello editorial hace unos años.
Como Mis dos mundos, aunque ahora con un narrador externo y omnisciente, La experiencia dramática es una novela deambulatoria en la que el paseo, un viaje menor, es -como en Walser o Kafka- el motor de la escritura. Pero aquí el paseo en pareja es además el generador del diálogo entre Félix y Rose; un diálogo que estimula la reflexión y la memoria, el pensamiento y el recuerdo, del presente y el pasado en la frontera indecisa de lo real y lo virtual, de la experiencia y su representación, del interior intransitivo de los personajes.
Calles y bares son los espacios simbólicos, laberínticos o abigarrados, en los que los dos paseantes –navegantes de la soledad, buceadores en un medio hostil- comparten esas deambulaciones semanales que son a la vez una alternativa a la rutina y una metáfora de la vida.
Son los lugares de desolación por los que discurre la escenografía de unos diálogos peripatéticos que aspiran a construir un discurso oscilante entre lo teatral y lo descriptivo, a armar la metáfora del escenario de la representación, la nostalgia insegura de los dos paseantes, la dificultad de comunicar sus experiencias dramáticas o de saber si han sido reales y vividas.
Para Rose y para Félix caminar se ha convertido en una especie de latiguillo dramático, es la acción en la que caen siempre porque, al conocerla bien, hasta en sus detalles más triviales, omitir cualquier otra alternativa los libera de potenciales riesgos. Pero en contra de lo que podría desprenderse de este hecho, caminar consiste al mismo tiempo en el punto supremo de realización compartida. A Félix le ocurre pensar que los encuentros con Rose son intentos de conciliar los extremos de una misma experiencia: el lugar común –la cosa de todos los días, sin mayor significación– y el trance mayor –el momento culminante, el de máximo significado.
Ya se dijo aquí a propósito de Mis dos mundos y ahora es momento de repetirlo porque La experiencia dramática lo confirma: Sergio Chejfec es un narrador exigente y riguroso que continúa la tradición intelectual de los escritores extraterritoriales que equilibran vida y recuerdo, narración y reflexión con distancia atenta y nostalgia productiva.
Uno de esos escritores que hacen brotar la ficción del cruce de lo preciso y lo impreciso, del pensamiento y la imaginación, y conciben la literatura como ejercicio de incertidumbre y de invocación de la memoria, como método de indagación en el recuerdo con estética minimalista y densidad reflexiva, con la intensa precisión estilística de sus descripciones.
Santos Domínguez