China: Segunda economía del planeta

Por Jaque Al Neoliberalismo


China es hoy la segunda economía del planeta y en un par de décadas será la primera potencia mundial, recuperando un lugar que mantuvo por más de dos mil años y que 'sólo perdió' en el último siglo y medio. Este artículo de Ian Morris, profesor de la Universidad de Stanford, analiza el auge y caida de los Imperios en un recorrido milenario. ¿Qué llevó a China a perder la hegemonía mundial a mediados del siglo XIX?. Quizá las mismas razones que llevaron al declive de occidente a comienzos del siglo XXI.
Se anticipa que China recuperará pronto su posición como la economía más grande del mundo, un rol que mantuvo durante 18 de los pasados 20 siglos. Pero, ¿cómo fue que Estados Unidos, el Reino Unido y el resto de Europa interrumpieron esa supremacía?
Los europeos se han estado haciendo esa pregunta desde el siglo XVIII, y los africanos y asiáticos desde el XIX. Pero aún no se ha llegado a una respuesta única. Hubo quienes alguna vez alegaron que los occidentales eran sencillamente superiores biológicamente. Otros han argumentado que la religión, cultura, ética o instituciones occidentales son excepcionalmente excelentes, o que Occidente tiene mejores líderes. También hay quienes rechazan todas estas ideas e insisten en que la dominación occidental no es más que un accidente.
Pero en los últimos años, una nueva teoría ha venido ganando terreno.
China e India están a punto de recibir la posta de potencias globales, pero para explicar la razón por la cual el Occidente domina hay que remontarse 15.000 años, al momento en el que el planeta se calentó al final de la Edad de Hielo. La gente es muy parecida en todo el mundo. La razón de que algunos grupos siguieran cazando y recolectando mientras otros consolidaban imperios y tenían revoluciones industriales no tiene nada que ver con genética, creencias, actitudes o grandes hombres: es una simple cuestión de geografía. La geografía en ese momento dictaba que sólo había unas pocas regiones en el mundo en las que la agricultura era posible, pues sólo ellas contaban con el tipo de clima y terreno que permitía la evolución de plantas y animales silvestres que potencialmente podían ser domesticados.
Distintivas formas de vida comenzaron a emerger en diferentes partes del mundo hace 11.000 años, cuando los primeros agricultores crearon sociedades más complejas. Grandes civilizaciones surgieron a partir de los núcleos agrarios originales (en lo que hoy llamamos el suroeste de Asia, China, Pakistán, México y Perú), todos los cuales se fueron ampliando constantemente cuando la población creció.
El más occidental de los núcleos agrícolas del Viejo Mundo, en el suroeste de Asia, fue el fundamento de lo que hoy llamamos civilización occidental. En el año 500 AEC, el núcleo occidental se había expandido por toda Europa, y su centro de gravedad se ubicó en las culturas mediterráneas de Grecia y Roma. En el año 1500 se había ampliado aún más, y su centro estaba cambiando hacia Europa Occidental. Para el año 1900 se había expandido a través de los océanos, y su centro estaba transladándose a América del Norte.
Las concentraciones más densas de esas plantas y animales se encontraban en la parte occidental de Eurasia, alrededor de las cabeceras de los ríos Eufrates, Tigris y Jordán en lo que ahora se conoce como Asia suroccidental. Fue entonces ahí, alrededor de 9000 AEC, que empezó la agricultura y se extendió a través de Europa.
La actividad agrícola también se dio independientemente en otras áreas, desde China hasta México, pero debido a que las plantas y los animales que podían ser domesticados eran algo menos comunes en esas zonas, el proceso tomó miles de años más en conformarse. Esas otras regiones con complejas sociedades agrícolas también se expandieron, pero el Occidente retuvo su liderazgo inicial por mucho tiempo, produciendo las primeras ciudades, Estados e imperios.
Sin embargo, si esto lo explicara todo -que el Occidente tuvo ventaja y la ha aprovechado-, no habría controversia respecto a las razones de su preponderancia.
En realidad, cuando revisamos la historia, notamos que todo es más complicado. La geografía determinó la manera en la que las sociedades se desarrollaron, pero la manera en la que las sociedades se desarrollaron determinó cuán significativa fue la geografía.
En los inicios de la agricultura, tener las temperaturas, lluvias y topografía apropiadas era esencial. Pero cuando los pueblos crecieron y se tornaron en ciudades, estos hechos geográficos empezaron a ser menos importantes que vivir cerca a un gran río, como el Nilo, que posibilitaba la irrigación. Y cuando los Estados se tornaron en imperios, estar cerca a un río empezó a ser menos importante que tener acceso a un mar navegable, como el Mediterráneo, que le permitió a Roma transportar sus alimentos, ejércitos e impuestos.
Cuando los antiguos imperios se expandieron aún más, el significado de la geografía cambió de nuevo. Las largas franjas de estepas que van desde Mongolia a Hungría se convirtieron en una especie de carretera por la que los nómadas se movían con libertad, debilitando a los imperios mismos.
