Chile. Chillán 1973: Niblinto y la dignidad resistente que SI fué
El combate de Niblinto y la guerrilla que no fue
En la noche del 14 de septiembre de 1973, un grupo de quince jóvenes militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR, al mando de Rubén Varas Aleuy (“Nelson Ugarte”, 21 años, jefe del Grupo Político Militar, la estructura regional Ñuble de la organización dirigida a nivel nacional por Miguel Enríquez) decidió partir desde Chillán hacia la precordillera. Su objetivo era defender con las armas el derrocado gobierno del Presidente Salvador Allende.
Contaban con un fusil M1, dos pistolas máuser, dos rifles 22, dos revólveres 38 y una caja de granadas caseras. No tenían alimentos ni equipamiento de montaña. De los dieciséis convocados al inicio, sólo uno desistió luego de presentarse inicialmente. El objetivo era iniciar los preparativos de una resistencia armada al golpe militar desde los faldeos de Minas del Prado, y evitar la consolidación del nuevo régimen. El MIR local confiaba en sus bases de trabajo campesino en la zona.
Todo partió con la acción de “expropiación” de una micro del recorrido urbano Irene Frei-Quinta Normal, una Ford color verde agua, realizada por cuatro de los resistentes, Jorge Vera González, Luis Veloso y Fernando Carrasco (taxista). El lugar en que se recogería al resto de la columna sería el puente Cato. El encuentro se produjo con cinco horas de retraso. Fernando tomó la variante Nahueltoro para llegar a un cruce ubicado cerca del retén de carabineros de Tres Esquinas. Los uniformados los vieron pasar pero no abrieron fuego. El jefe al mando del grupo, Rubén,evaluó que al pasar ellos por el siguiente retén, Niblinto, ocurriría lo mismo y preocupado por el retraso en la misión, ordenó continuar por esa ruta, aunque Uldarico Carrasco lo urgía a tomar el camino que iba por el sector Calabozo para evitar el enfrentamiento. Las ráfagas de carabineros que emboscaron la micro al cruzar el puente del río Cato, cobraron de inmediato dos víctimas: Fernando fue herido y quedó en la pisadera. Más tarde fue torturado y asesinado por el capitán José Jara Donoso. El M1 de Luis Romero no funcionó, las granadas tampoco y mientras Jorge Vera, parapetado tras la micro, cubría la retirada de sus compañeros hacia el río Cato, y José Romero vaciaba su revólver disparando sin cesar, Bernardo Solís, el estudiante, corrió en línea recta siendo alcanzado por una bala en la espalda y rematado en el lugar. El grupo se logra replegar pero sufre dos nuevas bajas días después. En su intento de conectar compañeros en Minas del Prado, ubicada a unos 18 km de Niblinto, Rubén y José son apresados, torturados y asesinados en Minas del Prado. Pese a la intensa persecución que incluyó helicópteros y fuerzas combinadas del ejército, carabineros e investigaciones, el resto de la columna logra eludir la cacería en el mismo lugar, con ayuda de unos pocos campesinos. Sin embargo Miguel Aparicio, Rodrigo Cifuentes, Alfredo de Toro, Luis Romero u Jorge Vera y caen detenidos posteriormente en Chillán y permanecen varios años en prisión para salir luego a un exilio forzoso. Rodrigo Cifuentes se convirtió entonces en combatiente internacionalista. Luchó en Nicaragua por el triunfo de la revolución y posteriormente se unió a la guerrilla en El Salvador, donde murió en combate.
Jorge Vera, profesor y combatiente
Sobreviviente del episodio del abortado inicio de guerrilla, Jorge Vera (de nombre político “Vladimir”) tenía 22 años en 1973. Junto a varios de sus compañeros integra hoy la agrupación “Verdad y Justicia” que preside Luis Romero, cuyo hermano de José también integraba la columna “Micro Niblinto”. Por años en las calles de Chillán continuó deambulando la micro que exhibía las balas de la emboscada. Luis escribió “El día que soltaron las bestias”, sus memorias, publicadas a fines de 2015 por Editorial Escaparate. Jorge vive en el campo, en el sector cordillerano de Ñuble, y es primera vez que relata cómo él vivió estos hechos que marcaron su vida.
En 1973, Jorge, alumno de la Escuela Normal, estaba terminando su año de práctica de pedagogía en educación física. Fue encarcelado y torturado en Chillán y Concepción, en la Cárcel de Talcahuano y en el Fuerte Borgoño. Lo entrevisté en Santiago, acompañado de su esposa, Patricia Miranda, antes que Luis Romero lanzara su libro y después que el diario La Discusión de Chillán contara por primera vez la historia de la “Micro Niblinto” . Jorge va reconstruyendo los detalles:
“Lo bueno fue que José Romero y yo pudimos identificar de dónde nos disparaban y pudimos disparar, porque si no, nos matan a todos. José está desaparecido. El tenía una P38 de 9 mm y yo una máuser. Eso permitió que no nos mataran a todos. El baja a la pisadera cuando se avisa que hay un retén. Cuando los pacos nos disparan, él responde. La micro se para porque le habían dado ya a Fernando, en el estómago. Yo me pongo delante también, detrás de José, él los mantiene neutralizados, y protejo la retirada de la gente; Rubén Varas y Pedro Oyarzún bajaron por la pisadera de adelante, y Bernardo corre hacia atrás de la micro, pero lo hace en línea recta, no zigzaguea ni nada y le dan en la espalda… En el retén habían dos pacos y civiles que se ofrecieron a hacer guardia como voluntarios, eran como 10 personas. Después de la balacera llega un oficial de Chillán, José Jara Donoso, que toma a cargo el procedimiento de búsqueda y peina el sector en busca nuestra”.
