chinchín

Publicado el 02 abril 2014 por Sfer
Muchos padres y maestros reclaman recetas infalibles que hagan de sus niños buenos lectores. Diversas instituciones ofrecen guías de obras recomendadas, ingentes sumas de dinero se destinan a campañas de animación a la lectura e incluso agresivas políticas de mercadeo editorial aseguran que sus novedades están respaldadas por sus hiperbólicas ventas y vienen a ser algo así como panaceas lectoras. Desconozco la efectividad de estas mediaciones. Sí estoy convencido, en cambio, de que cuando la lectura se convierte en un espacio compartido entre el niño y el adulto, cuando les leemos en la cama antes de dormir o todos los días durante unos minutos en clase, entonces no solo estamos sentando las bases de un hábito o les apoyamos en el complejo proceso de comprensión que implica la lectura, sino que además experimentamos el significado último del acto de leer: la elaboración de sentidos, la comunicación y el placer. Por esta razón, es indispensable que cuando leamos con nuestros niños, leamos buenos libros. En caso contrario, difícilmente la lectura será una actividad significativa para el niño. La calidad del libro infantil sí cuenta, a pesar de lo que muchos creen.
[Algo más que textos sencillos]
De un libro para niños se espera que sea una lectura simple y de fácil comprensión. Se evitan los planteamientos complejos, los argumentos que propicien variadas interpretaciones y, en general, las referencias que se alejen del ámbito infantil. Detrás de esta convención encontramos tanto la preocupación adulta por cuidar al niño y resguardarlo frente a experiencias negativas, como una actitud condescendiente incapaz de aceptar que los niños son capaces de responder a una realidad que nos resulta extraña, que pueden hallar sus propias interpretaciones sin necesitar nuestra mediación y que tienen menos prejuicios que nosotros.
["Y esto, ¿es para niños?"]
El arte se basa en la transgresión, en el desprecio a las convenciones, en la subversión de lo establecido. Ver las cosas desde puntos de vista inusuales, cuestionar lo cotidiano. Los que aún no lo han hecho, deberían explorar el espacio dedicado a los niños y jóvenes en las librerías y las bibliotecas. Dar ese paso no es muy distinto al que dio Alicia cuando pasó al otro lado del espejo.
[El espejo de los niños]
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Imágenes y palabras y recuerdos y rastros de otras historias y palabras y fragmentos de cosas y melodías y pensamientos y rostros y monstruos y formas y palabras y movimientos y palabras y olas y arabescos y paisajes y palabras y perfumes y sentimientos y colores y rimas y pequeños chasquidos y silbidos y sabores y explosiones de energía y acertijos y brisas y palabras.
Por todo ello, hoy, ¡un brindis!