Veamos… si sus miembros son de origen latino y no son un grupo de rock en español, tampoco una banda de soul negro ni hacen sonidos caribeños… entonces, ¿qué son? Fácil, pues tropicalismo soul con tintes psicodélico – espaciales, que es así como se definen este cuarteto de Los Ángeles. Lejos de parecer una broma, la definición está clavada. El combo está formado por cuatro miembros de naturaleza mestiza: el baterista Gabriel Villa es colombiano; el guitarrista Carlos Arévalo es de Los Ángeles (de madre chicana y padre salvadoreño); el bajista Eduardo Arena tiene padre mexicano y madre colombiana y Bardo Martínez, vocalista y teclados, es de madre colombiana y padre mexicano. Como pueden ver, semejante mezcla tenía que notarse en su música, salpicada de contrastes.
Seguimos, desháganse de prejuicios, abran las orejas y denle una pasada al disco. Regálense un momento para abrir la mente, cualquier tarde de estas. Dan ganas
El disco es sencillamente maravilloso, cautivador. Repleto de ritmos latinos y de melodías soul setenteras con ese toque espacial que antes comentamos. Letras tanto en español como en inglés en un álbum de doce temas que es el tercero ya de su carrera tras el EP inicial “Joven Navegante” (2012, Chicano Batman) y el posterior LP “Cycles of Existencial Rhymes” (2014, El Relleno Records).
¿Hemos presenciado el nacimiento de un nuevo género musical? Algunos críticos ya lo llaman “brown – eyed soul”, en clara alusión al blue – eyed soul que naciera en los 70 y se desarrollara en los 80 como (no interpreten matices racistas): “la respuesta blanca al soul negro”. Bandas como Hall & Oates, The Doobie Brothers, Joe Cocker, The Commitmens… se encuentran entre sus figuras más destacadas, quedando hoy el género representado por Adele, Duffy y demás artistas. Pues sí, el soul de ojos marrones ya está aquí.
Un tesoro escondido (8/10).
Nacho (Erasmus Arne Saknussemm).