¿Y cómo se explican los hechos de Minas del Prado?
“Cuando el grupo se disgrega después del enfrentamiento, once de ellos llegan a Minas del Prado y se determina ir a tomar contacto allí con el Negro Matus, un compañero que era nuestro punto de apoyo local. No lo encuentran porque a Matus y a Montecinos, dirigente campesino del sector, regidor comunista, los habían alertado y ambos deciden salir de la zona. Pensamos que en Niblinto, con la tortura, los pacos pueden haber obtenido información de adonde nos dirigíamos. Porque a medio día los pacos fueron a Minas del Prado y reunieron a todo el pueblo y le dijeron que iban a llegar extremistas al sector y si ellos les prestaban ayuda, iban a bombardear el pueblo. Cualquier cosa que vieran extraña ellos tenían que denunciar de inmediato. Porque ese pueblo es muy especial, tiene una sola entrada. Está rodeado de cerros, uno entra por un camino y sale por el mismo camino”.
Continúa el relato Jorge: “Al no encontrar a Matus,los compañerosle dejan una nota por debajo de la puerta, informando dónde van a estar. Un campesino los ve y le informa al potentado del pueblo, de apellido Cofré, dueño de parcelas en el sector y de un galpón en la entrada de Minas del Prado. Este tipo organiza a unos 30 campesinos que salen al encuentro de nuestros compañeros y los reducen a golpes con palos, cuchillones y horquetas. Los nuestros no iban armados porque iban a un pueblo amigo y decidieron dejar sus armas al resto del grupo para su protección.”
¿Cómo explicas ese acto de barbarie?
“Por el terror ante la amenaza que les hicieron los milicos y carabineros. No se sabe mucho de Cofré. Murió hace poco. A José y Rubén los llevan al galpón, los amarran, les siguen golpeando con herramientas de trabajo y uno de los campesinos va a informar a carabineros. Los cabros se pusieron a pelear con ellos…a José le pegan con cuchillones, que son palos para cortar la zarza que tienen punta, le dejan colgando el brazo. Y en la noche del día 15 de septiembre, llega un grupo de Chillán con carabineros y milicos a buscar los detenidos, los golpean, los torturan y a la salida del pueblo los matan arriba de una camioneta. Después los trasladan a Niblinto en el mismo vehículo. Esto se supo por una persona que vivía frente al sector donde fueron los balazos y también por confesión de un milico.”
¿Qué tipo de trabajo tenía el MIR en Minas del Prado?
“Teníamos mucha confianza en el sector, conformado por pequeños propietarios campesinos que trabajaban para Conaf en tareas de forestación. Muchos de ellos venían a Chillán a escuelas políticas. Conaf llevaba dos o tres años con un plan de reforestación con pinos en el cual trabajaba todo el pueblito y el jefe de obras de una de las plantaciones, era un compañero nuestro, el Negro Matus. Eran predios fiscales, antes había sido una mina de oro, que la explotaron demasiado y causaron mucha erosión, lavaban los cerros para recoger el oro, caía toda la capa vegetal de la tierra a los canales. El sector es grande, separado por hijuelas, iban avanzando por partes. En la tercera hijuela está Minas del Prado y la cuarta era Montaña, pero había que reforestar también a los pies del Nevado de Chillán. En las escuelas de verano el MIR iba a estos lados con estudiantes a hacer trabajo político, había bases del Movimiento Campesino Revolucionario MCR que participaban. En ese sector, por su conformación, no hubo reforma agraria. El Negro Matus estaba integrado en este grupo, por eso íbamos a llegar allá y él nos iba a orientar porque estaba viviendo en el sector, era el baqueano. Se le mandó a avisar el mismo día 13 con una compañera, que el grupo iba para allá.”
¿Por qué la demora de 4 horas?
“El MIR decidió que el grupo tenía que irse el 13 de septiembre a las 11 de la noche al punto de encuentro en el campamento Por la Razón o la Fuerza. Y el grupo llegó, llegaron todos. Uno reculó pero en el momento, fue a la cita y después se quedó y dejó el arma botada, era de un grupo operativo muy reciente. Pero todo el resto se mantuvo. Fernando Carrasco, Rubén y Uldarico (Perico) eran casados y con hijos. Alfredo de Toro era casado con la hermana de Perico. El nivel de convicción era enorme. Fernando era militante PS pero participaba con nosotros. Perico cuando lo vio llegar, le dijo: ´ No vayas, estoy yo, está mi cuñado, tiene que quedarse alguien´ Pero Fernando insistió: ´No, yo voy´, y no hubo forma de que entendiera.”
