Chile vs. URSS, 1973. La cara negra del fútbol

Publicado el 17 mayo 2015 por Miguel García Vega @in_albis68

El 21 de noviembre de 1973 se jugó uno de los partidos más raros de la historia de la FIFA (que no es lo mismo que el fútbol), un Chile-URSS de clasificación para el Mundial de Alemania que se iba a jugar al año siguiente. Tras disputar su fases de clasificación respectivas, ambas selecciones se enfrentaban en eliminatoria de repesca a doble partido: el ganador iba a Alemania (por aquel tiempo RFA) y el perdedor se quedaba fuera.

La ida se había jugado en Moscú el 26 de septiembre. Un partido áspero en el que los anfitriones, teóricamente superiores, llevaron todo el peso pero no pudieron romper la defensa chilena. Aquello acabó 0-0, un buen resultado para los chilenos de cara al segundo partido.

La vuelta se jugó el 21 de noviembre en el Estadio Nacional de Santiago y Chile consiguió la clasificación para el Mundial al ganar 1-0. No hubo mucho fútbol: el partido duró, literalmente, 30 segundos, lo que tardó la selección chilena en marcar un gol desde el saque inicial.

Pinochet saludando al secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger

Los lectores más avisados ya se habrán dado cuenta de que las fechas empiezan a dar pistas sobre un partido de fútbol tan anómalo que no llegó ni a un minuto de juego. El calendario de la eliminatoria había sido fijado semanas antes de que la historia moderna de Chile se oscureciera por largo tiempo. El 11 de septiembre de 1973, el ejército chileno comandado por el general Augusto Pinochet iniciaba un sangriento golpe militar contra el gobierno democrático de Salvador Allende. Ahora se organizan primaveras, pero por aquel entonces en Latinoamérica los gobiernos molestos se derrocaban echando mano de los ejércitos autóctonos.

Pinochet entra en juego

Ese mismo 11 de septiembre, mientras el Palacio de La Moneda era bombardeado con el presidente dentro, los seleccionados chilenos estaban convocados para iniciar su preparación de cara a la eliminatoria con los soviéticos. Allende muere, el golpe triunfa y miles de chilenos son encarcelados, torturados y asesinados.

¿Y qué carajo hacemos con la eliminatoria del mundial? En principio la junta militar ha decretado la prohibición para todos los chilenos de salir del país, además de que no ve con buenos ojos jugar en la patria de su enemigo más odiado. Pero a la vez le conviene dar una imagen de normalidad –en eso el fútbol es inigualable–  así que deja partir a sus muchachos. Eso sí, la boca cerrada y a comportarse, que sus familias siguen bajo el cuidado de las nuevas autoridades. En aquel equipo había jugadores importantes, como VélezCaszely, muy identificados con el gobierno de Allende.

El presidente Allende saluda a Carlos Caszely

A su vez, al Unión Soviética, aliado del gobierno saliente, había condenado el golpe militar y no reconocía al nuevo gobierno, con el que rompió cualquier relación diplomática. A pesar de todo, el partido de ida se jugó en un Estadio Lenin más gélido de lo habitual en esas fechas. De aquel encuentro sabemos de oídas, ya que no hay apenas material gráfico. Las autoridades soviéticas prohibieron al entrada de periodistas y cámaras al estadio.

El Estadio Nacional y la FIFA

Desde 1939 la selección chilena juega sus partidos en el Estadio Nacional, en Santiago de Chile. En aquellos primeros días del golpe militar el estadio se hace tristemente célebre por convertirse en un gran centro de detención y tortura de los opositores a la junta militar. Miles de chilenos y algunos extranjeros pasaron por allí, se calcula que unas 40.000 personas. Muchos pasaron para no volver a ser encontrados, otros fueron ejecutados allí mismo. Entre ellos, el periodista estadounidense Charles Horman, cuya historia se hizo famosa por la película Desaparecido (Costa Gavras, 1981)

El Estadio Nacional se convierte en un gran centro de detención y tortura. El césped en buen estado para jugar.

