Los colores pasan a ser morados.
La violencia en la pareja ha sido un fenómeno histórico lamentable, debido a sus alcances sociales e impacto que generan en las personas y su entorno. En muchas incluso la muerte por parte de su agresor, desde ahí que en las últimas dos décadas en Chile se ha trabajado o internalizando el concepto de “femicidio” muy distinto al concepto de “homicidio”, pues se entiende que el primero solo se vive por el hecho de ser mujer y amparado en un sistema social que así lo permite, hablamos de un sistema patriarcal, machista y heteronormado, el cual violenta a las mujeres a través de violencia psicológica, física, económica y sexual.
Cuando estamos frente a esta violencia y callamos o simplemente miramos a otro lugar nos hacemos cómplice de un agresor masculino, entrenado socialmente para ejercer poder y dominio sobre una víctima femenina.
La gran mayoría de los estudios se han concentrado en parejas heterosexuales, sin ahondar mucho en las manifestaciones de violencia que se pueden observar en agresoras femeninas a víctimas masculinas o entre parejas homosexuales y LGTBI, y las consecuencias y daños que ésta pueda causar en ambos miembros de las parejas de la Diversidad.
A pesar que los estudios reconocen la existencia de violencia al interior de las parejas; según la investigación realizada por MUMS, UCN y CLAM, un 7% de la población LGTBI refiere haber recibido violencia por parte de su pareja. (Barrientos, Díaz y otros. 2011).
Cabe destacar un dato importante a considerar, el nivel de violencia social que vive la población LGTBI de forma sistemática y amparada por los dispositivos del Estado y religiosos, modifica nuestro umbral de violencia, viendo la agresión como un hecho que “simplemente hay que vivirlo”, restándole toda importancia.
Los organismos de apoyo a las víctimas de violencia intrafamiliar se han especializado en otorgar soporte a las mujeres que han sido subyugadas a la violencia ejercida por un hombre y algunos proyectos piloto dirigidos a hombres agresores. (Ahí ya una mala intervención, pues se sigue manteniendo la violencia como una “enfermedad” individual y no social). La violencia es un mal social que no puede ser detenida exclusivamente por el estado, la violencia se fortalece cuando vemos que las organizaciones de la sociedad privada y otros actores sociales no la enfrentan o la ven lejana a ella “la ropa sucia se lava en casa”
Pero existe otro factor que aún no es visibilizado ni problematizado; la presencia de violencia ya no en parejas heterosexuales, sino en parejas donde sus miembros son del mismo sexo, o agudizándose, en pareja donde uno de sus integrantes es transexual.
El Estado al no permitir la validación de estas uniones sea cual sea el dispositivo, matrimonio o unión civil, niega esta relación por lo tanto niega la existencia de esta realidad en su interior, haciendo testigos a las organizaciones de la diversidad sexual del mal trato en todas sus esferas, el abandono económico y el abuso sexual que vivencia día a día. Los datos demuestran que en Chile sobre el 60% de las mujeres sufre violencia, pero no se habla de la orientación sexual de esas mujeres, y tampoco se reconocen en esas encuestas a las mujeres transexuales.
En base a lo anterior, se cree que el maltrato físico es el maltrato más evidente debido a que sus consecuencias quedan expuestas, por esto la mayoría del tiempo se le da más importancia, tanto en el ámbito personal como social, bajando la importancia a la violencia, psicológica, económica y sexual que muchas veces se vive en la oblación LGTB.
Finalmente, debido al daño y el impacto emocional que produce la violencia en las personas víctimas de esta, se instala el miedo y la vergüenza de manifestar la situación, dificultando su reconocimiento y sanción, en gran medida ocultado por la orientación sexual de la víctima y su agresor o agresora y los prejuicios de la sociedad, imposibilitando así la denuncia debido a la falta de herramientas legales, falta de profesionales con experiencia en el ámbito y peor aún, por el Estado a través de la negativa del derecho y reconocimiento de las parejas LGTBI, no logra detener un flagelo que cada vez va aumentando en las parejas del mismo sexo.
José Luis Díaz
Movimiento Territorios
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