Jorge revela que Fernando, que era chofer, sabía dónde estaban la micro y su dueña.
“Y fuimos y sacamos la micro. La señora opuso un poco de resistencia pero nada más, le cortamos el teléfono, le dijimos que después iba a encontrar su micro en Chillán. Llegamos con la micro al punto de contacto y el grupo no estaba. Seguimos la ruta establecida. El jefe del grupo, Rubén Varas Aleuy dice: ´Vámonos caminando porque la micro va a pasar por ahí y así nos vamos a topar.´ Se fueron por el lado del camino. Entre el punto de contacto y el Puente Cato había una distancia de unos 12 km. Si fallaba, el segundo punto era el Puente Cato. Cuando se fueron ellos caminando, se le ocurrió a Miguel Aparicio que su suegra vivía en el camino y pasaron a buscar pan, pero estaban recién haciendo. Y se pusieron a esperar el pan. Nosotros pasamos por ahí, llegamos por el camino casi al Puente Ñuble, volvimos para atrás buscándolos, con las luces apagadas, y no los encontramos. Determinamos seguir hasta el Puente Cato y ahí nos estacionamos. Llegamos a las 11y esperamos 5 horas y llegaron a las cinco de la mañana…con pan. Si todos hubieran subido a la hora, habríamos llegado a Calabozo a la hora convenida donde estaba Paco, quien tenía la información, y el trabajo político. Después del enfrentamiento en Niblinto nos fuimos a la montaña, al sector de Calabozo, descansamos un poco, pues tuvimos que atravesar un campo arado, y la gran mayoría no había dormido en todas las noches del 12, 12 y 13, comíamos mal y no dormíamos pues estábamos esperando las órdenes de qué hacer frente al golpe. El grupo ya iba cansado. Llegamos a la parte alta de Calabozo y Rubén, el jefe, me pide ir a la Escuela, porque cree que debe estar María Elena, y Paco, nuestro compañero que estaba ya viviendo en la zona, va a llegar ahí.”
¿Te refieres a María Elena González Inostroza, la directora de la Escuela Nº 18 de Calabozo, que después fue detenida desaparecida en la Operación Colombo y figuró en la lista de los 119 junto a su hermano Hernán Galo?
“Sí, ella hacía clases en esa escuela en el campo, la detuvieron en 1974. Hernán era dirigente del Comité Local. Yo bajo a Calabozo. Me contacto con el campesino donde iba a llegar Paco y me dice que cuando empezaron a pasar patrullas, Paco se fue por tal lugar. Salgo a buscarlo pero no lo hallo. Y el campesino me dice hay que fondearse. Detrás de la casa de él pasaba el río Cato, ahí me mantengo, subo al cerro y observo el patrullaje y rastreo de los pacos. Los compañeros estaban al frente mío…estaba el valle de Calabozo y la Montaña. Ellos también observan las patrullas militares que todo el día peinan la zona. Llega la noche y perdimos contacto. El grupo de Rubén, viendo que estaba siendo cercado, camina hacia Minas del Prado, pero no encuentran la bajada y vuelven hacia Calabozo, ahí en un vado atraviesan y logran llegar de amanecida a Minas del Prado. Entonces Rubén y León bajan a tomar contacto.”
¿Cómo logras romper el cerco?
“Yo pierdo el contacto con el grupo y me quedo toda la noche cerca de la casa del campesino de Calabozo, en un chiquero de chancho y al mediodía el campesino me dice que va a ir a ver qué pasa en Niblinto. Y luego me propone que me vaya a Chillán por caminos internos, que él me puede endilgar a Coihueco, a pie, hasta el tranque. Hice dedo y un camión carbonero me trajo a Chillán. Tenía un arma y seguía con ella. Era una pistola Máuser prima, una grande, una de las dos que funcionó y disparó. Quedaron como 7 tiros no más. Las granadas caseras tampoco funcionaron. La construcción era buena pero el encendido era artesanal, una mecha con un fósforo pero no encendió. Tenía una cintita que había que sacar para que prendiera la mecha. El problema es que no había depósito y las granadas se guardaban en un gallinero, o una carbonera o algún galponcito, y Chillán es bastante húmedo.”
¿Qué pasó con los cuerpos de los compañeros?
“En los casos de Fernando Carrasco y Bernardo Solís, sus cuerpos fueron entregados a sus familias. Los dos de Minas del Prado siguen desaparecidos. A los días siguientes del crimen los cuerpos flotaban en el río. Un estudiante que vivía cerca del puente comentó en el Colegio Seminario de Chillán que había cuerpos flotando. Y dos compañeros de él, estudiantes de cuarto medio, de 17 años, fueron al río y los enterraron. Uno es Guillermo Stevens que fue gerente de Copelec, Cooperativa de Ñuble. Los pacos los detuvieron, pero luego los dejaron en libertad aunque sí tenían claro el lugar del entierro. Pero cuando en la operación de “Retiro de Televisores”, Pinochet ordenó desenterrar cuerpos en todo Chile, ellos fueron nuevamente desaparecidos. En 2004 el juez fue a buscar los cuerpos, y no encontró nada. No avisó a familiares de la diligencia por lo que solo buscaron en un lugar específico sin más trámites.”
