Tlardamos dos meses en recorrer lo que pudimos de China. De Sur a Norte, desde Shenzen a Beijing. Dispuestos a comprenderlo todo con nuestro librito de chino mandarín.
Desde Hong Kong cruzamos a Shenzen para llegar a Dafen (la ciudad de los pintores de China), y hacer un reportaje. La idea era estar un mes a lo más, pero China nos deslumbró y renovamos por segunda vez visa.
Shenzen, Dafen y Guilin son ciudades con poco turista occidental, y por ende con una casi inexistente señalética en inglés. Las únicas personas con las que nos podíamos comunicar era con la gente a cargo hostal, el resto de la ciudad estaba todo en chino, incluso los menús de las comidas.
Fueron días difíciles en donde lo único que sabíamos decir era “xiè xiè” (gracias) y ”chao fan” (arroz con verduras).
Dos de los lugares soñados para visitar cerca de Guilin son las terrazas de arroz de Longji y Yangshuo. Los arrozales son increíbles te dejan sin habla, pasamos una noche allí comiendo arroz envuelto en palo de bambú y tomando vino de arroz, para despues volver a Guilin y partir camino a Yangshuo, el lugar donde me internaría a aprender Tai Chi durante diez días.
Allí viví y comí como una china más, fueron lindos días alejada de la ciudad, donde mi única entretención era bañarme en este rio con una malaya y una australiana que daban clases de inglés desde hace un par de años en la ciudad. La perrita de la otra foto es Chochó.
El dueño del centro de Tai Chi me ofreció quedarme todo el tiempo que quisiera a cambio de clases de español, y claro, le estuve enseñando mientras estuve allí, pero mi ruta me guiaba a Xingping y además debía reencontrarme con mi compañero.
La verdad creo que no me equivoqué, en Xingping pasé mis mejores días en China y eso nunca lo voy a olvidar.
Llegamos a un hostal donde el dueño era un abuelo japonés de casi 90 años que se había casado con una china y tenían un hijito. Allí aprendí a cocinar comida China (la verdadera, esa que nada tiene que ver con la que comemos en Chile), como el típico salteado de raiz de flor de loto con salsa de soja por ejemplo mi plato favorito.
El japonés era un personaje, además de que no paraba de trabajar en todo el día tenía cuerda para rato el viejito, era muy querido por la gente del pueblo también, ya que gracias a él se había mandado a construir el camino que guiaba a la montaña que partía desde su casa.
La famosa montaña que ven aquí se llama “Laozhai” (igual que el hostal del abuelito), y me dio una horrible bienvenida el primer día que llegué. Mario estaba obsesionado con que fueramos a escalarla porque el ya había ido tres veces y era su entretención matutina, pero a la muy desgraciada no le caí en gracia, y cuando ibamos casi en la mitad (que yo ya no podía ni respirar porque era muy empinada), se empezó a derrumbar, y vi cruzar a centímetros de mi cabeza varias rocas gigantes.
De todas las cosas que me han pasado en la vida, ese día de verdad yo pensé “chao pescao, hasta aquí nomás llegamos”… creí que se iba a derrumbar entera qué sé yo, pero pasó, como todo pasa en esta vida, y yo tiritaba asustada con ganas de bajar corriendo la porquería de cerro, pero como estábamos a treinta minutos de la cima decidimos seguir adelante.
Nos sentamos en la cima más alta a contemplar la maravillosa vista, pero no nos dimos cuenta y cuando empezamos a bajar se hizo de noche, y no había nadie más, eramos los únicos ridículos arriba.
Bueno bajamos como pudimos, arrastrándonos como culebras en realidad, por suerte llevaba mi celular para usarlo de reloj y con eso iluminamos un poco la bajada, era una bajada súper peligrosa, la verdad yo no sé aún como bajamos.
Estuvimos 15 días en el pueblito, un lugar al que todos van por una o dos noches y sería, el abuelo estaba vuelto loco, y bueno como ya cumplíamos un mes en China debíamos tramitar una nueva visa para estar un mes más, pero para variar las cosas se pusieron complicadas.
Lo que pasa es que en China cuando uno está viajando el gobierno le exige a los dueños de los hoteles y hostales que inscriban a los turistas en un registro para hacer un seguimiento de donde están. Bueno a mi no me lo habían hecho en el centro de Tai Chi de Yangshuo ni en Xingping, entonces cuando tuve que ir a hacer el trámite a la policía, el comandante jefe llamado Mister Pin me hizo tremendo problema, haciéndome ver que yo estaba quebrantando las leyes de China…
Un chiste la verdad porque el trámite no debía hacerlo yo en primer lugar, y segundo, si está todo en chino mandarín por dios que pretenden que haga. Un chiste nada gracioso eso sí, porque si el asunto no se solucionaba en unos días estaba obligada a abandonar el país.
