Chéri - Colette

Publicado el 22 febrero 2019 por Rusta @RustaDevoradora

Edición: Acantilado, 2018 (trad. Núria Petit)Páginas: 152ISBN: 9788417346225Precio: 14,00 € (e-book: 6,99 €)
La literatura francesa de la primera mitad del siglo XX no se puede entender sin la figura de Sidonie-Gabrielle Colette (Saint-Sauveur-en-Puisaye, 1973 – París, 1954), escritora prolífica, periodista, artista de music-hall y primera mujer en presidir la prestigiosa Academia Goncourt. Comenzó a publicar sus novelas sobre Claudine, inspiradas en su infancia, en 1900, firmadas sin embargo por su marido, Henry Gauthier-Villars. Colette nunca se sintió cómoda en el rol de esposa obediente y, después del divorcio, tomó las riendas de su vida. Frecuentó el ambiente intelectual, trabajó en espectáculos y dio forma a un proyecto narrativo en el que su impronta se halla muy presente, en su irreverencia y en la indagación fresca y sin tabús de la liberación femenina en el marco de la clase acomodada parisina de la época. Toda una personalidad.Entre su vasta producción, Chéri (1920) está considerado uno de sus mejores libros. En las líneas iniciales descubrimos a un hombre que luce orgulloso un collar de perlas y se resiste a devolverlo a su dueña. Con esta imagen de un joven coqueto, ligeramente travestido, ya se insinúa el atrevimiento (y la astucia) de la autora para poner en jaque los cimientos de la sociedad. El chico, además, es el amante de Léa, una cortesana madura que apoda «Chéri» [Querido] al muchacho. Este idilio dura desde hace siete años, un tiempo en el que él se ha graduado en las artes amatorias y ella ha perdido la lozanía que le quedaba. Los dos siempre han sabido que su aventura tenía fecha de caducidad: al fin, Chéri se casa con una cándida muchacha de familia rica. No la ama, claro, pero le conviene.Tanto Léa como Chéri habían previsto este capítulo, no les supone un revés. Sin embargo, en la práctica ninguno de los dos lo asimila («Mi pobre Chéri… Qué curioso es pensar que al perder, tú a tu vieja amante marchita y yo a mi escandaloso y joven amante, hemos perdido lo más honorable que poseíamos en este mundo…», p. 120). Con fragmentos que alternan a los personajes, Colette narra cómo la ruptura conduce a una pérdida de rumbo para ambos, a pesar de la frivolidad y la indiferencia que parecen reinar en sus vidas. Esto lleva a un análisis de la relación con diferencia de edad, con la mujer como la parte experimentada: Chéri está en el punto de partida, es un chico apuesto, que ha descubierto el amor con Léa y tiene un camino por delante; mientras que ella se acerca a los cincuenta, se aproxima al «final» de su etapa como mujer sexualmente atractiva. Podrá tener a otros hombres, pero le costará seducir a otro Chéri, le costará repetir una relación de siete años con un joven al que dobla la edad.Después de un idilio tan largo con el mismo chico, Léa se ve incapaz de continuar como si nada («Una relación de siete años es como irte con tu marido a las colonias: cuando vuelves, nadie te reconoce y ya no sabes ni ponerte un vestido.», p. 123). Percibe el envejecimiento de su cuerpo, echa de menos el ardor en los otros amantes, descarta contraer matrimonio con alguien de su quinta pese a recibir proposiciones. Chéri, no obstante, tampoco encuentra su sitio: a sus veinticinco años, no tiene ninguna ocupación y vive de su encanto («aquel “niño malo” –irreflexivo, desmemoriado, sin planes de futuro–», p. 137). Su esposa, una chiquilla tan educada como inexperta, no le satisface, está lejos de la versada Léa. Es importante destacar que la aventura de Chéri y Léa carecía de romanticismo; Colette no relata la historia de dos enamorados caídos en desgracia porque las convenciones sociales los obligaron a separarse, sino algo así como la inquietud (y la desorientación, y el abatimiento) después de un periodo de distensión y placer que se prolongó más de lo previsto.Colette deja entrever una idea subversiva (no solo para su tiempo): Léa y Chéri eran felices juntos, con su diferencia de edad, su manera despreocupada de vivir, sin ataduras, sin pensar en «dar un paso más» en su relación. ¿Está la sociedad preparada para esta forma de habitar el mundo? Con todo, no se puede obviar el factor del estilo de vida: ni él ni ella trabajan, son de naturaleza egoísta y caprichosa, no tienen planes de futuro y están sanos. Quizá vivían en armonía precisamente por hallarse en un limbo, un paréntesis condenado a terminar; quién sabe si la relación hubiera perdurado de haber surgido algún contratiempo. Por consiguiente, el tedio en que caen tras la separación puede relacionarse con la falta de responsabilidades, la ociosidad (¿excesiva?) que no garantiza ni mucho menos el bienestar interior.

Colette

Por último, no se puede hablar de Colette sin prestar atención a su voz narrativa, una voz impregnada de la alta sociedad y sus excesos (los afeites, la coquetería, los lujos), una voz que rebosa cinismo y humor socarrón, acorde con las costumbres de bon vivant. Denota capacidad de observación y gusto por el detalle, sobre todo en la apariencia de los personajes, con sus alusiones a la lozanía y la decrepitud de los cuerpos, esos contrastes tan importantes en esta novela. El estilo, de falsa ligereza, busca la palabra justa, con diálogos ágiles y un tono ameno. Colette hace que escribir parezca fácil, pero que nadie se engañe: hay que esforzarse mucho para conseguir esa concisión, para narrar con esa gracia, para dominar la sutileza, para concentrar tantos matices en pocas páginas. Excelente.