¿Qué características tenía el grupo de la Micro Niblinto?
“De nuestros compañeros destaco su coraje, la capacidad de luchar y tener en la mente que había que resistir la masacre. Hay que tener en cuenta que al 14 de septiembre ya había en Chillán un muerto tras el golpe, Iván Contreras Flores, también de 20 años, doble militante MIR/PS, estudiante, pero eso no hizo retroceder a nuestro grupo. El jefe político era Rubén Varas Aleuy, dirigente regional del MIR, que hacía trabajo político en poblaciones y sindical. Había dos tomas en Chillán, los campamentos “Por la Razón y la Fuerza” y el “Ché Guevara”. Rubén tenía 21 años, y era de Parral. para nosotros él era “Nelson Ugarte”, sólo después conocimos su nombre real. En el informe Rettig figura como de Coihueco. Por su ascendencia árabe, en broma algunos amigos le decían “Cara de Camello”. Tres compañeros pertenecían a nuestra estructura de tareas militares, que el año 1969 había organizado un grupo operativo en que estábamos Luis Romero (El Oso), Alfredo de Toro, el Negro Matus (que no cayó detenido), y yo. Nosotros habíamos recibido instrucción en Cuba por tres meses y también habíamos hecho el servicio militar. Otros militantes hacían trabajo con campesinos y pobladores. José Romero, hermano de Luis, era el encargado militar de la estructura local, el Grupo Político Militar de Chillán; era estudiante de servicio social en la Universidad de Chillán, hijo de campesinos. Ellos conocían la zona de Cato porque vivieron ahí. El más joven de nosotros, Miguel Aparicio, tenía 17años, estuvo preso, ahora está en Holanda. Quien nos entregó las armas previamente fue el flaco Oscar Angulo, que era nuestro jefe de la tarea de informaciones. Está vivo. Su hermano Rolando, que fue nuestro secretario regional en la clandestinidad, fue ejecutado por la DINA el 27 de abril de 1974.”
¿Han regresado a Minas del Prado ustedes los sobrevivientes?
“Después que hicimos el monolito en el lugar donde asesinaron a los dos compañeros, ese sector se transformó en un sector de descanso, donde la gente pone sus animitas de los otros muertos del mismo pueblo. Y es el propio lugar donde fueron ellos baleados. El mundo real…los malos con los buenos. Yo no olvido a don Sergio, el campesino que nos trajo harina y pan. Hemos ido todos los años a Minas del Prado. La gente no sale de las casas. Y vamos todos los años en caravana, el primer domingo después del 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos. Ponemos música, vamos con la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. Muchas veces hemos entrado con marchas a Minas del Prado, y no sale nadie de las casas. Una vez éramos como cien, iban los chicos de la Universidad del BioBio, nos fuimos a la escuela donde trabajaba un profesor comunista y ahí nos reunimos y comimos en memoria de los caídos.”
¿Siguió trabajando políticamente el MIR después de Niblinto?
“Sí, el partido intentó reconstruirse una y otra vez y la represión siguió golpeándonos. Ricardo Troncoso Muñoz (Arturo), jefe militar de la provincia de Ñuble, tras los fracasos en Chillán se trasladó a la capital y al quedar sin contacto con la dirección del MIR, se asila. Pero luego al hacer contacto sale de la embajada, y cae detenido con María Elena González y su hermano; ellos están desaparecidos. La detención de otro dirigente, Ricardo Catalán por la SIFA, tuvo terribles consecuencias porque él manejaba toda la información local. En abril de 1974, la DINA aniquiló a la dirección regional del MIR de Chillán, secuestrando enel Regimiento de Infantería de Montaña N° 9 de Chillán a Rolando Angulo, asistente social (Universidad de Concepción) junto a Ogan Lagos, estudiante de agronomía de la U de Concepción, y a Bartolomé Salazar, profesor de castellano en el Liceo de Niñas chillanejo. Tras la tortura y muerte, sus cuerpos fueron abandonados en distintos sitios. El fiscal militar de ese tiempo, Mario Romero, fue procesado en 2015 en el juicio por esos crímenes.”
¿Cómo estaba organizada la DINA en la zona?