En aquel lugar siniestro debía celebrarse el segundo partido de la eliminatoria. Desde la federación chilena de fútbol se sugieren otros escenarios, pero la junta militar se empeña en demostrar normalidad y a la vez derrotar al comunismo jugando en campo propio, o sea, de concentración. En el interior de las gradas se torturaba, pero el césped se cuidaba con esmero, había un partido importante a la vista.

A todo esto, la actitud de la FIFA es la que nos tiene acostumbrados. Monta una comisión que va a inspeccionar el Estadio Nacional, arreglado un poco para la ocasión pero en el que aún había unos 7.000 detenidos. Según testimonio de Gregorio Mena Barrales, gobernador socialista de Puente Alto y preso en aquel estadio, aquella comisión “visitó el campo, se paseó por la cancha, miró con ojos lejanos a los presos y se fue dejando un dictamen: En el estadio se podía jugar.”

Pero la URSS se niega a jugar y no viaja a Chile. “Por consideraciones morales, los deportistas soviéticos no pueden en este momento jugar en el estadio de Santiago, salpicado con la sangre de los patriotas chilenos”, dice un comunicado de prensa de su selección.

El partido de la vergüenza

A lo que la FIFA responde que el partido se juega, por sus balones. Así que no se conforma con clasificar administrativamente a los chilenos, eliminando a los soviéticos en imponiéndoles una multa. En su larga tradición de decisiones entre inexplicables y lamentables toma una que se puede considerar como histórica: van a hacer un simulacro de partido sin rival.

El Estado Nacional se abre el 21 de noviembre para la fiesta del fútbol. Ya se pueden imaginar la fiesta. Todo el recinto está tomado por militares, las gradas casi vacías: con una capacidad para más de 40.000 personas, acuden 16.000, muchos de ellos para intentar averiguar la suerte de familiares o amigos.

Salta la selección chilena al campo mientras los rusos siguen en sus casas. Suena el himno nacional chileno, al otro lado sigue el silencio. El balón en el centro. Le toca sacar a Chile (no hay otra) y el árbitro pita el inicio. Los jugadores chilenos van pasándose el balón entre ellos hasta que llegan a la vacía portería contraria y uno de ellos, Francisco Valdés, la empuja hasta gol. Han pasado 30 segundos, acaba el partido, gana Chile 1-0. Para darle algo al público que había acudido allí, después se jugó un amistoso contra el Santos brasileño. Imaginen el estado anímico de los jugadores chilenos: los brasileños ganaron 0-5. Tarde de gloria no solo para el fútbol chileno, sino mundial.

Francisco Valdés marca el gol de la victoria de Chile.

Aquello fue una parodia de partido que retrata tanto a la dictadura chilena como a la FIFA. Por más que le doy vueltas todavía no acabo de entender la razón. Los primeros ¿quisieron meter un gol simbólico al comunismo internacional? Porque la imagen de una victoria sin rival no parece muy edificante. Y por parte de la FIFA ¿aparentar normalidad o afirmar su autoridad? ¿Dónde queda el FairPlay en dicho espectáculo? Porque lo que consiguieron es amplificar aún más uno de los puntos negros más sonados de su historia.

De derecha a más derecha: Videla (Argentina) y Pinochet (Chile).

En ese sentido, tampoco es que aprendieran la lección. La máxima autoridad futbolística, que castiga determinadas expresiones políticas en los estadios, nunca tuvo problemas con las dictaduras mientras no afectara al negocio. Eran además años de plomo de la Guerra Fría con Kissinger, ese buen aficionado al fútbol y mejor profesional de los golpes de estado. En 1978 la junta militar argentina organizó un mundial durante el cual se sucedieron torturas, ejecuciones y desapariciones. Mientras Argentina ganaba la final en el Estadio Monumental de Buenos Aires y el general Videla entregaba a Pasarella la copa, desde la tristemente célebre Escuela Superior de Mecánica de la Armada, cercana al campo, los presos torturados escuchaban las celebraciones.

Y es que el reino del fútbol profesional no es de este mundo.

Por cierto, mirando las imágenes del gol chileno me da la impresión de que podría ser en fuera de juego ¿no?