Extracto de mi diario de viajes:
Después de unas pocas horas en autobús, que más bien parecía una tartana, aterrizamos en Pingyao. Llegamos por la noche y cogimos un pedicab para llegar al alojamiento pues entre las intricadas calles y de noche no nos aclarábamos.
Finalmente llegamos al Tian Yuan Kui Folk Guesthouse. Dicho hotel data del año 1791 y se encuentra ubicado en la calle principal. Nos ofrecen habitación con cama estilo Kang de3m x 2m de ancho, así que esta mañana nos hemos levantado como nuevos.
Pingyao data del año 1300, su centro histórico se encuentra amurallado en un radio de seis kilómetros. En estos dos dias recorreremos las murallas y los tesoros que en Pingyao se encierran. Compramos las entradas que en un billete único te da la posibilidad de visitar más de 19 lugares durante tres días entre mansiones, templos y otros edificios importantes como oficinas de comercio y bancos.
En el periodo de la dinastía Ming, Pingyao fue una célebre ciudad de mercaderes y un centro importante de comercio que se extendió desde el sur de China hasta Mongolia. Hoy en dia, la pequeña ciudad sólo consta de 40.000 habitantes, inclyendo los habitantes de fuera de la muralla. La ciudad tiene el encanto de un pueblo.
Pasear por las murallas es una delicia pues apenas hay gente. Nos llama la atención los pavimientos construídos en ladrillo con insignias en ideogramas. Sus murallas miden unos diez metros de alto y te permiten ver toda la ciudad que está construída con pequeñas casas de madera con tejados acabados e punta y sus calles se adornan de farolillos rojos. En todo el perímetro hay 72 torres de vigilancia y 4 entradas principales a la ciudad ubicados en los cuatro puntos cardinales.
Nos atiborramos de ver tanta filigrana, dibujos, jardines interiores, templos, antiguedades, patios decorados...
Pero el encanto reside en sus habitantes. La gente te saluda al pasar, los adultos viven la calle jugando a cartas, los niños se recrean en los patios de sus casas, la gente mayor se sienta a tomar el sol o simplemente ven pasar la vida, pasean en bicicleta, otros comen en cualquier lugar al aire libre... Te ayudan cuando te ven indeciso, incluso se paran para dejarse fotografiar, así que con este panorama nos sentimos inmersos en su plácida vida cotidiana.
Nos paramos a hablar con la gente, estas se ríen cuando ven que intentas hablar algo en su idioma, les contamos los números del 1 al 10 jugando y haciendo las señales que ellos utilizan con la mano, pues por otra parte es una forma muy práctica para comprar en los mercados.
Pingyao merece mucho la pena, es uno de los pocos lugares donde aún mantiene la esencia de la vida rural, muy al contrario de lo que ha ocurrido en el resto de China, convertida en un capitalismo frenético.