“Cuando se formó la DINA, los Patria y Libertad de la zona, que eran los civiles de San Carlos, bastante poderosos, entran a colaborar con el servicio secreto y le entregan, casas y vehículos para que funcionen y ellos mismos se ponen a disposición. Entregaron tres campos. El Carrizal, ubicado a unos 20 km de Chillán y utilizado como casa para el jefe de la Dina, Fernando Gómez Segovia, que llegó a tener grado de Coronel y hoy cumple desde 2014 sentencia en Punta Peuco, de 5 años y un día por el secuestro y desaparición de Pedro Molina, compañero de la Juventud Comunista de Lota que estuvo secuestrado en Colonia Dignidad. Gómez ocupó esa casa todo el año 74 y es responsable por los desaparecidos de Parral, donde fue el jefe de la DINA. El otro fundo se llama Pomuyeto. Uno de los agricultores era Lincoyán Lagos Tortella, miembro activo de Patria y Libertad. Ellos pusieron sus camionetas y autos para traslados de presos de Carrizal a Chillán, y también los viajes desde el regimiento de Chillán a esas casas de detención y tortura. El tercer fundo era Socorro, colindante con el río Perquilauquén, de Luis Dinamarca, agricultor y Patria y Libertad, y al frente estaba Colonia Dignidad. Se usó desde el 1 de enero del 74 hasta diciembre de ese año, un año completo. Después la Dina tuvo sus propias casas, pero esto fue para el inicio de la represión selectiva.”
¿Existía un plan del MIR local para responder al golpe militar?
“Hacíamos propaganda frente al Regimiento en Chillán, en junio y julio del 73 planteando a los soldados que desobedecieran las órdenes de los golpistas. Pensábamos que en caso de golpe, íbamos a contar con alguna fuerza desprendida del Ejército, apuntábamos a generar eso en el país y aquí. En Chillán también se formó un cordón industrial en la zona de Ultra Estación, del sector poniente donde había pequeñas industrias, estaba también la Empresa de Comercio Agrícola ECA que era importante pues se acumulaban los productos agrícolas, estaba la feria de Animales y había dos tomas de terrenos, el MIR tenía bastante influencia en el sector de pobladores. El plan se había hecho en junio del 73. El plan A era resistir en la ciudad, donde estaba el apoyo social, gran parte de la gente del MIR desde el 11 se trasladó a ese sector que al principio no fue muy allanado. El 13 de septiembre, incluso el comité regional funcionaba ahí en una casa de seguridad en el sector Ultra estación, pero decide que no se debe hacer la resistencia armada ahí y que hay que trasladar este grupo hacia la cordillera para instalarnos en Minas del Prado y preparar la lucha primero en el campo y luego llevarla a la ciudad. Las armas que llevamos eran pocas y algunas quedaron en Chillán. No las habíamos probado nunca porque teníamos poca munición.”
Patricia Miranda es la esposa de Jorge Vera, y la interrogo para completar este fragmento de historia de la resistencia al golpe en Chillán.
¿Patricia, qué rol cumplieron las mujeres en el MIR en Chillán después del golpe militar?
“Todas mis hermanas eran simpatizantes y los primeros días, inmediatamente después del 11de septiembre había que trasladar todo a Ultra Estación y todas estas mujeres con faldas cortas, llevaban los bolsos con armas…Había que pasar por el control de milicos que había en el paso bajo nivel que está al lado sur de la Estación. Eramos como seis o siete mujeres, e hicimos varias pasadas porque también llevábamos información que era para Rubén, el jefe del MIR. Mi hermana menor, super linda, con la falda más corta, encabezaba el grupo, y el milico le decía: ´Le ayudo mijita´ y ella pasaba. Limpiamos todas las casas del MIR de documentos comprometedores, ayudamos también a la gente del Partido Comunista. Mi hermana estaba recién parida, y todo lo poníamos debajo del coche de la guagua, con la bebé encima!!! Y abajo iban las armas. No teníamos miedo. Es que no había alternativa porque si no, nos iban a matar los maridos. Y después, cuando nuestros familiares cayeron presos, nosotros llevábamos y traíamos toda la información.”
¿Tan decididas eran las mujeres del MIR?
“Una vez con mi cuñada nos amanecimos, había que ir a avisar que detuvieran una acción armada. Esto fue después de Niblinto, el mismo año 73, fuimos con mi cuñada y pasamos por el Retén…y dijimos que íbamos a un velorio. Los miristas estaban acuartelados en la casa de un paco jubilado, pero no nos conocían y no se atrevían a abrir. Pero el guatón Arturo (Ricardo Troncoso) reconoció a la hermana de Jorge y ahí salió a abrir la puerta. Les informamos entonces que la acción no iba. Y se puso a llorar porque estaban listos para salir. Eran los miristas más importantes, estaba toda la dirigencia ahí, pero la contraorden la dio el encargado de reorganizar todo. Luego de dar el mensaje nos teníamos que ir. Y como era tan tarde y había toque de queda, nos escondimos en los hoyos de los alcantarillados y nos amanecimos ahí….hasta el otro día.”
