En los 30 años que lleva combatiendo a los cazadores furtivos, Paul Onyango nunca había visto algo así. Veintidós elefantes muertos amontonados en la sabana abierta, muchos eliminados de una solo balazo en la cabeza. No había rastros que llevaran a ninguna parte, ningún indicio de que los cazadores habían acechado a su presa por tierra. Les habían cortado los colmillos, pero nada de carne. Varios días más tarde, a comienzos de abril, los guardias del Parque Nacional Garamba detectaron un helicóptero militar ugandés sobrevolando el parque, en un vuelo no autorizado, pero dijeron que abruptamente dio vuelta al ser avistado. Funcionarios del parque, científicos y las autoridades congolesas ahora están convencidos de que los militares ugandeses mataron a los 22 elefantes desde un helicóptero y se esfumaron con el equivalente de más de US$1 millón en marfil.
“Eran muy buenos tiradores, muy buenos tiradores”, dijo Onyango, jefe de guardabosques de Garamba. “Mataron a los bebés, inclusive. ¿Por qué? Es como si hubieran venido a destruir todo”. África se halla en medio de una masacre de elefantes épica. Los grupos ambientalistas dicen que los cazadores furtivos están arrasando con decenas de miles de elefantes al año, más que en ningún otro momento de los 20 años anteriores en la medida en que el comercio clandestino de marfil se militariza.