Chengdu: tierra de abundancia

Por Orlando Tunnermann
CHENGDU, TIERRA DE ABUNDANCIA.
En busca de osos panda, mi siguiente visita me apea en el otrora ubérrimo reino de Shu, donde comenzaron a emerger los prístinos poblados en torno a las feraces laderas de las montañas, campos y valles bendecidos con abundancia de agua.
Chengdu o tierra de abundancia se me antoja una ciudad tranquila, pese a la conglomeración de vehículos que discurren por las amplias avenidas. “Milagrosamente” éstos, a diferencia de lo que acaecía en Beijing, respetan las señales de tráfico y la sensación de perecer atropellado no es tan “palpable”.
Es una urbe populosa la que me acoge, pero no especialmente descollante ni interesante. Por ello, sin mayor incidencia en los prolegómenos abordo ya mi encuentro con los encantadores plantígrados blanqui-negros que todos relacionamos, en un derroche de ternura, con los osos de peluche.


Inicialmente parecen cohibidos y no es fácil atisbarlos entre el follaje forestal del Centro de investigación y reproducción del oso panda. Pero a los pocos minutos, permuta el panorama por un despliegue de osos panda jalonando un paisaje pletórico de bambú, estanques, frondosidad…
Hay muchos pandas aquí criados en cautividad, y tendré la oportunidad de ver algunos recién nacidos.



En este punto sobra el texto y clama justicia un instante de recreo fotográfico.
Si hemos tenido suficiente, podemos avanzar hacia nuevas emociones que esperan enlentecidas en el precioso monasterio budista de Manjushri, ubicado en la zona del centro histórico.


Es un área bonita y llena de gente, “imbuida” del típico ambiente de la china tradicional.
Concluye el paseo y va feneciendo el día por la calle Jingli; una de las más egregias, animadas y antiguas, donde se puede apreciar el auténtico folclore y acervo cultural chino.
Es momento de pasear la mirada por las innumerables tiendas, casas de té y locales con buen ambiente.