Los procesos judiciales
Retomando la entrevista a Jorge Vera, le consulto por los resultados de los juicios en el caso de la micro Niblinto. Señala al respecto:
“En el proceso judicial por los asesinatos y torturas de José Romero y Rubén Varas la Corte de Apelaciones sobreseyó al jefe de retén de Chillán Viejo, capitán Luis Valdés Castillo, que había sido condenado en primera instancia porque él los sacó de Minas del Prado. Se perdió el caso en la Corte Suprema porque inexplicablemente el abogado Hiram Villagra no se presentó a apelar. Actualmente se intenta juntar las tres causas, a partir de la reapertura del caso de Fernando Carrasco y se busca reabrir la demanda por Bernardo Solís. Es claro el encubrimiento que hacen las fuerzas armadas sobre los criminales. El juez pide la nómina de los carabineros que ejercían en Chillán Viejo pero estos hacen aparecer otros, lo que es una contradicción con la declaración de un suboficial arrepentido, que dio los verdaderos nombres. Se comprueba el pacto de silencio de las instituciones hacia los victimarios. Y la corte tiene que guiarse por eso…También se perdió el expediente del juzgado. Nosotros como Verdad y Justicia siempre quisimos saber la verdad, la del otro lado, por eso iniciamos los procesos y le pedíamos al abogado que de cada declaración de un verdugo nos entregara las fotocopias. Y así tuvimos el expediente completo. Incluye los testimonios de los campesinos que declararon que estaban obligados.”
En Chillán la impunidad es la regla. Tras el golpe militar, en Chillán hubo 110 detenidos desaparecidos y 1.100 presos pasaron por el Regimiento Nº 9 de Chillán, la Segunda Comisaría de Carabineros y el Cuartel de Investigaciones. En todo Chile, las 21 comunas de Ñuble son, después de Paine, la segunda zona rural con un número tan elevado de detenidos desaparecidos en relación con su cantidad de habitantes. Y no hay condenas para los criminales, salvo por Gómez Segovia Según cifras del Programa de Atención y Reparación integral de Salud PRAIS, en nuestra provincia de Ñuble, que actualmente tiene una población de 441.604 habitantes, se calcula que el 10% del universo total de habitantes forma parte de los detenidos desaparecidos, presos políticos, ejecutados, exonerados y exiliados. Además de Gómez Segovia, sólo cumple condena efectiva en Punta Peuco, también a cinco años y un día, el general en retiro Patricio Jeldres Rodríguez, por la desaparición de dos dirigentes campesinos, Gilberto del Carmen Pino Baeza y Sergio Enrique Cádiz Cortes, este último dirigente campesino provincial y presidente del asentamiento campesino de Santa Rosa, del sector Cato. Ese criminal fue el primero en ser condenado por crímenes en Ñuble a pena efectiva. En nuestra declaración como Verdad y Justicia, afirmamos entonces: `Los caminos de la justicia tardan pero llegan, y soñamos que sigan llegando.”
¿Cómo fue tu exilio y el retorno?
“Estando en el exilio, en Holanda, nuestra misión fue denunciar a la dictadura y relatar lo que sucedía en nuestro país y nuestra provincia, y lograr la solidaridad del pueblo holandés. Pensábamos en volver a nuestro país. Pero el plazo se extendió y la dictadura se perpetuó en el poder. Con algunos compañeros que estuvimos juntos en prisión conversábamos y soñábamos en volver a nuestra región y trabajar en el campo porque eso nos volvería a estar en comunidad e integrarnos con el pueblo. Pero cada uno volvió finalmente por sus propios medios. Mis hijos volvieron primero, con su abuela, para facilitar la vuelta y su integración. Con Patricia volvimos en 1992, con la idea de trabajar en el campo, y lo hicimos. El país era otro, el MIR no existía. La política estaba renovada. La desmovilización social era evidente. Eso nos obligó a repensar en todos los compañeros que habían dado sus vidas por construir otro Chile. Podríamos decir que nos ataron de mente y de manos y nos inundó una profunda tristeza e impotencia. Solo quedaban los derechos humanos de aquellos que lucharon. Así fue como nos organizamos en la Agrupación Verdad y Justicia, a buscar la verdad, saber donde estaban y como fueron los hechos, a buscar Justicia, a recordarlos y hacer memoria por todos los caídos. Empezamos la lucha en los tribunales, para buscar los testigos, lo que significaba enfrentarse a los verdugos e investigar. En fin hacer la pega mínima que la legalidad burguesa nos permite. En muchos procesos se ha establecido la verdad dicha por los propios verdugos, lo que permitió establecer los errores cometidos por el partido y sus militantes.”
¿Cuál es tu reflexión final?
“El MIR durante la Unidad Popular creció enormemente, con una base popular combativa en nuestra región agrícola. Nuestro trabajo era luchar por la Reforma Agraria e integrar a las bases campesinas que no estaban organizadas y no se les permitía participar en el proceso. En Chillán teníamos fuerza en la Escuela de Agronomía de la U de Concepción; era nuestra base de apoyo, de donde salieron dirigentes regionales, como Rolando Angulo, Ogan Lagos y Ricardo Troncoso caídos tras el golpe militar. El Mechón Oyarzún, miembro de nuestro grupo Niblinto, era estudiante de esa escuela. Como organización, nos encontramos con una resistencia armada de los latifundistas, agricultores que en su mayoría eran de Patria y Libertad y que venían oponiéndose a la Reforma Agraria desde el gobierno de Eduardo Frei. Nosotros no fuimos capaces de fortalecer ese crecimiento en tan poco tiempo y no teníamos la experiencia necesaria para impulsar una vanguardia. Yo creo que el MIR colapsó el 11de septiembre. No fuimos capaces de coordinar nada y no se logró tampoco hacer algo con la Unidad Popular. Y sin embargo esta incapacidad nos puso en disposición para resistir. Los quince compañeros idealistas que ese día fuimos rumbo a Minas del Prado pensamos ingenuamente que seríamos un ejemplo a seguir…Con pocas armas, soñamos que nosotros daríamos el inicio a una gran lucha.”