Para zafarme tuve que llamar a mi profesor de Tai Chi, y además la policía llegó de sorpresa a Xingping para corroborar que realmente era donde yo estaba alojando. Una cosa de amor y odio con mister Pin, nunca le tomé una foto, pero Mario le hizo un dibujo y era igualito.
Antes de irnos visitamos un pueblito que quedaba muy cerca y se llamaba Fuli. Famoso por sus abanicos y papiros hechos por la familia Peng, canchas de arroz, y también por sus exóticas pocimas.
No esta de más decir que en China es diferente, y yo sí vi en un mercado a alguien trozando un perro por ejemplo, también vi pepinos gigantes, menús de comida donde se incluía sangre de culebras y ranas salvajes, y también vi como practicaban medicina china tradicional a sangre fría y en plena calle dejando todo ensangrentado.
Todo esto lo cuento para que sepan que es real, pero la verdad no me espantó ni lo encuentro tan terrible porque esto es Asia, y así es como funcionan las cosas allí. Yo no me comería un perro, un ratón ni un gato la verdad, pero tampoco como vaca, cerdo ni pavita, entonces prefiero no juzgar ni satanizar a los chinos porque comen un animal más tierno que el que se comen en mi continente.
Si hay algo con lo que me despertaba y de lo que me hice adicta fue el té de jazmín, si hasta tenía mi propia botellita de té que se llenaba en muchos lugares donde se ofrecía agua caliente, y que obviamente todos los chinitos andan trayendo en la calle, bus y tren.
Antes de llegar a Beijing nos dieron ganas de conocer a los pandas, así que viajamos durante un día en tren para llegar a Chengdu, en donde conocimos a una francesa que estaba dando la vuelta al mundo con su hijo de 12 años (ese niño que regalo más maravilloso, de seguro nunca en su vida lo va a olvidar).
Pero como no nos podíamos ir de China sin conocer a los famosos guerreros de terracota partimos a Xian, a todo esto cada vez el clima se ponía más frío mientras nos acercabamos al norte. El señor que aparece en la foto de la derecha es un guía turístico y todos allá usan esos banderines para que la gente de su grupo los reconozca. Me pasó algo gracioso con eso porque la primera vez que los vi pensé que se trataba de una manifestación, una protesta y le dije a Mario, pero el ya sabía, o era obvio quizás, me explicó de que se trataba y nos reímos por un buen rato.
Faltaba muy poco para llegar a Beijing, pero para que no se hiciera tan pesado porque claro China es gigante y las distancias son largas, así que decidimos parar en un pueblito ancestral llamado Pingyao, una ciudad amurallada hermosa y ambientada en muchos siglos atrás.
Yo tenía una curiosidad tremenda de que diablos pasaba, y era cierto, primero un grupo de hombres nos paró, dijeron que eran estudiantes de inglés, que si queríamos ir con ellos a beber una cerveza o algo así, pero los tipos me parecieron muy agresivos y claro como ya sabíamos les dijimos que no y nos fuimos.
A la cuadra siguiente dos chicas hicieron lo mismo, nos preguntaron de donde eramos y si queríamos ir a tomar un café para practicar su inglés, nuevamente les dijimos que no, pero como ya no me aguantaba más saber que pasaba averigué, y resulta que lo que hacen es llevarte a un local a tomar una cerveza o un café, y a la hora que llega la cuenta te cobran una fortuna, ponte 100 dólares por un café, o sea una forma distinta de robar.
Bueno pero de lo que no nos zafamos y nadie nos dijo fue que no aceptaramos nada extra en los restaurantes. Un día fuimos a comer y pedimos una sopa y una teterita de jazmín, y nos llevaron maní con soja de aperitivo, un platito pequeño, nosotros bobos pensamos que era gratis, pero cuando llegó la cuenta, el manicito costaba más que todo lo que habíamos consumido. En ningún lugar de China, ninguna otra ciudad nos pasó algo así, pero ustedes saben todas las capitales son parecidas, es donde se concentran la mayor cantidad de pillos para estafar turistas, y Beijing no fue la excepción.
Pekín o Beijing como quieran llamarle, fuera de todo es impresionante, así que si pretenden conocerla algo que no pueden dejar de hacer es ver el hermoso atardecer de la Ciudad Prohibida o jugar con sus gatos…
La muralla China, uf, pensé que no iba a ser gran cosa en realidad, pero luego de esos dos meses, caminar por la gran muralla es algo increíble, es tu despedida con China en uno de sus escenarios más espectaculares.
Llegar allí fue como todo el viaje, increíble y complicado a la vez jaja … Para llegar desde Beijing había que tomar un bus que a nosotros nos parecía caro y bueno tomamos otro que pasaba por allí pero no paraba en la entrada…, bueno en fin luego de dos buses, enojarnos y caminar perdidos en medio de una carretera, llegamos en moto a la Gran Muralla. Para celebrar el día nos tomamos una ramen tan típica de China, y bueno al cabo de unos días volamos a Singapur y Malasia con destino a “Bali, la Isla del Terror”, pero esa es otra historia que pronto pronto les voy a contar….
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