LA MENTE ES COMO UN PARACAIDAS, SI SE CIERRA NO TE DETENDRÁ
Soy mayorcito y hace tiempo que aprendí que, cuando hay gritos de por medio o algún tipo de discusión, es el momento de contestar con el silencio y la evasión. Mejor eso que enzarzarse en una lucha de sordos en la que cada cual defiende su verdad, la única. Esa es la razón, entre otras cosas, para que no opine sobre el gallinero de la política de este solar ibérico. Se hecha de menos razón y mesura, y desde luego, planteamientos ideológicos bien armados (de armazón; no de guerra, que ya hay bastante).
Los contendientes políticos son especialistas en la manipulación y en el descaro informativo. Gustan del chismorreo bajo y pueril y no dudan de lanzar medias verdades que, sacadas de contexto y con el apoyo periodístico adecuado, buscan importunar al adversario. Hacen de su vida un chascarrillo de arribismo en causas que les importan un bledo, con el fin de salir en portadas de noticiarios o en informativos de máxima audiencia.
Los ataques políticos usan el rumor para difundir maldades o evadirse de certezas incómodas con el consabido “no comento rumores”, que permite seguir mirando hacia otro lado aunque el fuego y la pestilencia sean evidentes. Son habituales las filtraciones interesadas a la prensa amiga de habladurías sobre los oponentes que, hábilmante puestas en circulación, sirven para intoxicar el patio del vecino.
Hay un tercer elemento que forma parte de las noticias difundidas por la prensa que luego se llama libre e independiente. Estamos hablando de los bulos. Nadie sabe cómo empiezan, pero lo cierto es que todo el mundo conoce de muy buena tinta las vergüenzas y canalladas del oponente, aunque más tarde no muestren ninguna prisa por mantener esa verdad ante un juzgado.
Sobre el chismorreo, los rumores y los bulos se fabrican gran parte de las noticias de carácter político, hasta el punto de que nadie sabe lo que es verdad, simplemente porque con estos tres elementos es imposible que exista. Pocas veces se ven planteamientos ideológicos de calado y menos aún proyectos de trabajo para el diálogo político. La inmediatez y las encuestas electorales son quienes marcan el devenir de la contienda. Y a esto se prestan con rapidez inusitada los directores de unos medios de comunicación cada vez menos preocupados por la seriedad y la objetividad en el tratamiento de las noticias. De esta forma, los periodistas comen del pesebre de los políticos en un acto fraternal de “¿qué hay de lo mío?”.