La columna Niblinto
Arriba en la cordillera:
Rubén Varas Aleuy, “Nelson Ugarte”, 21 años jefe del grupo, DD
José Romero Lagos, 22 años, “León” DD, estudiante servicio social
Bernardo Solís “Freddy”, 20 años, Estudiante de Pedagogía, Muerto en acción
Fernando Carrasco “Raimundo”, 25 años,PS-MIR, chofer de taxi. Muerto en acción.
Sobreviven rompiendo el cerco:
Miguel Aparicio“Oveja”
Alejandro Carrasco“Ignacio”
Uldarico Carrasco “Pablo”
Rodrigo Cifuentes“Caracul”,
internacionalista muerto en El Salvador
Alfredo de Toro “Eustaquio”
Melanio Gutiérrez “Alex”
Pedro Oyarzún“Mechón”
Juan Poblete “Fakiro”
Luis Romero “Rogelio”
Luis Veloso “El electricista”
Jorge Vera González “Vladimir”
Santiago, 13 de septiembre de 2016
fuente: http://www.elclarin.cl/web/noticias/politica/20110-el-combate-de-niblinto-y-la-guerrilla-que-no-fue.html
La historia de la micro con miristas baleada en 1973 por carabineros de Niblinto
La micro Ford, redonda, era de esas color verde agua que había antes, en la década del 60. Estaba estacionada en el predio de su dueña, Uberlinda Otárola, quien fue visitada en la noche del 14 de septiembre de 1973 por cuatro jóvenes de no más de 22 años. Estaban armados.
Eran Jorge Vera González, Luis “Flaco” Veloso (electricista) y Fernando Carrasco, un chofer de taxi. Le dejaron más que claro a la mujer que la micro se la llevarían sí o sí.
“Fue expropiada, porque decir robada suena mal”, dice Uldarico “Perico” Carrasco, uno de los 15 miembros del MIR que abordaron el transporte con destino a Minas del Prado, lugar donde según les había comunicado del partido, los estarían esperando con armas y un grupo de trabajadores agrícolas para iniciar una resistencia que contribuiría a evitar que el golpe de Estado lograra retirar a la Unidad Popular del Gobierno.
Uldarico es el mismo que el pasado lunes asistió a la exhumación del cadáver de su hermano, Fernando, el taxista, quien iba al volante de esa micro cuando fueron recibidos a balazos por el personal de Carabineros del retén Niblinto.
“Perico”, junto a Jorge Vera y Luis Romero Lagos (detenidos en septiembre de 1973 y exiliados a Holanda) se reunieron con LA DISCUSIÓN para recordar el minuto a minuto de ese viaje que se inició como un “sueño de juventud” y terminó como un trágico y letal fracaso, que les mostró con frialdad que la Unidad Popular se hundió para no volver a flotar jamás en el país.
“Había dos planes. El primero era quedarnos en este sector de Ultraestación, donde estaba la toma ‘Por la Razón y la Fuerza’, que tenía a hartos compañeros del MIR; además habían silos con trigo y unas bodegas de la Empresa de Comercio Agrícola (ECA) donde había de todo. Ahora, si no se podía, ya teníamos vista la micro y sabíamos que eran 15 los designados por el partido para partir a la precordillera. No todos sabíamos a qué parte exactamente, una vez en la micro nos iban a decir”, recuerda Luis Romero Lagos, apodado el “Oso”, por su contextura, actual presidente de la agrupación Verdad y Justicia de Chillán.
Un día llegó un vehículo pequeño. Se bajó una persona a quien solo conocían por el apodo. Abrió el portamaletas y sacó dos revólveres, dos pistolas Mauser Prima, una pistola alemana calibre 38, una P31, un cajón con granadas caseras, una escopeta, tres rifles y un fusil M1. Ese era todo el arsenal con el que se supone deberían hacerle frente a las Fuerzas Armadas.
“Era ridículo, pero lo que pasó es que cuando ocurrió el golpe, todos los políticos que se supone que nos iban a organizar y a proveer de armas, se arrancaron sin pensarlo. Se supone que dentro del Ejército también habían elementos disidentes que se rebelarían y nos iban a colaborar, pero tampoco se manifestaron”, recuerda Vera González.
Parte la micro rumbo a la muerte
El plan B se ponía en marcha. Le cortaron los cables telefónicos a la dueña de la micro del recorrido Irene Frei – Escuela Normal, le dijeron que sería abandonada intacta cerca de Niblinto y se la llevaron hasta dejarla tras la estación de trenes.