En los primeros cinco siglos de la era común, los grandes imperios del Viejo Mundo -desde Roma en el oeste hasta Han en el este- cayeron, y los cambios políticos transformaron nuevamente la geografía. China recreó un imperio unificado en el siglo VI, pero Occidente no. Por más de un milenio, hasta al menos 1700, China fue el lugar más rico, fuerte e innovador de la Tierra, y Oriente se le adelantó a Occidente. Inventores de Asia oriental lograban grandes avances constantemente. Para 1300 sus barcos podían cruzar océanos y sus armas básicas podían disparar contra otros a distancia.
Pero de repente, en una de esas paradojas comunes en la historia de la humanidad, estos inventos orientales cambiaron una vez más el significado de la geografía.
Estar más cerca de América que China le permitió al Reino Unido conquistar el mundo. Europa occidental -suspendida en el frío del Atlántico norte, lejos de los centros de acción- siempre había estado rezagada. Pero cuando los europeos se enteraron de que existían esos barcos que cruzaban oceános y tenían armas, su ubicación en el Atlántico de repente se convirtió en una enorme ventaja geográfica.
Antes de que se pudiera cruzar el océano, no importaba que Europa estuviera dos veces más cerca que China de las vastas y ricas tierras americanas. Pero con los barcos, esa cercanía empezó a ser el hecho geográfico más importante del mundo. El Atlántico, con sus 3.000 millas de extensión, era lo suficientemente grande para que una gran cantidad de productos se produjeran cerca de sus costas en Europa, África y América, y lo suficientemente pequeño para que las naves de la era de Shakespeare lo cruzaran con facilidad.
En contraste, el Pacífico era demasiado grande. Implicaba un viaje de 8.000 millas desde China hasta California, algo a duras penas posible hace 500 años y demasiado caro para que el comercio fuese rentable.
Los antiguos griegos le llamaban Mesopotamia, la tierra entre dos ríos: el Tigris y el Éufrates. Pero también es la tierra entre dos mares: el Mar Mediterráneo y el Golfo de Persia. Es además la tierra entre la montaña y el desierto, laguna y marisma. Todas estas características geográficas han de tenerse en cuenta al considerar el lugar de nacimiento de las primeras civilizaciones.
Historia versus Geografía - es imposible saber qué tiene prioridad. No hay manera de escapar los hechos brutales de la naturaleza, los ríos que se inundan y se secan, las lluvias intermitentes, las montañas intransitables, los desiertos hostiles... La geografía entonces determinó que fueran los europeos occidentales y no los mejores marineros del siglo XV -los chinos- quienes descubrieran, saquearan y colonizaran América.
Los marineros chinos eran igual de aventureros que los españoles, los colonos chinos tan intrépidos como los británicos, pero los europeos, no los chinos, se tomaron América... porque les quedaba mucho más cerca.
Los europeos pasaron a crear, en el siglo XVII, una nueva economía de mercado en las costas del Atlántico, explotando las ventajas comparativas entre los continentes. Eso forzó a los intelectuales europeos a confrontar nuevos interrogantes sobre los vientos y mareas. Aprendieron a medir y contar mejor, y descifraron códigos físicos, químicos y biológicos.
Como resultado, Europa, no China, tuvo una revolución científica. Los europeos, no los chinos, tiñeron a la sociedad con la perspicacia científica en el siglo XVIII en lo que se conoce como el Siglo de las Luces.
Para 1800, la ciencia y la economía de mercado del Atlántico llevó a los europeos occidentales a mecanizar la producción y a desatar el poder de los combustibles fósiles. Gran Bretaña tuvo la primera revolución industrial del mundo y, para 1850, tomó las riendas del mundo como un coloso.
Pero el poder transformador de la geografía no para ahí. Para 1900, la economía global dominada por los británicos había valorado los recursos de Norteamérica y eso cambió el significado de la geografía otra vez. Estados Unidos, hasta hacía poco periferia atrasada, se convirtió en la nueva columna vertebral global.
Y el proceso continuó. En el siglo XX, la economía global dominada por los estadounidenses a su vez revaloraron los recursos de Asia. A medida que los buques y aviones de carga tornaban incluso al vasto Océano Pacífico en un charco, las aparentemente atrasadas periferias de Japón, luego los "tigres asiáticos" y eventualmente China e India se convirtieron en lo que EE.UU. había llegado a ser. Y ahora, ¿qué?
El "ascenso del Oriente", tan sorprendente para muchos en Occidente, era totalmente predecible para aquellos que entendieron que la geografía determina cómo se desarrollan las sociedades, y que la manera en que las sociedades se desarrollan simultáneamente determina el valor de la geografía.
Cuando el poder y la riqueza se trasladaron a través del Atlántico desde Europa a América a mediados del siglo XX, el proceso fue horrorosamente violento. A medida que vamos hacia mediados del siglo XXI, el poder y la riqueza se trasladarán a través del Pacífico de Estados Unidos a China. El gran reto para la próxima generación no es cómo evitarlo sino cómo manejar las consecuencias sin caer en una Tercera Guerra Mundial.
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Tomado de BBC Mundo
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