La reina alada de las hormigas arrieras
Todavía recuerdo en Guadalajara, cuando era niña, un montoncito de años atrás, al llegar a la escuela primaria en la mañana después de una noche lluvia, la primera noche lluviosa de la temporada tal vez, y ver el patio tapizado de unas hormigas grandes, gordas y aladas. Esa peculiar alfombra rojiza en donde algunas hormigas todavía daban señales de vida, finalmente iba a parar a la basura, porque para la hora del recreo ya no estaban allí. No recuerdo cuándo fue la última vez que las vi en esas cantidades, son de esas cosas que se nos van olvidando sin que demos mayor importancia al asunto, o pensemos siquiera en la razón de su ausencia. Fue hasta mi aventura oaxaqueña que volví a pensar en ellas, porque me las topé con una marchanta en la calle. ¿Compra chicatanas?, me preguntó extendiendo un pequeño plato de barro lleno de estas singulares hormigas. Pagué cincuenta pesos por el equivalente a un puño de chicatanas, lo cual se me hizo un poco caro, comparado con el precio que por estas tierras tienen los chapulines. Cuando cuestioné a la señora al respecto, me dijo que estaban muy escasas, que cada año son menos las que pueden recolectar después de la primera lluvia del verano.
Fotografía del periódico El Gráfico de la Costa
Fue entonces que mi memoria hizo ese tremendo viaje al pasado, para tratar de ubicarlas entre mis recuerdos. Cuando me di cuenta de que en verdad desde mi niñez no las había vuelto a ver en tan bastas cantidades, entonces me sentí en la posesión de un tesoro. Nunca antes las había probado, pero no soy de las que salen corriendo ante la experiencia de conocer un nuevo sabor. De inmediato me llevé una a la boca y me la comí. El sabor de las chicatanas es mucho más agradable que el de los chapulines, que algunas veces dejan un sabor un poco amargo al final. No creo que alguien pueda describir a detalle el sabor de un insecto. He probado varios tipos diferentes y todavía no encuentro la mejor manera de transmitir esa experiencia gastronómica, así que me voy a limitar a decir que tienen un extraño sabor almendrado y es necesario probarlas para comprobarlo.