La misión era que a las 23.00 horas sería abordada por los primeros cuatro miristas, quienes recogerían al resto en el puente Cato.
Por órdenes superiores del MIR, quien quedaba a cargo del grupo era un joven de 22 años, llamado Rubén Varas Aleuy (quien se hacía llamar Nelson Ugarte), “pero él no tenía ni la experiencia ni la instrucción militar que teníamos varios de los otros compañeros que íbamos arriba. No fue la mejor decisión, pero había que acatar las órdenes”, comentó Vera.
Y comenzó el sinfín de errores.
En primer lugar, los tramos hacia el Puente Cato nunca quedaron muy claros y los grupos se perdieron en el camino, lo que los retrasó al menos unas cuatro horas del plan original.
Una vez todos arriba, quien debía manejar la micro era el “Flaco Electricista”, sin embargo, confiado en su experiencia como chofer profesional, Fernando Carrasco tomó el volante, apagó las luces y se fue a máxima velocidad por la variante Nahueltoro para llegar a un cruce ubicado a no más de 50 metros del retén de Tres Esquinas, donde fueron vistos por los carabineros que ya estaban parapetados tras unos sacos de arena.
La dueña de la micro ya había avisado de la “expropiación” y en todas las unidades buscaban a la “micro llena de extremistas armados”. Sin embargo, los uniformados no abrieron fuego.
“Era obvio que iban a avisar a Niblinto, así que propuse a viva voz desviarnos por Calabozo. Lo malo es que el compañero que iba a cargo dijo que no, porque estábamos demasiado retrasados y pensó que si en Tres Esquinas no les habían hecho nada, en Niblinto tal vez tampoco. Pero se equivocó”, recordó “Perico”.
Cuando la micro estaba por cruzar el retén Niblinto, sienten la primera ráfaga de balazos. El primero en ser herido fue Fernando, a quien hicieron reposar en la pisadera. Más tarde sería llevado al retén, interrogado, torturado y muerto por el capitán José Jara Donoso, de la Sexta Comisaría de Chillán Viejo, quien habría descargado una ráfaga con su subametralladora en el estómago del taxista.
“Mi hermano me pedía ayuda, pero yo estaba atrás y las balas eran tantas que no podía ni moverme”, recuerda con pesar “Perico”, quien bajó por la puerta trasera, mientras Vera disparaba para forzar a los carabineros a parapetarse y cesar por algunos segundos la balacera.
Los pasajeros armados descubrieron que las granadas que llevaban no funcionaban y que el M1 que le pasaron al “Oso” Romero, encargado de proteger al grupo, estaba descompuesta. “Me paré, disparé tres veces y no pasó nada, pero si no fuera porque a algunos compañeros sí dispararon nos habrían matado a todos”, relató.
Arrancaron hacia el río Cato, usando la micro como escudo. Sin embargo, el alumno de cuarto medio, Bernardo Solís, corrió inexplicablemente en diagonal y una bala lo alcanzó en la espalda. Fue rematado en el mismo lugar.
El “Flaco Electricista” fue herido en un tobillo, por lo que se lanzó al agua y nadó lejos del grupo. “Tomó un taxi y se devolvió a Chillán”, relataron sin esconder su grado de molestia.
El grupo huyó por un potrero recién arado, por lo que corrían a duras penas. Más adelante, secaron sus ropas y Jorge Vera continuó solo rumbo a Calabozo, donde comprobó que, por el contrario de lo que pensaban, nadie los esperaba. Ni armas, ni provisiones, ni alimento, ni instrucciones, ni nada.
Siendo el grupo ya de solo 11 personas, dos de ellos, José Fernando Romero (hermano menor del “Oso”) y Rubén Varas Aleuy (aún a cargo del grupo) deciden separarse para ir a Minas del Prado, donde debían tomar contacto con un mirista que era trabajador de la Conaf (el” Negro Matus”). Pero fueron retenidos por un grupo de 35 campesinos, quienes llamaron a carabineros. Les dispararon. Sus cuerpos nunca aparecieron.
Los nueve restantes escucharon los balazos. “Pero no sabíamos en ese momento qué les habían disparado a Aleuy y a mi hermano”, relata el “Oso”. Encontraron guarida en la casa de un agricultor donde se enteraron que la fuerza del golpe era tan potente que “ya no había nada más que hacer”.
Decidieron separarse. Unos, como el “Oso”, optaron por volver a Chillán; y otros, como el “Perico”, buscaron irse a Argentina. Finalmente fueron detenidos, siempre delatados por alguien que los ubicaba, y condenados a 20 años y luego bajado a 5. Con la creación del artículo 504, lograron cambiar la condena por el exilio en 1977.
El “Flaco Electricista” murió de un infarto a los 60 años, y Rodrigo Cifuentes, otro de los 15, cayó como combatiente internacionalista en El Salvador.
La muerte de Fernando Carrasco y la de Bernardo Solís actualmente están siendo investigadas por el ministro Claudio Arias, de la Corte de Apelaciones de Chillán.
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