Le dio las llaves hace mucho tiempo, tanto que su corazón olvidó cambiar la cerradura y sólo le restó esperarlo, indefectiblemente...
Él le dejó una carta en su pupitre: "Te espero en la esquina y nos escapamos juntos." Ella la abrió veinte años después y corrió a su encuentro.
Él le había escrito su nombre en su diario, para que no lo olvidara y, en esa misma página, ella guardó la carta sin abrir. Sin darse cuenta estuvieron toda la vida juntos, papel contra papel.
Ella tan escéptica y él tan aséptico.
En la constancia de él, ella se lanza de cabeza.
En el realismo de ella, él ata sus sueños para que no se le vuelen.
Planificaron su vida sobre un tablero de TEG. Quedaron en amarse si China atacaba a Kamchatka.
Ella se hizo amiga de sus novias y él le presentó los suyos a ella, como una estrategia para poder esperarse toda la vida.
Él, un caballero sin caballo y ella, una dama sin tablero. Personajes modernos para viejas historias.
Nadie lo supo ver. Y ellos casi tampoco. Sólo lo vio la historia y lo escribió.
Y entre los dos mataron a la razón con premeditación y alevosía.
Acostumbrados a la espera dejaron las desesperaciones detrás de la puerta para amarse despacio.
Nota: esta historia fue escrita a pedido de Universidad El Bochinche y fue publicada por primera vez en su página.